Qué diferente es que hablen de alguien por su trabajo o por lo que rodea a su trabajo. Qué diferente es que hablen de un futbolista por su buen partido que por insultos o feos modales. Jordi Alba fue protagonista en el Clásico por sus 'cariñosos epítetos' a Kovacic ("Aprende a hablar español, tonto" o "Cállate, bobo", le dedicó al croata) y siete días después fue protagonista por su gran partido.
En Pamplona, en la cómoda victoria del Barcelona a Osasuna (0-3), Jordi Alba destacó. Sirvió dos de los tres goles (los dos primeros) con dos subidas por banda, algo que el lateral catalán borda. Cuando Alba hace esa jugada, podrá repetirla una y otra vez, que siempre la hará bien y sus rivales serán incapaces de pararle. Así lo lleva haciendo años y años, recuerden la final de la Eurocopa 2012, por ejemplo.
En este caso no marcó él, sino que regaló los goles a Suárez y Messi. Y los dos fueron idénticos, abriendo su banda para que el jugador enlace, primero Messi, después Denis Suárez, le dieran el antepenúltimo toque de jugadas que el Barça hace ya de memoria y asistiendo al primer toque. En el segundo gol, Alba llega a la línea de fondo partiendo de la línea de banda, como si de un hombre de incógnito se tratara.
Consciente de su gran partido en Pamplona, Jordi Alba buscó su momento. Sabía que estaba ante la ocasión perfecta para reivindicarse y devolver los mensajes a sus críticos. El lateral azulgrana incluso denunció una campaña en su contra, una persecución por parte de algunos medios. "Siempre me sacan a mí información. Yo me equivoco muchas veces, pero todos decimos muchas cosas y me sacan a mí solo", comentó Alba, que añadió que esas son "cosas que ya tengo asumido y sé de dónde vienen".
"Quieren hacerme daño gratuitamente, siempre me buscan, pero ya no le doy importancia", siguió relatando el catalán. Tenía tantas ganas de contestar, tras una semana en la que estuvo muy presente por sus insultos a Kovacic, que mandó un recado. "Espero que toda la gente que ha hablado mal de mí esta semana haya visto el partido de hoy", dijo.
Su carácter le resta
Jordi Alba es un jugador peculiar. Todo lo que puede ganar en el campo, lo pierde fuera. Gran lateral, acaba también siendo famoso por lo que hace fuera, por una actitud en muchos casos prepotente, salida de tono. Su encontronazo con Kovacic en el último Clásico destacó por una especie de superioridad con la que hablaba el catalán, algo que fue contestado en las redes sociales, donde le recordaron que el croata no sólo sabe hablar castellano o su idioma natal, sino también italiano, alemán e inglés.
La verdad es que Jordi Alba siempre ha sido un futbolista peculiar. Por un lado está el Alba lateral, clave en estos últimos años del Barça a un nivel pocas veces cuestionado y que este año, con la competencia directa con Digne, se ha antojado más imprescindible debido a la diferencia entre el catalán y el francés.
Pero también hay otro Alba, con un carácter peculiar, que igual le lleva a soltar una peineta al Bernabéu, a encararse con Neymar ("Vete a tomar por culo, ¿tienes algún problema?", le soltó el brasileño en un partido), a amenazar a un periodista tras la debacle mundialista de 2014 ("La próxima vez te arranco la cabeza"), a poner serio hasta a Casillas en un entrenamiento de 'La Roja' tras llamarle "bobo", a reírse de Serantes, portero del Leganés, cuando había recibido cinco goles o a recibir dos tarjetas amarillas en 30 segundos por protestar.
Y ese es el problema de Jordi Alba. Estas cosas esconden al futbolista, a un jugador que ha sido pieza fundamental en los últimos años del Barcelona y de la selección española. Cuando el barcelonés se dedica a jugar, pocas veces se equivoca. Cuando está enchufado, el Barcelona tiene un juego más ameno, confiando en el lateral y abriendo más su fútbol, a menudo estático y cerrado en una sola idea obsesionada con entrar por el centro.
Alba demuestra que un lateral puede ser un extremo, que un defensor puede ser un asistente de gol y que un toque bien puede valer para crear gol, sin necesidad de una alta posesión. Alba representa eso y sería representante de muchas cosas más si su prioridad fuera únicamente el balón.