Manel González (Lleida, 1963) no elude los líos. Ni siquiera uno de tal magnitud como el de sustituir a José María Odriozola al frente de la Federación Española de Atletismo. De hecho, su candidatura podría no existir. Al fin y al cabo, no le va la vida en ello. Sí, fue exatleta olímpico en 400 metros en Los Ángeles 1984. Y sí, también tiene siete títulos estatales en categorías de promoción y 13 internacionalidades absolutas. Y sí, ha seguido vinculado al atletismo como dirigente y técnico del Club Montayenc Sant Cugat -entre otras muchas cosas-. En realidad, su perfil es el adecuado. Pero podría haberse mantenido al margen y dedicarse a sacar adelante -todavía más- su estudio profesional de arquitectura. Sin embargo, ha decidido que éste es su momento. “Nunca sé decir que ‘no’ cuando me proponen algo”, ratifica. Y, por lo tanto, estará en la terna junto a Raúl Chapado e Isidoro Hornillos en las elecciones del 26 de noviembre.



Manel tampoco elude las preguntas. Queda con EL ESPAÑOL en el CaixaForum Madrid, lugar de peregrinación siempre que visita la capital. Pide café solo, escucha y dispara. Es atleta y se le nota. A sus 51 años, muchos de 20 quisieran lucir su figura. Él no ha abandonado el deporte ni aspira a ello. Es su pasión. “Me ha dado tanto el atletismo que no le puedo decir que no”, reconoce. Y hace lo propio con la prensa. Imbuido en la campaña electoral, atiende por aquí y por allá. Lo han llamado más de lo que esperaba, “de sitios muy variados”, pero contesta sin mirar el reloj. Nunca lo ha hecho, a pesar de que la edad apriete el tiempo y los sueños busquen en el corazón la energía que ya no encuentran en las piernas.



-¿Quién diría que es Manel González?



-[Risas] Creo que podría definirme como “una persona poliédrica, muy tenaz, discreta y trabajadora”. ¡Vaya, es lo primero que se me ha ocurrido y seguro que mi mujer pensaría otra cosa! En cuanto a la candidatura, tengo más de 50 años y conozco el atletismo en todos los aspectos. He estado en un club, he sido olímpico, he organizado medias maratones… En definitiva, soy una persona que ha tenido el atletismo en la cabecera de la cama y lo ha utilizado para todo: desde la formación de una familia hasta como modo de evitar el estrés.



-Fue olímpico en Los Ángeles 84. ¿Era más difícil vivir del atletismo antes o ahora?



-Mi nivel no fue muy de élite. Es verdad que fui olímpico, pero hay estatus. Yo, a partir de los 20 años, supe que no iba a ganar una medalla allí en mi vida. Pero viví una época buena, entre el 85 y el 90, cuando el atletismo tenía más recursos. Luego cayó en picado en 2008 y desde entonces el presupuesto se ha reducido mucho. Pero la cuestión es que yo recuerdo mítines en los que las cifras, hablando en pesetas, eran muy superiores a las de ahora. Era más fácil vivir antes. Así lo hicieron muchos profesionales, como, por otra parte, se merecen. Pero ahora la situación del país es la que es y hay que repartir más. Y la economía no ha ayudado a que los patrocinadores favorezcan los intereses del atletismo. Pero le pasa también a otros deportes.



-¿Por qué se mete entonces en este lío? ¿No asusta un poco ser presidente de la Federación después de los 27 años de Odriozola en el cargo?



-Por un lado, porque es un reto complicado y eso me motiva, y por otro, porque creo que tengo una especie de maridaje entre la experiencia, los conocimientos y un espectro amplio tras trabajar en varios lugares. Y luego, porque me ha animado un sector de amigos y yo no sé decir que no. ¿Y si me asusta? A esta edad no me asusta nada. Sobre la Federación, hay cosas que las intuyo, otras que las percibo y otras que las sé. Pero he lidiado con otras empresas y mi día a día tampoco es fácil. En cualquier caso, entre quien entre, espero que cualquiera le dé un nuevo aliento. Hay que regenerarse. Por eso están las generaciones familiares, para que todo evolucione.

Manel González posa para EL ESPAÑOL. Dani Pozo EL ESPAÑOL



Padre de un niño y una niña, esposo y neoromántico -como también se define-, Manel no olvida sus orígenes. Ni siquiera aquellas tardes de frío en el campo del Lleida, donde su padre, que llegó a jugar en Primera división, paraba balones ante la atenta mirada de su retoño. Pero él, que también probó como portero, y tras hacer balonmano y “casi cualquier deporte”, se decantó por el atletismo. Su progenitor le presentó a su primer entrenador sin saber que lo sería, casi por azar. El caso es que él aceptó el reto. El primero de los muchos que vendrían, como cuando se tuvo que trasladar a la Blume de Barcelona, o como cuando se metió a estudiar arquitectura… Al final, su vida lo llevó a buscar la gloria en el 400.



- ¿Por qué esa distancia?



