Durante los Juegos Olímpicos, hubo un equipo que atrajo las miradas de buena parte del planeta: los diez miembros del combinado de refugiados, ejemplo de cómo el deporte ayuda a superar todas las adversidades. En los Paralímpicos, el turno les ha correspondido a cuatro atletas congoleños, que han podido viajar hasta Río gracias a los programas de rehabilitación puestos en marcha por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Atletas que perdieron los sueños –y las piernas- por las minas antipersona, y recuperaron la sonrisa desfilando en Maracaná.
“La verdad es que nunca esperé llegar tan lejos”, explicaba una encantada Luyina Kiese Rosette antes de partir para Río. La joven lanzadora de jabalina empezó en el atletismo adaptado en 2010, solo un año después de que perdiera su pierna derecha al pisar una mina en su aldea, Rutshuru, en la República Democrática del Congo. Una región donde lo habitual es que a los críos les enseñen a reconocer dónde puede haber minas al tiempo que aprenden a leer.
En un país como el suyo, minado no sólo física, sino económicamente tras años de dictaduras, guerras y conflictos, las posibilidades de supervivencia de críos con amputaciones son, si cabe, más bajas. Sus opciones de triunfar en la vida, más que remotas. Y sin embargo, algunos lo han logrado, con el apoyo incondicional del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Para la institución, una de las mejores formas de reintegrar socialmente a los niños y adolescentes amputados por las minas es a través de programas de rehabilitación física, especialmente de deporte. Pero para llegar hasta allí hace falta mucha voluntad y también muchos medios. Prótesis, rehabilitadores, sillas de ruedas… y equipamiento deportivo como el que han cedido a cuatro deportistas congoleños para que cumplan su sueño de participar en los Juegos Paralímpicos de Río.
“El deporte cambió mi vida, es lo único que hizo que pudiera superar mi tragedia”, explica Luyina. Junto a ella, Tolombo Kitete Crispin también compite en Río en los Paralímpicos, en lanzamiento de peso.
Equiparles a ellos fue algo más sencillo que hacerlo con Mwengani Mabonze John y Kinzonzi Kaba Paul, que necesitaban sillas de competición para participar en las pruebas de atletismo. “Cuando a los deportistas les das el equipamiento adecuado, están mucho más motivados. Y esta donación que nos ha hecho la Cruz Roja coloca a nuestros atletas en las mismas condiciones que están los que serán sus rivales en Río”, señala Betty Miangindula, presidenta del comité paralímpico del país, que hasta ahora no había podido llevar nunca a un deportista a los Juegos Paralímpicos.
El objetivo allí no es lograr medalla sino simplemente “mejorar sus marcas personales y cumplir un sueño”. Y ver con sus propios ojos que tienen un futuro por delante.
Sólo en el año 2015, la Cruz Roja atendió y ayudó a rehabilitar a 416.000 personas en 47 países, desde Colombia hasta Sudán pasando por Afganistán, Gaza o Bangladesh. Se han colocado 25.900 prótesis y se han dado 6.100 sillas de ruedas y 23.400 pares de muletas. Además, han metido a más de 2.500 personas en planes de desarrollo y formación deportiva, para que puedan soñar con seguir la estela de los cuatro congoleños y llegar, algún día, a los Juegos Paralímpicos.