Qué decir. España, de nuevo, se ve abocada al precipicio. Lucha y pelea -eso no es posible negárselo a las ‘guerreras’-, pero repite errores, quién sabe si mortales en este Europeo. Sólo el tiempo lo dirá. De momento, le queda aspirar el presente, para bien y para mal. Reflexionar y corregir. No le queda otra después de caer ante Serbia (23-25) por primera vez en su historia en un partido en el que España sólo fue capaz de reaccionar al final concretando su muerte en la orilla. Una derrota que duele por ser la segunda en este campeonato y obliga, a su vez, a ganarlo todo si el objetivo es luchar por las medallas. Ya se verá. A corto plazo, las de Jorge Dueñas sólo podrán pensar en Eslovenia. Así se llama su futuro próximo, el único a día de hoy que se contempla como posible.



Venía España de caer ante Suecia, la selección anfitriona (25-19); algo, en teoría, previsible. Pero ya está. Ocurrido aquello, debía, al menos -y casi por obligación-, mejorar en su siguiente encuentro. Sin embargo, no lo hizo en el primer tiempo ni tampoco en gran parte del segundo. Comenzó, de nuevo, con imprecisiones. Por ejemplo, el balón perdido por Silvia Navarro tras el pitido inicial -y que acabó con gol rival- o el escaso acierto de Sandy, que no acostumbra a errar tanto. Tan solo dos circunstancias que se suman a muchas otras y que aprovecharon las serbias para irse en el marcador hasta un 6-10.



Pero, pasado el bache, apareció Marta Mangué para ajustar el marcador. Algo, también, circunstancial, pues la ‘pantera’ de Telde tuvo que retirarse lesionada. Y mientras, al otro lado, Colic (47% de acierto en paradas en el primer tiempo) y Stoiljkovic (3 de 4) a lo suyo. Con España, eso sí, en progresión en los minutos finales hasta forzar el 8-10 antes del descanso. Una renta aceptable en virtud a lo visto durante la primera mitad: poco balonmano -en general- y muchas imprecisiones por parte de las ‘guerreras’.



Pero no, no era el día. Ni España había encontrado su mejor versión ni la fortuna estaba de su lado. Y otra vez, nada más empezar la segunda mitad, se encontraba con un contratiempo: la lesión de Nerea Pena, que se tuvo que retirar temporalmente -aunque volvería más tarde-. Y Serbia lo aprovechó yéndose a siete de distancia. Un mundo, a priori, pero no a posteriori. Porque las ‘guerreras’, después de las desdichas y las desgracias, se rehicieron, de nuevo, según avanzaron los minutos. Y se llegó al 15-20. Y al 17-21. Y al 18-21. Y suma y sigue en busca se la remontada.



España, por fin, se lo creyó. Desterró los miedos, enterró los nervios y jugó como sabe, de aquel modo en que enamoró al aficionado español y del que sigue, de vez en cuando, ofreciendo pequeñas muestras. Pero murió en la orilla. Otra vez, cayó. Se quedó a nada (23-25), apenas dos goles. Una nimiedad que, en realidad, deja patente la superioridad de las guerreras, a las que sólo Colic (15 paradas de 37 lanzamientos, 41% de acierto y nombrada mejor jugadora del partido) se pudo oponer. Eso y sus propios errores, todos necesitados de encontrar una solución urgente. No le queda otra a España, que, tras esta derrota, se condena a ganar a Eslovenia para pasar a la próxima fase. Y, una vez allí, aspirar a ganarlo todo. Casi nada. 

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