Hubo un tiempo en que el deporte español fijó sus ojos en Rafa Nadal, Fernando Alonso, la Roja o Alberto Contador –entre otros muchos–. Pues bien, ahora, además de seguir pendiente de todos los anteriores, también tendrá que vigilar de cerca a Carolina Marín, desde ahora doble campeona de Europa y del Mundo. La primera del ranking Mundial y una rara avis en un país que contempla el fútbol como el Dios supremo y se olvida del resto de deportes durante largas temporadas, sólo esperando las finales y los triunfos de esos valientes que se atreven a romper con la rutina.
Carolina lo hizo una vez más. Saltó a la pista con la misma ilusión de siempre, como cuando era pequeña, y acabó con su máxima rival, la escocesa Kirsty Gimour, cabeza de serie número dos del campeonato, con la que sólo había perdido en una ocasión, en el Open de España de 2014, cuando todavía ni era tan buena ni sabía que iba a convertirse en la referencia de su deporte y, de paso, la de muchas niñas que desde hoy la tienen como ejemplo.
La española llegó a la final tras sobreponerse a un dolor en el hombro izquierdo que la obligó a pedir ayuda en las semifinales, donde acabó con la tercera cabeza de serie (23-21, 21-15), Kjaersfeldt. Y esos problemas los arrastró en su choque contra Kirsty Gimour. Carolina saltó a jugar con su hombro completamente vendado. Pero dio igual. La onubense batió a su oponente en Francia en 43 minutos (21-12 y 21-18). Y lo hizo como acostumbra: sin esconderse, celebrando cada punto y sin mostrar signos de flaqueza en ningún momento.
La Rafa Nadal del bádminton, como algunos han decidido apodarla, se hizo así con su segunda corona europea en Francia (ya ganó el oro en 2014). Batió a su rival, lo celebró como se merecía, alzó los brazos, se dio la vuelta y mandó un mensaje: “Mamá, te quiero”, gritó. Y así, con un gesto tan de persona normal, o de tan deportistas extraordinaria, se volvió a colgar la medalla de oro. Un metal que en otro tiempo estuvo prohibido, incluso que fue inimaginable para España, que por primera vez en la historia, en este campeonato, batió su propio récord colocando a tres españoles en cuartos de final (la propia Carolina, Beatriz Corrales y Pablo Abián).
Una vez concluida su participación en el Europeo, Carolina afronta la parte final del año con el objetivo prioritario de ir a los Juegos Olímpicos de Río para conseguir el oro. Pero antes tiene un calendario tan apretado como ilusionante. Le queda por disputar el Open de Indonesia y el de Australia, y después viajará a España para estar una semana tranquila antes de volar a Brasil y afrontar su gran reto esta temporada. Así lo reconocía en el Europeo: “La preparación está siendo muy diferente para llegar de la mejor forma posible. Firmar no firmo nada, voy allí a conseguir la medalla de oro. Ganar en los JJOO supondría un pasito más a mi carrera deportiva, pero sobre todo una recompensa a todo lo que hay detrás”.
Ante este panorama, la onubense ha decidido atender sólo propuestas puntuales de entrevistas, negándose a hacer algunas con el objetivo de priorizar la preparación para los Juegos Olímpicos de Río de la mejor manera posible. Y, en parte, es normal. A sus 22 años puede soñar con lo que quiera, desde convertirse en la próxima Rafa Nadal a ser candidata para llevar la bandera en Tokio 2020. Al fin y al cabo, su futuro es tan prometedor como su presente: es la primera del ranking y la principal esperanza de medalla en la cita de este verano. En definitiva, que se ha convertido en la niña bonita del deporte español. Y que lo siga siendo durante mucho tiempo.