Esta derrota recuerda a muchas crónicas malditas, a pesadillas de otro tiempo, a despertares que no apetecen y a resacas que se hacen eternas. Todo eso es cierto, desagradable y agrio, pero toca volverlo a escribirlo otra vez. Las palabras, benditas ellas, no hieren, pero sí hacen daño merced a lo ocurrido. Difícil pensar otra cosa cuando España cayó, por tercera vez y en tres torneos consecutivos, contra Francia. Lo hizo en el Mundial, en los Juegos Olímpicos y ahora en el Europeo (22-23). En el último segundo, las guerreras perdieron la pelota -por unos dobles previos- y Allison Pineau, desde lejos, viendo que las de Jorge Dueñas estaban con portera-jugador, disparó para darle la victoria a las suyas.
Tan cruel es la derrota como su amante, esa que te da esperanzas, te abraza, te da mimos y luego te despecha. Esa que vuelve una y otra vez para recordar lo que duele. Pero, oiga, contra las mismas. Contra Francia de nuevo. Eso no se hace. El destino, el hado o lo que quieran no puede ser tan crudo. La fatalidad algún día tenía que salir de su bucle, pero no ocurrió. Y eso que esta vez parecía diferente, que las guerreras habían aguantado y, a nueve segundos del final, tenían el empate en su mano y la victoria como posibilidad. Pero no, no era el día. No contra ellas.
En un principio, no obstante, parecía que iba a ser diferente. Ahí estaba la bestia negra, de nuevo en liza; y las guerreras, al otro lado, intentando evitar no cometer errores pasados. Desde el principio, aguantando en defensa y sin correr riesgos en ataque; firmes atrás y con cuidado arriba. España marcó los tiempos, recibió tan solo dos goles en los primeros ocho minutos e inauguró su propio marcador 30 segundos después. Y, a partir de ahí, sólo dudó en los minutos finales. Confió en Silvia Navarro, siempre inconmensurable (7 de 16 paradas, 44%) y en todas las demás. La selección se echó en manos de Nerea Pena (4 de 5 en tiros de campo) y de Sandy (2 de 4); ejecutó bien las contras y jugó por los extremos (cuatro tantos desde ahí en el primer tiempo), y así le fue bien. O, mejor dicho, de lujo, con el electrónico a favor al descanso (14-10).
Quedaba, a pesar de todo, la duda de si la selección aguantaría. Y así lo hizo durante mucho tiempo, jugando como mejor sabe: por los extremos, al contraataque y firme en defensa. Pero, poco a poco, fue perdiendo su renta. Aguantaron Silvia Navarro (35% en paradas), Nerea Pena (cinco goles), Mireia (cuatro de cuatro) y Sandy (cuatro de diez). Hasta el final, cuando llegó el empate en la última jugada y nueve segundos para España. Y ahí se acabó todo: unos dobles, una pérdida de balón y el gol de Francia, el de la victoria, el que hace eterna la pesadilla y no permite despertar a España. Y, de paso, la que deja la lucha por las medallas. Lo dicho, imposible que el destino sea tan cruel.