Talento puro y una infancia sacrificada hasta conseguir su sueño de proclamarse campeón del mundo de MotoGP en Misano, el mismo circuito en el que Valentino Rossi, su ídolo, se ha despedido de sus seguidores en su última carrera en el trazado ubicado a sólo 11 kilómetros de su casa de Tavullia. Con sólo 22 años y en su tercera temporada en la categoría reina, Fabio Quartararo (20 de abril de 1999, Niza, Francia) ha alcanzado la gloria entre lágrimas y gritos para convertirse en el primer piloto francés en conquistar el cetro de MotoGP en el día en que Marc Márquez ha sacado músculo y ha firmado su segunda victoria consecutiva de la temporada.
El fin de semana en el que disponía de su primera oportunidad para proclamarse campeón comenzó torcido para el francés, que huye del agua como los gatos. Decimoquinto en parrilla, su peor clasificación en una temporada en la que le ha sobrado la regularidad que le faltó el pasado año, El Diablo tenía que acabar por delante de Pecco Bagnaia, que partía desde la pole.
El italiano trazó su plan a la perfección en el inicio de la carrera y se puso en cabeza escoltado por Jack Miller, su compañero de equipo, al que su misión de guardarle las espaldas le duró menos de lo esperado porque se fue al suelo en la curva 15 cuando no había completado las cuatro primeras vueltas.
La caída del australiano dejó vía libre a Marc Márquez, que se lanzó a la caza del italiano mientras que por detrás Quartararo peleaba en la duodécima plaza aunque, poco a poco, comenzó a ganar posiciones hasta situarse quinto.
Fue entonces cuando Bagnaia recibió un mensaje en la pantalla electrónica de su Ducati para informarle de la situación de la carrera. El italiano forzó su ritmo cuando restaban cinco vueltas para el final y se fue al suelo en el mismo punto que antes lo había hecho su compañero de equipo. De esta forma, Márquez sumó su segunda victoria consecutiva de la temporada sacando músculo en el brazo que tantos dolores de cabeza le ha dado y Quartararo, apeado del podio en la última vuelta por Enea Bastianini, alcanzó la gloria por la que había peleado desde la infancia.