- Bueno, hay que ser rápido, pero no mucho. Hay que ser resistente, tenaz, muy duro y luchar hasta el final. Tienes cierto tiempo para pensar, pero muy rápidamente. En definitiva, somos lo que nos han parido y a mí me venía bien. 



- Pero nada que ver con la carrera que comienza ahora… ¿Qué urge cambiar en el atletismo?



- Para resumirlo, después de un largo mandato, en el que se generan una serie de sinergias, creo que hay que abrir las ventanas y que entre aire nuevo. ¿Y qué hace falta? Hay cosas evidentes: tenemos que intentar que los chavales lleguen, que sea un deporte más conocido, que sea atractivo para los patrocinadores… Luego, cada candidato tendrá su manera de hacerlo. Pero yo, desde mi punto de vista, creo que hay cuatro cosas fundamentales para conseguir todo esto: hay que animar a los atletas para que sean más reconocidos y puedan alargar su durabilidad, hay que favorecer a los entrenadores, los clubes tienen que ser la casa y las territoriales la fuente.



-Nos podríamos pasar el día hablando de medidas, pero están todas bien explicadas en su página web. Aun así, es inevitable no preguntarle por el dopaje, quizás lo que más preocupa a todos.



-Es un tema sobre el que hay que asesorarse y que está limitado por la jurisprudencia actual. Pero nuestros objetivos son: informar a los atletas en promoción, velar por sus intereses y apartar de forma taxativa a todo aquel que haya incumplido la normativa vigente. Vamos a buscar que este marco se pueda ampliar un poquito más y ver si las sanciones pueden ser más restrictivas, pero de momento es lo que hay.



- Hablando de su vida y de la de todos los españoles, dígame que sintió en estos tres momentos: cuando fue olímpico en Los Ángeles 84, cuando vio a Fermín Cacho ganar el oro en Barcelona y cuando supo la sanción a Marta Domínguez.



-Bueno, nosotros nos movíamos más por emociones que por dinero u otra cosa. Y cuando vi la posibilidad de acudir a Los Ángeles, me cogí menos asignaturas en el segundo año de arquitectura -lo que estudiaba entonces y después de terminar aparejadores- para cumplir lo que ha sido, sin duda, uno de los hitos de mi vida. En cuanto a Fermín Cacho, para mí fue un momento estelar. Estar en unos Juegos y ver un oro como el suyo logrado, además, con tanta desfachatez. Fue muy emocionante. 



-Hablando ya de Marta, para mí fue una situación complicada porque soy padre de atletas. Para los que hemos tratado de inculcar este deporte, fue una decepción que no te puedes ni imaginar. Yo, para mis hijos, a los que les había dicho que con tenacidad y esfuerzo llegan las cosas, había querido lo que había hecho ella, y de repente se te desmorona todo. Mi hijo me dijo: ‘Joder, qué decepción. ¿Todo es una mierda como esto, en la vida y en el mundo del atletismo?’. Y yo le contesté: ‘Espero que no’. No puedo comprender esa incoherencia a la hora de aprovecharse de los estamentos, de la administración y tampoco sé cómo esa gente puede tener cargos públicos.

Manel González posa para EL ESPAÑOL. Dani Pozo EL ESPAÑOL



Devoto del Jazz, lector de Murakami -aunque el último no le haya gustado mucho-, Manel sólo exhibe como vicio inconfesable el correr cuando sufre estrés. Pero más allá de sus particularidades, su candidatura y él tienden a la normalidad. En pocos meses, puede ser presidente, pero reniega de todo lo que esté envuelto bajo el sucedáneo de la política. No aspira a ser Rivera, ni Rajoy, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias. Él sólo busca la felicidad en ayudar al prójimo. “Admiro a las personas que hacen cosas sin pedir nada a cambio. Ojalá y pueda ser así”, confiesa. Y ataca su opuesto, “pero me molesta la envidia, la gente que intenta hacer cosas mal. Por ejemplo, como cuando nos engañan a los ciudadanos. Eso me jode”.



-Hablando de cosas que joden… ¿Qué le molestaría no haber hecho cuando acabara su hipotética legislatura?



-Me gustaría poder instaurar la gran parte de nuestro programa. Luego hay cosas que se podrán hacer y otras que no. Hay decisiones que tenemos claras y luego están las circunstancias, que esas no las sé. Pero esto no es ningún juego, yo quiero venir aquí a trabajar. Intentaremos cambiar las cosas que no son buenas, reestructuraremos aquello que tengamos que reestructurar y cambiaremos las cosas si no se está de acuerdo con lo que hacemos. Pero, más allá de eso, afronto esto como un trabajo cualquiera.



-Y ya la última. ¿Qué es para usted el futuro?



-Hombre, hablar del futuro cuando se tienen 50 años es jodido. Tengo muchas contradicciones, pero también muchas cosas por hacer. Sé que tengo una edad y que no me va a dar tiempo a hacer muchas cosas. Pero bueno, siempre he intentado dar contenido a mi vida e igual me he pasado. Pero para mí el futuro es éste, darle continuidad a la vida y desarrollar los proyectos que creo que son los adecuados.

Manel González posa para EL ESPAÑOL. Dani Pozo EL ESPAÑOL

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