Fernando Alonso sigue dando motivos para soñar (al menos, con una mejoría) tras la tercera carrera del Mundial de Fórmula Uno. En una nueva remontada épica, el asturiano pasó de la decimotercera plaza en la que salía a la séptima con la que concluyó en China. La alcanzó gracias a una auténtica victoria moral: adelantó al todopoderoso Ferrari de Sebastian Vettel (mermado por un toque anterior con el Red Bull de Max Verstappen) cuando la prueba ya moría, en la penúltima vuelta. El McLaren del bicampeón del mundo todavía no ha abandonado la zona de puntos esta temporada y, por tanto, el optimismo reina [Así les hemos contado el Gran Premio de China].
Un toque entre los dos Toro Rosso a mitad de carrera lo cambió todo por completo. Hasta entonces, la prueba no podía ser más anodina, aunque no estaba exenta de sorpresas: Bottas era primero tras un descalabro de Ferrari con las paradas en boxes. Sin embargo, la entrada en acción del coche de seguridad igualó las fuerzas por completo. Fue la ocasión propicia para que los Red Bull se hiciesen con el protagonismo. Para bien y para mal.
El héroe de la escudería austríaca fue, sin duda, Daniel Ricciardo. Desde su sexta plaza inicial, esperó una oportunidad propicia para reventar la prueba. Nada parecía indicar que fuera a lograrlo… hasta la salida del safety car. Entonces, el australiano dio una auténtica exhibición de pilotaje para, cuando la carrera se normalizó, colocarse en la primera posición en un abrir y cerrar de ojos. Él aportó las mayores dosis de espectáculo en Shanghái, donde los adelantamientos tampoco fueron multitud.
El villano de Red Bull, por otro lado, fue Max Verstappen. Ir al límite acabó pasándole factura, chocándose con Sebastian Vettel en pleno intento de superarle. Algo que acabó perjudicándoles a ambos. Era la vuelta 44 y, de forma indirecta, Alonso se veía beneficiado por el incidente. Todo lo que no le dio el coche de seguridad (salió cuando Fernando intentaba mejorar posiciones) se lo iba a dar ese golpe: mermó al líder del Mundial tanto como para que el McLaren le superase a última hora.
Minutos antes, Alonso y Sainz habían protagonizado todo un duelo español por las dos últimas posiciones que dan acceso a los puntos: el maestro era noveno y el alumno décimo. Cuando el bólido de color papaya se perdió en el horizonte para acabar igualando la séptima plaza de Bahréin, el Renault del madrileño acabó haciéndose con la novena plaza. Por delante, otro duelo nacional. En este caso, de finlandeses: Bottas (también le perjudicó la reagrupación de monoplazas) y Raikkonen completaron el podio. A regañadientes, porque ambos podían haber ganado, pero con el consuelo de una segunda y tercera plaza.
Al coche de Alonso todavía le falta velocidad, como aseguró tras bajarse del mismo en China. Sin embargo, parece que el rendimiento del McLaren en carrera dista un mundo del mostrado el año pasado a a estas alturas de temporada. Las clasificaciones no le van demasiado bien, pero ya lo dice su conductor: las carreras son el domingo, no el viernes o el sábado. Y, hasta ahora, en Woking pueden estar muy satisfechos. Con mucho curso por delante, sólo cabe ir a más.
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