El anochecer en Sakhir, ese exótico lugar en el que los monoplazas ponen a prueba su brillo ante la luz artificial en mitad del desierto, dejó una carrera plena de claroscuros en el que Nico Rosberg se encontró con una nueva y plácida victoria. Fue el principal, pero no el único ganador de una carrera, este Gran Premio de Bahrein, en el que Raikkonen fue segundo y Hamilton tercero, minimizando los daños de una nueva salida gafada.
La imagen de Fernando Alonso circunspecto en la parrilla, contemplando su coche en manos de su sustituto circunstancial, el belga Stofen Vandoorne, casi era un augurio de que lo de hoy, mejor verlo desde la barrera. Y es que iban a pasar pocos minutos para que Vettel le hiciera compañía vestido de calle: en la misma vuelta de formación el alemán tuvo que aparcar el botafumeiro en el que se había convertido su Ferrari porque su motor, sencillamente, dijo basta. El concurso de serpenteo, acelerón y frenazo que copan esos minutos previos a que se apague el semáforo fue demoledor para su unidad de potencia; segunda carrera y segunda desgracia para el tetracampeón del mundo. Las cosas son como acaban pero empezar, es innegable que han empezado del revés para la Scuderia.
Y es que la suerte en este arranque de Mundial parece sonreír únicamente a Nico Rosberg. Como dos semanas antes volvió a salir encendido a por la primera posición y, como en el asfalto de Melbourne, arrancó mejor que Hamilton y logró su objetivo antes de la primera curva. El premio no fue únicamente el liderato sino evitar problemas venideros.
Los líos de Hamilton
Porque el inglés se metió en un buen lío tras verse nuevamente clavado en el arranque. Rosberg le ganó por la mano y fue tal su obcecación por medirse con su compañero que dejó un hueco más que jugoso en el interior de una curva imposible. Bottas lo vio y atacó sin pensarlo pero, igualmente, sin medir la dentellada. En la maniobra ganó la posición en principio, sí, pero se llevó por delante el Mercedes de su rival y acabó condenando las carreras de ambos, uno con el coche tocado partiendo lejos de su principal -y único- rival y el lituano sancionado posteriormente y hundido en la clasificación.
La película del inicio fue, como casi siempre en los últimos tiempos, el punto álgido de una carrera plácida en extremo para Rosberg, con Vettel fuera y Hamilton apretando para reducir la desventaja. De hecho, al alemán ya no se le volvería a ver hasta la bandera a cuadros; es la paradójica clandestinidad en la que vivió su éxito el mejor del día.
Y es que la verdadera lucha se libró, y casi siempre en la distancia y en base a las estrategias, entre Raikkonen y Hamilton. El finlandés hizo la que ya podría decirse que es 'su carrera': constante, sin alardes y tirando de regularidad, hizo imposible el arreón final del inglés e incluso amenazó tímidamente a Rosberg.
La carrera de los secundarios
A decir verdad, más allá de los grandes el Gran Premio de Bahréin fue una agradable sorpresa de parte de los secundarios. Por un lado de la escudería Haas, que colocó a Grosjean quinto, prolongando el dulce estreno del equipo en su primer año.
Éxito también para el joven holandés Max Verstappen, que acabó sexto; Carlos Sainz, por contra, se retiró tras sufrir un sinfín de problemas, pinchazo incluido. Y muy también el sustituto de Alonso, que finalizó décimo salvando el orgullo de McLaren el día en el que sus dos pilotos, dos campeones del mundo, no clasificaron: Button tuvo que abandonar.
Y mientras todo eso pasaba Vettel, cazado por las cámaras, ya huía del circuito y de la mala suerte camino seguramente del aeropuerto y con certeza de tiempos mejores. Por aquello de que las cosas son como acaban.