Jueves 7 de diciembre. El exjugador italiano de rugby Andrea Benatti entró en su casa tras volver del taller que regenta desde que se retiró. Lo hizo acompañado por la Policía, ya que acababa de recibir una noticia de la que nunca habría querido enterarse: el asesinato de sus dos hijos a manos de su propia esposa, Antonella Barbieri.
Nada más entrar en la vivienda que el matrimonio tiene en Suzzara (Mantua), y tal y como cuenta La Gazzetta dello Sport, Benatti se encontró el cadáver de su hija Kim, de dos años, en la cama. Fue asfixiada con una almohada por su madre. Después, esta cogió el coche y se llevó consigo al hijo mayor de la familia, Lorenzo Zeus (cinco años). Provista de un cuchillo de cocina que utilizó para matarle en pleno campo, al lado del río Po.
Después, Antonella se clavó el arma blanca en su propio vientre. Intentaba suicidarse, aunque no lo logró. Fue un pastor quien encontró tanto el coche estacionado en medio de la nada como a la mujer herida, trasladada a un hospital en Reggio Emilia de inmediato. Allí fue custodiada por la Policía y se negó a recibir tratamiento de cualquier tipo. Estaba fuera de peligro, pero sufre problemas psicológicos, los mismos que le llevaron a confesar la autoría del crimen.
Benatti ganó la liga italiana de 2002 con el Viadana y fue cinco veces internacional con la selección nacional de su país. Tuvo que dejar el rugby en 2011 debido a unos problemas de retina. Un mal menor en comparación con el drama vivido hace tan sólo unas horas. Uno con el que se puede tomar conciencia de lo poco importantes que son las victorias o derrotas dentro del terreno de juego en comparación con las que suceden en la vida misma.
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