Una de las cuestiones que mantiene vivo el espíritu olímpico durante los cuatro años que dura el período entre olimpiadas es la llama. El fuego que sale desde Olimpia en Grecia y llega al estadio donde se celebra la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos recorre el mundo entero uniendo los diferentes continentes. Lo habitual es que durante el último año del ciclo el recorrido se haga solo en el país donde se disputa esa edición. París 2024 se ha visto envuelto en una nueva polémica por el coste que tiene.
Le Monde ya anuncia que el fuego no pasará por las regiones de Creuse, Haute-Vienne, Loire-Atlantique, Indre-et-Loire, Côtes-d’Armor, Orne, Vosges y Lot-et-Garonne. El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos soñaba con pasear la llama olímpica por todos los departamentos franceses, pero muchos de ellos ya han puesto su veto porque no quieren pagar 180.000 euros con impuestos. El precio inicial se había establecido en los 80.000, pero ha crecido hasta los 150.000.
Esta tradición ha abierto diversas grietas en Francia ya que estiman que se quieren aprovechar económicamente. Los orígenes se remontan a la antigua Grecia, donde se mantenía un fuego ardiendo en las sedes de celebración de los Juegos Olímpicos Antiguos. El fuego fue reintroducido en Ámsterdam 1928 y desde entonces ha sido parte fundamental de modernos. En Berlín 1936 se estableció por primera vez un viaje de relevos para llevar la llama de Olimpia a la sede.
A pesar del símbolo que representa, esta llama no ha estado exenta de polémica. Por primera vez en el recorrido de la llama olímpica hasta la ciudad sede, en Rio 2016 varios grupos de manifestantes intentaron apagar la antorcha portátil a los atletas que la portaban. En el segundo intento, el 28 de julio, varias personas robaron y consiguieron apagar la antorcha en la localidad de Angra dos Reis. Lejos de estos sabotajes, Francia tiene un incendio social por los precios.
"¡Me caí de la silla!"
Algunos tendrían que invertir el dinero que utilizan para financiar otros eventos deportivos. Ludovic Gouyette, vicepresidente del departamento de Côtes-d'Armor, explicaba en Ouest-France que los 180.000 euros "es la mitad de mi presupuesto para financiar eventos deportivos durante todo el año". Además, apuntaba que "habría que sumar costos adicionales por seguridad". Cuando escuchó las cifras Sylvie Giner, vicepresidenta del departamento de Indre-et-Loire, asegura que se cayó de la silla.
Algunos departamentos sí contarán con ayuda para hacer frente a este coste. Por ejemplo, Coca-Cola y Toyota son socios del COI y suelen ayudar a la hora de hacer el recorrido de la antorcha como ocurrió en los últimos Juegos Olímpicos de Tokio. Mientras tanto, otras regiones se quejan de que no se debería de establecer un precio único, ya que no todas tienen los mismos recursos. Lo peor de todo es que no pueden establecer el día en el que pasará la antorcha por su ciudad.
Esto supone que no es lo mismo que pase por tu región un lunes, día de diario, que un sábado. Esto también debería de suponer una diferencia en los costes. Tony Estanguet, uno de los responsables del Comité Organizador, ha dejado claro que no hay ninguna pretensión de lucrarse. "No estamos en una lógica de hacer dinero. Es una participación en el costo, porque los costos que genera este curso del relevo de la antorcha durante tres meses son mucho mayores que el aporte que se solicita a los departamentos", concretó.
La comparación con el Tour
Si hay algo sagrado durante el verano en Francia es el Le Tour. La competición ciclista es una religión que todos los departamentos quieren tener en su región durante el mes de julio. Por ejemplo, para una etapa, una ciudad tenía que pagar al organizador (Amaury Sport Organisation) 65.000 euros por la salida, 110.000 euros por la meta y 160.000 por las dos en la última edición de 2021. Esto también levantó ampollas entonces.
En cualquier caso, estas cifras están muy alejadas de las que se ponen encima de la mesa para la primera etapa. Rennes se había negado por culpa de los ecologistas a albergar la Grand Départ, que suele tener un coste más alto y Bilbao la albergará en 2023. Por ejemplo, la ciudad holandesa de Utrecht desembolsó cuatro millones de euros en 2015. La diferencia con el paso de la antorcha es que la ronda ciclista gala atrae más turismo.
El Tour es el tercer evento más retransmitido del mundo y cada lugar que sale se convierte en un atractivo turístico. A corto plazo, los comerciantes locales ven explotar sus ventas gracias a la presencia de un gran público, sobre todo en el sector de la hostelería. Pero está demostrado que a largo plazo también obtienen grandes beneficios económicos por la exposición que reciben mientras las mejores bicicletas del mundo recorren sus ciudades.
Para el paso de la llama olímpica, los responsables de los departamentos no son muy optimistas con el impacto turístico. "Tienes visibilidad mundial cuando organizas el Tour de Francia. Turistas, seguidores, entusiastas mueven y generan actividad hotelera y comercial. Por la llama olímpica, la gente no vendrá especialmente, y no vendrá a llevar la llama en un departamento que no es el suyo", explica Patrick Clastres, un historiador deportivo francés en Le Monde.
Todo esto se lo llevará París, que será la ciudad que lo albergará todo durante los Juegos Olímpicos de 2024. Las ciudades, sin la ayuda de los patrocinadores, no abrirán sus puertas al paso de la llama que debe acabar en la capital francesa en el verano de ese año. El fuego está muy lejos del país galo, pero ya está calentando el ambiente de una cita que también está teniendo otros problemas ecológicos con sus sedes.
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