Agustín Pichot (Argentina, 1974) habla pausado, tranquilo y sereno, pero, como si siguiera en activo, firme en todo momento. Al fin y al cabo, su trayectoria y los pequeños 'vicios' no se olvidan. Jugó en Inglaterra y Francia como profesional, defendió 13 años la camiseta de Argentina y fue tercero en el Mundial de Francia de 2007 antes de retirarse. Desde entonces, ha luchado para impulsar y desarrollar su deporte, tanto en la Unión Argentina de Rugby (UAR) como ahora que es vicepresidente de la Federación Internacional. No obstante, y a pesar de su ajetreada agenda, se para a hablar con EL ESPAÑOL en el Spain Rugby Summit organizado por la consultora de comunicación Kreab.
Para los que no le conocen, preséntese…
No es fácil porque, la verdad, no sé quién soy. Sí sé que soy vicepresidente de la Federación Mundial de Rugby, que jugué 13 años y casi 80 partidos para la selección nacional de Argentina y tuve la suerte de ser tercero en un campeonato del mundo (Francia 2007). Dicho esto, perdimos muchas más veces de las que ganamos y, simplemente, sigo siendo un jugador de rugby, aunque el físico ya no me acompañe… [Risas]
¿Qué es para usted el rugby a estas alturas?
Bueno, es mi vida. Transpiro por él y mi corazón late por él. No sabría describirlo. Viví en diferentes sitios gracias a él, mi abuelo jugó, mi padre es un gran fan, mis hermanos juegan, mis primos juegan, mis amigos son los del equipo de rugby… Qué más puedo decir.
Usted, como muchos españoles, se vio abocado a salir de su país para jugar. Pasó por Francia, Inglaterra… ¿Es irremediable que el jugador latino tenga que emigrar a países con más tradición en el rugby?
A mí me hubiese encantado no tener que salir de mi casa a los 20 años a un país que era diferente al mío, donde tuve que hacer nuevos amigos y estaba lejos de mis padres, familiares… La verdad, me costó mucho salir, pero sabía que no podía vivir del rugby en mi país. Y no me arrepiento. Me fue genial. Tuve la suerte de competir contra los mejores del mundo y, cuando volví a mi país dije: ‘Tengo dos opciones: o me escondo o armo un sistema que nos permita sobrevivir’. Y armé el sistema actual.
Decidió retirarse tras el Mundial de 2007, después de quedar tercero con Argentina. Otros habrían seguido… ¿Por qué lo hizo?
Fue una decisión difícil porque yo soy alguien muy sentimental. Pero, en realidad, siempre me guié, en todos los ámbitos de mi vida, por los sentimientos. Mira, soy una persona que apenas mide 1’70 y que no era ni fuerte ni el mejor jugando al rugby y, sin embargo, siempre hice lo que me pedía el corazón y me fue bien. Y un día, en 2007, tras el Mundial de Francia, decidí que tenía que dar un paso al costado. Sentí que yo ya le había dado lo máximo a la camiseta y que ella me había recompensando con lo máximo. Ya no quedaba nada y, en esos momentos, aunque podía haber seguido, decidí irme. Fue duro y difícil, pero no me arrepiento ni tuve ninguna duda. Fui al vestuario y dije: ‘Ya está, éste es mi último partido’.
¿Cuántas veces le han dicho que es el Maradona del rugby argentino?
[Risas] Me han dicho tantas cosas… Pero bueno, más allá de bromas, tengo la suerte de ser amigo de Diego y para mí es un privilegio conocer todo su lado humano. Hablamos hace poco y, la verdad, lo valoro mucho. Para mí no es el gran jugador de fútbol ni el gran criticador o ser humano que se equivoca; para mí, simplemente, es una persona que se ha portado muy bien conmigo.
¿También tiene relación con Messi?
No, pero sí que hablo con Lavezzi, con Mascherano y soy amigo de Solari, al que visito siempre que vengo a Madrid. Al final, sigo el fútbol, como todos, y me encantaría que algún día el rugby estuviese cerca en repercusión. Al menos, unos escalones más cerca, no pido mucho...
En Argentina, a raíz de que fueran terceros en el Mundial de 2007 y cuando usted entró en la Federación, el rugby cambió en su país. ¿Cómo?
Ahí comenzó todo. Quedamos terceros, todos los jugadores estábamos fuera, la Federación tenía deudas… Lo bueno es que aquella victoria dejó dinero para armar un proyecto. Y desde entonces han sido ocho años de guerra para sacar el rugby adelante. Pero es muy bonito ver cómo los planes se llevan a cabo. A veces, se tarda 100 años en que algo cambie. En este caso, todo se ha concretado muy rápido, más de lo que esperábamos. En Argentina teníamos el potencial y lo único que debíamos hacer era sacarlo.
Usted ha llevado a cabo ese impulso del rugby en Argentina. ¿Puede ocurrir algo parecido en España?
Yo creo que sí. Tenemos mentalidades parecidas. Yo, en su momento, copié varios sistemas y uno de ellos fue el que llevó a cabo España (el plan ADO) para Barcelona 92. España quiso, como país fuerte, llevar a cabo un proyecto y le salió bien. De ahí que en los últimos diez años haya conseguido tener a gente como Gasol o Nadal. Pero, además de lo que es España como país, también tiene pasión, potencial, jugadores y sólo le hace falta un plan para el rugby.
Aquí la idea es que vayan todos juntos. En Argentina, por ejemplo, están los de Córdoba, los de Tucumán. Y aquí, en España, tenéis a los catalanes, a los vascos… Somos muy parecidos. Y lo único que hay que hacer es ir todos juntos. De hecho, mis abuelos fueron españoles, uno gallego y otro catalán, y así me he quedado [Risas]. Pero, lejos de bromas, con un plan y todos juntos las cosas se consiguen.
¿Qué puede hacer la Federación internacional, de la que usted es vicepresidente, por España?
Es España la que tiene que presentar un plan a la Federación Internacional de Rugby. Y si el proyecto es bueno, ayudaremos. Pero primero tiene que dar España y después nosotros.
¿Puede ser un punto de inflexión el hecho de que España se haya clasificado para el rugby 7 a los Juegos Olímpicos de Río?
Sin duda, es algo bueno. Pero vuelvo a lo mismo. España tiene que ver cuál es el plan, si es seguir impulsando el rugby 7 o el 15…
¿Lo más complicado es convencer a los niños de que jueguen al rugby?
No creo. Al rugby, muy al contrario que a otros deportes, puede jugar cualquiera: el enano, el gordo, el flaco, el alto, el lento, el rápido… Eso no pasa en el fútbol, donde si eres gordo te vas a la portería, o en baloncesto, donde necesitas ser alto para jugar. Al rugby juegan todos y eso es lo que lo hace especial.
Por último, en rugby se habla de trabajo, esfuerzo, lealtad… ¿Es el deporte más fácil de vender?
Yo creo que el rugby habla por sí mismo. Pero lo importante es que los jugadores den ejemplo en el campo, que respeten al árbitro, al rival… Está muy bien hablar de todo eso, pero también hay que cumplirlo. Hay que mostrar esos valores al jugar.