A sus 22 años, Nazi Paikidze-Barnes lleva toda la vida estudiando sus opciones, el tablero de juego, los movimientos de sus rivales y la mejor estrategia posible para ganar una partida. La jugadora de ajedrez estadounidense, de origen georgiano, acaba de plantarse. “Creo que es totalmente inaceptable hacer un Campeonato del Mundo femenino en un lugar donde no se respetan los derechos fundamentales de las mujeres, en un sitio donde las tratan como ciudadanas de segunda clase”, ha dicho, en referencia al Mundial que debe disputarse en unos días en Irán. O la dejan jugar sin hijab, o no irá. Jaque mate.
La polémica estalló hace unas semanas, cuando la Federación Mundial de Ajedrez (FIDE) anunció que el Mundial femenino de 2017 se celebrará en Teherán, y que las jugadoras deben respetar las normas del país, lo que incluye que deberán competir con un hijab, una prenda que es “de uso obligatorio para las mujeres” en Irán.
“El Manual de la FIDE dice que uno de los principios morales de la organización es rechazar la discriminación por cualquier motivo: de nacionalidad, política, de raza, de sexo, social o religiosa”, explica la propia jugadora en una carta abierta en la que llama a todas las jugadoras a negarse a jugar en Irán si no les permiten hacerlo sin velo, además de pedir a la FIDE que cambie de lugar la celebración del Mundial.
La respuesta de la Federación, por el momento, ha sido simplemente pedir a las jugadoras que acepten y respeten “las diferencias culturales” y se atengan a las normas impuestas por la “policía de la moral” aprobada en Irán desde 1979, y que establece penas de arresto y amonestación a las mujeres que, en lugares públicos, no lleven hijab.
Paikidze, actual campeona de Estados Unidos, no ha cedido a la presión de la Federación Internacional y se ha mostrado contundente en esta partida. “Me siento profundamente orgullosa de haber logrado mi clasificación para representar a Estados Unidos en el Mundial Femenino, pero si la situación no cambia, no participaré en este evento”, ha dicho públicamente.
No es la única jugadora que se ha mostrado contraria a la obligación de llevar velo para participar. La ecuatoriana Carla Heredia, campeona panamericana de ajedrez, ha defendido la decisión de la estadounidense. “Ninguna institución, ningún gobierno, ni el Mundial de Ajedrez, pueden obligar a una mujer a ponerse o quitarse un hijab. Esto va en contra de todo lo que el deporte significa, que no puede haber discriminaciones por raza, sexo o religión”, ha explicado en un comunicado. Heredia también se ha mostrado contraria a otra de las normas que se aplicarán en el Mundial de Irán. “Una mujer no puede estar sola en una habitación con un hombre si éste no es su marido. ¿No podremos estar a solas con nuestro entrenador?”, pregunta.
Y no sólo está recabando más participantes en el Mundial a su causa, sino también el apoyo de grandes figuras mundiales del ajedrez, como Gary Kasparov, que ha declarado que “organizar un campeonato internacional en una teocracia represiva y pedir a las participantes que lleven hijab es demasiado, hasta para una organización tan corrupta como la FIDE”. El Gran Maestro británico Nigel Short ha respaldado la campaña de Paikidze, destacando que es “una escandalosa discriminación religiosa y sexual contra las mujeres ajedrecistas”.
Carolina Luján, otra de las 64 jugadoras clasificadas para el Mundial, se ha manifestado en la misma línea. “Nadie obliga a una jugadora musulmana a quitarse el velo en una competición, no entiendo por qué nos hacen a nosotras ponérnoslo para poder competir”, ha dicho en un comunicado en Facebook, añadiendo que ha enviado una petición a la Comisión de Mujeres de la FIDE para que se solucione el cisma. “No se trata de un boicot”, dice, “sino de que se respeten los derechos humanos”.