Se puede decir ya que Alberto Ginés está cumpliendo un sueño. A sus 18 años ha tenido la oportunidad de viajar a Tokio para participar en los Juegos Olímpicos más complicados de la historia que, a su vez, son los primeros en los que la escalada ha podido entrar como deporte seleccionado. Por ello, pasara lo que pasara una vez empezara la competición iba a ser recibido como un regalo por el cacereño.
La escalada no solo se estrena en estos Juegos Olímpicos, sino que lo hace como uno de los deportes con un criterio de clasificación más complicado y selectivo de todas las disciplinas. A la cita de Tokio, tan ansiada y esperada por todos los expertos en este duro deporte, solo llegaban 20 atletas, lo más hábiles y mejor preparados del mundo.
Y entre esos 20 candidatos a escribir la historia se coló este español de tan solo 18 años. Alberto cumplió el objetivo y casi el sueño del año y uno de los de su vida al entrar entre esos 20 finalistas que se jugarían el todo por el todo en Tokio. Sin embargo, su talento y su trabajo le están llevando incluso más lejos de lo que él mismo podía imaginar.
Para él, estar en la gran final solo podía ser fruto de donde le llevara una competición en la que de los 20 elegidos solo avanzaban ocho. Los mejores del mundo jugándose los metales en duelos eliminatorios uno contra uno hasta saber quién se lleva el oro. Una barbaridad y una locura en la que Alberto se ha metido para orgullo y felicidad de toda su familia que le sigue desde Cáceres con la ilusión de que este sueño no termine y dure un poco más. Quien sabe si con un premio mayor colgado del cuello y recibido en un a lo alto de un podio.
De esos ocho clasificados para disputar la final en la prueba de escalada, Alberto consiguió entrar holgadamente con la sexta mejor puntuación. Además, el extremeño se ve con margen de mejora para intentar apurar un poco más sus actuaciones, sobre todo en sus puntos fuertes, y poder soñar con un mejor puesto al término de la competición. No se cerraba puertas cuando estaba en el preolímpico donde obtuvo su plaza y lógicamente no lo va a hacer ahora que ya están en el último paso. En cualquier caso, Alberto ya se siente ganador.
Velocidad, bloque y dificultad
A pesar de que la escalada es un deporte muy practicado en nuestro país, no goza de un calor mediático como sí lo hacen otras disciplinas, algunas incluso similares. A mejorar eso pretende ayudar esta decisión del Comité Olímpico Internacional de incluirlo en su programa de actividades para los Juegos y que ha tenido en Tokio su estreno, aunque con un año de retraso.
Mejor tarde que nunca, porque lo importante es llegar. Así lo piensan los aficionados españoles a esta disciplina que requiere de fuerza, concentración, habilidad y mucho esfuerzo y sacrificio. Pero ver todo eso en un escenario como unos Juegos Olímpicos trasciende cualquier frontera. Y si un español pudiera conseguir la primera medalla olímpica de la historia, el guion de la película no tendría parangón.
La escalada olímpica se compone de tres pruebas diferenciadas. La primera de ellas es la velocidad, que consiste en subir hasta un punto establecido por dos carriles diferentes y contar el menor tiempo que se haya invertido en llegar al objetivo. Después están las pruebas de bloque, algo más complicadas. Se dispone de cuatro vías y hay cinco minutos para resolver cada una de ellas, premiándose el menor número de intentos empleados en resolverlas. Lo normal es que no se cubran todos los bloques o que incluso se cubra uno solo.
Y la última, la gran especialidad de Alberto Ginés, es la dificultad, que consiste en encadenar vías lo más complicadas posibles o en llegar a la presa más alta que se pueda de todas las establecidas. Lógicamente, en la mayoría de los casos, cuanto más arriba, más complicado suele ser el reto hasta llegar a lo máximo, el top, la parte más alta. De esta forma, la escalada ofrece una gran variedad de pruebas y modalidades dentro de un mismo deporte que permite la especialización de los atletas, que buscan la mayor cantidad de puntos posibles en sus puntos fuertes. Una vez obtenidos los puntos en cada categoría, se multiplican y así se obtiene el puesto en la general.
Escalador desde niño
Alberto Ginés es un niño, solo tiene 18 años, pero hubo una época en la que lógicamente era más niño todavía. Una época en la que no iba a Juegos Olímpicos, sino que iba con su padre a escalar a cualquier sitio porque a este cacereño la pasión por este deporte le floreció muy pronto. Cuando solo tenía 3 años, Alberto ya se recorría los rocódromos con su padre dando vueltas y haciendo sus pinitos, sus primeros intentos.
