Tras una pretemporada desastrosa y preocupante para el matrimonio a tres entre Fernando Alonso, McLaren y Honda, nadie apostaba un euro por el equipo que el piloto español eligió hace tres años para reeditar los grandes éxitos de su ídolo, Ayrton Senna.
La carrera inaugural del Mundial que debía cambiar la suerte de la Fórmula 1 ha puesto en evidencia que los problemas del equipo de Alonso y Stoffel Vandoorne son mucho más profundos de lo que muchos pensaban. Y no sólo es responsabilidad de la unidad de potencia japonesa de Honda, sino también de McLaren, incapaz de realizar un coche a la altura.
No todo es culpa de Honda
Los responsables del ocaso de un equipo histórico de la máxima categoría como McLaren no vienen exclusivamente del Lejano Oriente. Muchos pretenden hacer creer esto al sufrido público, que año tras año compra las promesas y las gratuitas afirmaciones que Eric Boullier y el propio Alonso proclaman.
El Gran Premio de Australia ha evidenciado una vez más que ni los japoneses están a la altura tras tres años intentándolo de todas las maneras posibles ni tampoco el equipo de Woking es capaz de poner un chasis de primer nivel que garantice competir con los mejores.
El milagro en la pista de Alonso con un coche de GP2 (perdón, ahora hay que llamarla Fórmula 2) se ha visto arruinado por una rotura mecánica en su MCL32, que le ha obligado a abandonar a tres vueltas de la bandera a cuadros.
Eric Boullier, el mismo que hace dos semanas garantizaba que con un motor Mercedes su equipo sería capaz de luchar por la victoria, admitía tras la carrera: “El coche de Fernando sufrió muy pronto una avería en el freno delantero izquierdo”. Para posteriormente confirmar: “El daño en su coche se convirtió en un problema terminal. El suelo se rompió irremediablemente, obligándole a regresar al garaje y retirarse”.
Lo vivido sobre la pista de Melbourne, un circuito semiurbano que no lleva al límite a los monoplazas como las pistas de verdad, es que un McLaren con Mercedes, Renault o cualquier otro motorista a los que ha cortejado las últimas semanas no hubiera sido capaz de luchar por los puestos de cabeza.
De hecho, la carrera de Alonso evidencia cómo a pesar de tener el coche menos potente y rápido de la parrilla su mecánica no es capaz de aguantar los esfuerzos y solicitaciones de una pista ‘básica’. De contar con la caballería salvaje de un Mercedes, ¿qué sería del MCL32?
Stoffel Vandoorne, por su parte, sí logro terminar la carrera. Eso sí, en última posición no exento de problemas que tampoco se pueden echar encima de los japoneses de Honda. Boullier alabó el durísimo segundo Gran Premio excusando al joven piloto: ”Stoffel tuvo una tarde terriblemente frustrante, perdió la función digital del cuadro del salpicadero que le informa de los cambios de marchas. Para solucionar el problema, tuvimos que llamarle al box y reiniciar el sistema electrónico”.
En tres años, McLaren no ha sido capaz de encontrar la forma de trabajar con Honda y conseguir un equilibrio que garantice la eficiencia de las dos partes que conforman un monoplaza de F1: chasis y Unidad de Potencia.
Honda, un fracaso seguido de otro fracaso
La época dorada de McLaren-Honda, Ayrton Senna y los V6Turbo está tan lejos que los millenial que copan las redes sociales no habían nacido. La historia reciente de Honda en la Fórmula 1 viene marcada por el fracaso como motorista y constructor en la era atmosférica, que la mayoría omite, de la cual el fabricante del país del sol naciente no ha sabido recuperarse.
La cultura oriental, la cerrazón queriendo encontrar las soluciones en casa, sin ayuda de extranjeros, a miles de kilómetros de distancia de los polos tecnológicos que dominan la Fórmula 1... Si a eso le sumamos las exigencias ‘locas’ impuestas desde McLaren para realizar los motores ‘talla cero’ el primer y segundo año, los ingenieros de Honda han llegado a un callejón sin salida.
El fabricante nipón conocía los secretos de la disposición del mejor motor del lote que McLaren usó mientras sus socios de Honda desarrollaban su primer motor. Aquella información no fue utilizada y tres años más tarde la versión de la unidad de potencia 2017 copia por fin las soluciones más extendidas del paddock y aun así es incapaz de igualar los CV de sus rivales.
Problemas de vibraciones derivadas de la difícil integración con el chasis McLaren son la consecuencia de trabajar con dos factorías separadas por lenguas, culturas de trabajo diversas, decenas de flujos horarios a lo largo de miles de kilómetros que separan Woking de Sakura. Todo esto imposibilita que las piezas cuadren y funcionen en sintonía como las que salen de Maranello, donde motor y coche se fabrican en casa bajo el mismo techo.
Alonso no hace magia en los despachos
Pagar 40 millones a un piloto para que reconozca públicamente que sus contrincantes “a mitad de recta nos sacan 30 o 35 km/h” (y aun así consiga mantener su coche en décima posición durante 40 vueltas) puede terminar saliendo barato, sobre todo cuando la factura la paga Honda.
Pero pagar a un piloto más que a Vettel o Hamilton para que no sea capaz de terminar carreras y luche por puestos de cola o para que su máxima aspiración un año más sea acabar carreras o competir de nuevo contra el Toro Rosso de su amigo Carlos Sainz puede ser el despilfarro más grande de la historia de la F1.
Fernando Alonso dejó Ferrari para ser campeón del mundo con McLaren, el equipo que este domingo ha sido doblado a mitad de carrera por Mercedes. Tres años más tarde, la apuesta del asturiano se ha transformado en una pesadilla que les aleja tanto a él como a su legión de fieles seguidores de la esperanza de volverle a ver en lo más alto, luchando por una victoria que puede no volver a repetirse.
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