“Sabía que defender mi título sería difícil. Y quizá te parezca difícil de creer, pero esta medalla de bronce es la más especial que he ganado nunca. Porque hace sólo tres meses tuve que huir de mi propia casa. Tuve que decidir cuáles de todas mis pertenencias eran las más importantes. Tuve que dejar allí a mis perros, no tenía dinero, sigo sin tener residencia fija actualmente. Todo para darme a mí misma la oportunidad de tener la vida y el amor que merecí. Uno que no involucre el miedo, las peleas, las amenazas y el abuso. Estar en el podio hoy después de no estar ni siquiera en la pelea durante cuatro rondas significa el mundo para mí. Hice una apuesta importante echando a volar mi vida en un año tan importante para mi carrera. Pero ya era hora de ver que mereció la pena. Mereció la pena. Muchas gracias por correr conmigo”.
12 de agosto de 2017. Horas después de convertirse en la tercera mejor saltadora de longitud del mundo, la estadounidense Tianna Bartoletta hace esta tremenda confesión a través de Facebook. Gran favorita para el título al ser la actual reina mundialista y olímpica, no importa que no haya logrado el triunfo que a buen seguro llegó a anhelar. En su caso, ese bronce sabe a oro tanto o más que el propio metal dorado. Su sufrimiento encubierto de los últimos meses necesitaba ser olvidado en el tartán, escenario inmejorable para ella. Por mucho que su actual apellido le recuerde día tras día al responsable de ese calvario pasado: John Bartoletta.
Tianna conoció a su marido, un gestor de inversiones cincuentón, en 2011. Ya había llovido desde que ganase nueve títulos estatales en el instituto, logrando cuatro en un solo campeonato (a lo Jesse Owens). Seis años atrás, aún universitaria y a los 19, había conquistado su primer oro mundial en Helsinki. Después, ya como profesional, más sombras que luces.
A una plata indoor en 2006 (transformada en oro después por dopaje de la rusa Kotova) le siguieron una grave lesión de cartílago y rótula y un décimo puesto mundial. También la no clasificación ni para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 ni para los Mundiales de Berlín y Daegu. Fuera de forma y en bancarrota, sin que los cambios de entrenadores solucionasen nada, todavía era Tianna Madison.
Pero todo cambió a partir de ese primer encuentro con John en un restaurante de Orlando. La comida estuvo aderezada por una conversación de hasta tres horas, en la que una nueva Tianna nació. “Me dijo que dejase de mentirme a mí misma, de ir a lo fácil. Que no sabía lo buena que era. Creí lo que me estaba diciendo, lo suficiente para creer en mí misma, y ese fue el principio de mi nuevo viaje en el atletismo. También puso los pilares de nuestra relación, que consiste en creer el uno en el otro”, declaró ella al Tampa Bay Times en 2013. Pasó de estar “anémica”, como dijo su nueva pareja, a pensar, con firme convicción, que el 2012 iba a ser su año.
Y no estuvo mal, la verdad. Tras dejar atrás sus problemas, fue campeona olímpica con el equipo estadounidense de relevo 4x100 en Londres. Allí, en los 100m, se quedó a 0,04 centésimas de ganar el bronce, con su mejor marca personal en la distancia (10,85 segundos). Algo que celebró mucho más que su oro: visita a un tendero local con el que Tianna y John habían hecho buenas migas para enseñarle la medalla entre comestibles; después, ya en casa, unas patatas fritas acompañadas de unos helados como provisiones para ver la última película de Harry Potter.
Tanto ánimo insufló John a Tianna, de apellido Bartoletta desde que ambos se casaron en diciembre de 2012, que la atleta incluso se pasó a los deportes de invierno: ¡quiso formar parte del equipo norteamericano de bobsleigh! Es más, fue tercera en una prueba de la Copa del Mundo junto a Elana Meyers, una de las grandes de este deporte en Estados Unidos. Sin embargo, no fue convocada para los Juegos de Invierno de Sochi 2014, algo que sí logró la vallista Lolo Jones.
Tianna estaba más ocupada intentando encontrar el rumbo una vez más. No sólo se perdió casi toda la temporada al aire libre de 2013. Antes, se vio envuelta en un conflicto familiar que amenazó con desestabilizarla por completo. Sus propios padres presentaron una demanda por difamación contra ella y su marido. Los Bartoletta argumentaban que Jo Ann y Robert Madison habían gestionado mal el dinero de su hija. También que habían dejado entrar en el domicilio familiar a un chico que había acosado a Tianna en el instituto, además en presencia de la misma.
Sus progenitores, en estado de shock por esas acusaciones, negaron encargarse de las finanzas de su hija (habían dejado de hacerlo años atrás) y saber de la existencia de aquel incidente adolescente. Tianna denunció prácticas abusivas, egoístas y controladoras por su parte, también apropiación indebida de fondos y fraude. Además, su marido llegó a contratar a un guardaespaldas para protegerla. La situación amenazaba una ruptura familiar incapaz de ser reconducida. Así fue, por mucho que los padres retirasen la demanda meses después de interponerla. Aún entonces, Tianna no quería saber nada ni de ellos ni de su hermana.
Sí se reconcilió con el atletismo. Primero, en los 60 metros, que le dieron cierta gloria a nivel nacional e indoor. Más tarde, en sus pruebas fetiche. Pekín fue el escenario de su segundo oro mundial en longitud una década después del primero. Meses después, ya en 2016 y Río de Janeiro, llegó su primer título olímpico individual gracias a un salto de 7,17 metros, el mejor de su vida. Como en Londres, también se subió a lo más alto del podio junto a sus compañeras del relevo 4x100. Por fin, la vida parecía sonreír del todo a Tianna, sin disgustos que torciesen su felicidad.
En lo personal, también iba todo bien. O, al menos, eso parecía. Había fundado una organización para echar una mano en la educación de las chicas jóvenes e instruirlas en el honor, la integridad y el respeto a sí mismas, Club 360. También una red social de eventos junto a su marido, Unation. Él, que revitalizó la carrera deportiva de Tianna en palabras de su propia esposa, pudo volver a provocar que esta se tambalease.
Pero Bartoletta no estaba por la labor. Su nuevo salto con sabor a presea demuestra que ha aprendido de cada golpe que le ha dado la vida. Y que, cueste lo que cueste y sea cual sea la adversidad a enfrentar, nunca dejará de levantarse. Por muy movedizas que sean las arenas, del foso y de la vida.