Ha vivido toda una vida pendiente de este mundo y aunque esa vida sea corta todavía, la experiencia para él ya es un grado. No ha tenido nada fácil llegar donde ha llegado, ya que le ha costado muchas horas de esfuerzo, de sacrificio y de viajes largos e interminables para poder disfrutar de las condiciones necesarias para llevar a cabo su deporte de la mejor manera posible.
Comenzó viajando a Francia con su familia, a Pau, un lugar donde podía seguir trabajando y mejorando. Su padre, todo un experto, era su guía y su timón hasta que se puso en manos de David Maciá cuando solo tenía 10 años. En ese momento, en 2013, Alberto y Ginés comenzaron una relación que se mantenía más a distancia que otra cosa, ya que era su entrenador quien le mandaba los entrenamientos a su padre para que este supervisara a Alberto mientras los hacía.
Era la única forma posible para seguir modelando el talento del chico, pero no la perfecta. Por ello, en 2018 llegó el momento de tomar la decisión más complicada, la de mudarse al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat para poder trabajar codo con codo con David y convertirse en uno de los mejores talentos del mundo en este deporte. Esto fue un paso hacia delante para él tanto deportivo como personal, ya que tuvo que hacer nuevas amistades y nuevas relaciones siendo todavía un niño. Ahora, el equipo de atletismo es como su segunda familia porque fueron los primeros en juntarse con él y acogerle como uno más.
Sin embargo, con este cambio no se acabaron los largos viajes, ya que en España no existen instalaciones específicas que estén reunidas para entrenar las tres categorías de la escalada olímpica. Ya con los 18 recién cumplidos y carnet, Alberto le sigue haciendo kilómetros al coche para ir de un punto a otro de España para seguir entrenando por temporadas, aunque ahora también como conductor.
Pero incluso antes de entrar en el CAR de San Cugat, cuando solo tenía 13 años y la escalada entraba de lleno en el programa olímpico tras Río de Janeiro 2016, Alberto ya despuntaba como uno de los grandes talentos de este deporte a nivel europeo. En ese momento, los planes de Alberto y David Maciá eran intentar ir a los Juegos Olímpicos de París 2024, cuando el cacereño tuviera 21 años. Sin embargo, su talento y su progresión terminaron atropellando un planteamiento que saltó por los aires cuando Alberto consiguió su pase en el preolímpico después de superar un año muy complicado.
La pandemia le hizo abandonar el CAR de San Cugat y la dificultad para entrenar fue máxima. Además, en el mes de octubre sufrió una lesión de rodilla por la que tuvo que ser operado tras hacerse daño en un giro, pero solo unos meses después estaba de vuelta para seguir coronando paredes y rocas. Una vez recuperado, comenzó en el mes de junio una mini concentración en Austria para centrarse solo en sus entrenamientos y convertirse así en el segundo más joven de los 20 clasificados en Tokio.
Ser un referente
Tras un éxito y una progresión brillante y muy rápida con títulos como su medalla de plata en el Campeonato de Europa de dificultad de Edimburgo, Escocia, Alberto se ha presentado en unos Juegos Olímpicos y ha conseguido meterse en la gran final con la sexta mejor puntuación. A solo unos pasos del podio y a pesar de su juventud, es casi imposible no pensar, o al menos soñar, en conseguir alguna medalla. Una presea que sería más importante que la de otros muchos deportes por una particularidad lógica.
En estos Juegos, Alberto no solo lucha por ser medallista, sino por escribir la historia de este deporte y convertirse en uno de los tres primeros atletas que muerden un metal olímpico en escalada, una oportunidad que se vivirá en Tokio y que no se repetirá nunca más. Además, para Alberto se presenta también la opción de ser el primer medallista en la historia de nuestro país en esta disciplina, lo que sería un dos por uno.
Y para añadir más relevancia a su histórica participación en la cita nipona, Alberto se ha consolidado como el gran referente deportivo de este deporte en España, practicado por muchas personas, pero que no goza del calor mediático de otra disciplinas. Con este éxito que ya ha conseguido el cacereño y que podría ampliar, la escalada recibe visibilidad y se abre puertas a la llegada de nuevos ingresos, nuevos patrocinadores y nuevas ayudas para poner más de moda un deporte que necesita de más infraestructuras y nuevos impulsos para seguir creciendo. Y todo sin que se olvide que tiene 18 años y un futuro por delante muy esperanzador y prometedor.
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