Apenas 80 kilómetros al norte de Bangkok, la ciudad de Ayutthaya muestra orgullosa unas ruinas Patrimonio de la Humanidad que, sin embargo, no cuentan al visitante lo que realmente esconden. Capital del reino Thai durante siglos, Ayutthaya fue el escenario de una historia prácticamente olvidada. Historia viva (y documentada) del orgullo de una nación. Historia del nacimiento del Muay Thai, el arte de las ocho extremidades.

The Making of PRISON FIGHTERS | Feb. 24 on SHOWTIME

Donde hoy los turistas campan ignorantes entre los restos de sus templos y las cabezas de Buda languidecen amenazadas con ser engullidas por los árboles, un día, allá por 1764, se produjo la gran invasión birmana, los grandes enemigos históricos de los Thai, origen de la Guerra Birmano-Siamés. 20.000 hombres provocaron la "segunda caída de Ayutthaya", causaron miles de muertes y otros tantos Thai fueron hechos prisioneros para ser vendidos como esclavos. Nai Khanom Thom se encontraba entre ellos.

Considerado el padre del Muay Thai, alcanzó tal consideración cuando, durante una celebración religiosa que duraba siete días y siete noches, fue protagonista involuntario de una demostración en la que los soldados birmanos -como prueba evidente del resultado de la batalla- quisieron demostrar a su rey cómo lo que hoy es conocido como 'boxeo birmano' era absolutamente superior al Muay Thai.

Uno de los combates que organiza Prison Fight. Foto: Showtime

Los Thai recibieron la orden de elegir a su campeón y miles de ojos buscaron desesperados a Nai Khanom Thom. De orígenes humildes, realizó la tradicional ceremonia -muy parecido a un baile ritual- con el que se honra a los maestros y derrotó con facilidad a su oponente birmano. Acusado, sin embargo, de brujería por aquella 'ceremonia', los birmanos le obligaron a enfrentarse a un rival tras otro hasta que, cuando sumaba nueve victorias seguidas, el propio rey birmano no sólo reconoció su valor, sino que en su magnanimidad le concedió la libertad a él y a todos los suyos, además de darle a elegir entre riquezas y dos mujeres por sus méritos en el combate.

Aquel día, un 17 de marzo, se considera hoy sagrado en Tailandia: es fiesta nacional y la figura de Nai Khanom Thom admirada por todo el país. De hecho, hasta los funcionarios de prisiones del país asiático lo han convertido en su inspiración para crear una versión en pleno siglo XXI. Se conoce como Prison Fight.

UNA ESPERANZA CONVERTIDA EN NEGOCIO

Desarrollado por el Departamento de Correccionales de Tailandia en la prisión de Khao Prik, a unos 200 kilómetros de Bangkok, desde comienzos del año 2013, el programa Prison Fight reúne todos los claroscuros posibles, todos los ingredientes necesarios para una película de serie B con Jean-Claude van Damme de protagonista.

Uno de los participantes en el programa de la cárcel de Khao Prik durante un entrenamiento. Foto: Showtime

Si bien en los comienzos se publicitó como el programa de una ONG orientado a "dar a los presos un objetivo, una esperanza" -según reza su propia web-, Prison Fight se ha convertido en un negocio primero y, después, en un espectáculo. Destinado a todos los reclusos de la prisión, cualquiera de ellos puede participar sea cual sea su delito: desde el simple trapicheo con drogas a los crímenes de sangre. Primero en los entrenamientos grupales -ayudan a calmar a la población reclusa, argumentan, pues el Muay Thai es en Tailandia poco menos que una religión- y después en los combates que se realizan en el interior de la propia prisión con el resto de condenados como público -incluso hay cheerleaders contratadas ex profeso-.

El negocio se sustenta en los luchadores europeos que quieren probarse -según un documental de Showtime, incluso algunos deportistas de diversas disciplinas acuden a esta prisión a pelear como parte de su preparación para los Juegos Olímpicos o Mundiales de sus categorías- y acuden a Khao Prik a pelear con luchadores de probada fiereza a cambio de un módico precio y una experiencia única. El espectáculo era la consecuencia lógica, quizás la única.

Un militar vigila a los presos antes del comienzo de los entrenamientos. FuenteFoto: Showtime

Prison Fight tiene su propia marca registrada, la que vende merchandising y equipamiento deportivo de diferentes artes marciales. En su página web definen su objetivo: "Ayudar al Departamento de Prisiones en la implantación de programas de rehabilitación entre reclusos promoviendo el deporte y la buena salud. El desarrollo del deporte dentro de los muros de las prisiones puede minimizar los problemas internos tales como el uso de drogas y los comportamientos violentos. [...] El programa está ayudando a los presos a mantener los vínculos necesarios con la sociedad y les ayudará en una mejor adaptación a la sociedad en el futuro".

LUCHAR PARA SALIR DE LA CÁRCEL

Los buenos propósitos se tradujeron, sin embargo, en una competición donde el ganador de un torneo -suelen ser cinco combates por torneo, aunque esa cifra puede variar- recibe el perdón real, un indulto completo y, en consecuencia, la libertad sin importar el delito que hubiera cometido. 

Un desenlace que endulza tanto como amarga, pues el premio por el esfuerzo y el talento desarrollado entre rejas deja el regusto de dos preguntas que alguien responderá alguna vez en Tailandia: 1) ¿es lícito que un preso violento pueda alcanzar la libertad, la redención e incluso el reconocimiento a través de la violencia? y 2) ¿serán las familias de las víctimas de aquellos delitos violentos partidarias de tales indultos?

Uno de los presos, durante un combate organizado por Prison Fight. Foto: Showtime

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