Que el hombre pisó por primera vez la luna en 1969 es un hecho de sobra conocido. Que ese mismo año se estrenó en Estados Unidos "Barrio Sésamo" es probable que solo lo sepan los concursantes que van a los platós de televisión a ganar dinero.
Sin embargo, se pueden contar con los dedos de una mano las personas que son conscientes de que ese mismo año el rugby llegó a las Islas Canarias, más concretamente a Tenerife, para quedarse.
A Gran Canaria tardó unos pocos años más. Aun así, la espera mereció la pena. Cuando el rugby era poco más que otro anglicismo utilizado en la isla, los escasos jugadores que lo practicaban se citaban en la playa de Las Canteras, esto es, entrenaban en la arena como los fidjianos.
Ser un deporte casi clandestino no les privó de la oportunidad de enfrentarse a un equipo con glamour como el que conformaba la tripulación del Britannia. Este yate real, que contaba con 217 marineros, se hizo famoso cuando el príncipe Carlos y Lady Di disfrutaron de su luna de miel por la islas griegas en 1981 y porque es el mismo en el que embarcaron Andrés y Sarah Ferguson años después.
El tiempo ha demostrado que el lujo del yate no es sinónimo de la eterna felicidad conyugal. Manuel González de Cossío conoce de primera mano lo "difícil" que resultaba practicar un deporte a finales de los sesenta "al que a nadie jugaba". En Tenerife, según tiene entendido, el balón ovalado aterrizó cuando se inauguró el polideportivo de la universidad de La Laguna. "Hicieron una gran competición con todo tipo de deportes y fue entonces cuando se disputó algo parecido a un partido de rugby", afirma.
En aquella época el único vínculo de Antonio con el rugby venía del instituto "gracias a un profesor de inglés que había estado en Inglaterra y que algo nos enseñó". Lo de jugar un poco en serio fue ya en su etapa de universitario. Los comienzos fueron un poco caóticos.
A principios de los ochenta entrenaban los sábados dirigidos por gente "de Madrid o Valencia" que estaba en la isla y disputaban un puñado de partidos organizados "de aquella manera". La moral nunca decayó. Salir a la península para jugar un partido era un "aliciente" y una "novedad" porque además de disfrutar "había un árbitro en el campo", añade en tono jocoso.
Ahora todo ha cambiado a mejor. El rugby se juega extramuros de la universidad incluso en categorías infantiles y juveniles como en El Medano, Adeje o Puerto de la Cruz. Pero no todo es positivo. Competir fuera de las islas sigue siendo una quimera. "Para los peninsulares es un horror venir aquí porque si no estás en División de Honor el viaje te hipoteca la mitad del presupuesto de toda temporada", se lamenta González.
La lucha por el rugby
A pesar de las dificultades, la afición no se da por vencida. "Tenemos a niños de seis o siete años jugando en los colegios pero seguimos sin suficientes árbitros y entrenadores y, por supuesto, los campos que nos dejan para entrenar es cuando quedan libres después de haber estado los del fútbol".
Cuando en 1991 el actual presidente de la Federación Canaria de Rugby, Jorge Rodríguez Bustos, llegó a la otra isla capitalina no se imaginaba que se iba a cumplir su sueño de seguir con la práctica de un deporte en el que ya contaba con la experiencia de su etapa de estudiante de Veterinaria en Córdoba.
Al poco tiempo de estar allí se encontró con un compañero que le comentó: "Coño, ¿y por qué no te vienes con nosotros?". Así fue como se reenganchó en el Club de Rugby Las Palmas. En aquella época entrenaban todo el año para jugar una fase eliminatoria con los "chicharreros" de La Laguna que daba opción a jugar el campeonato de universidades "casi siempre contra un equipo andaluz".
Si no competían se organizaban partidos de solteros contra casados "o lo que fuera con tal de estar activos". Eso, en cuanto al rugby masculino, porque en el femenino ni siquiera había equipo. "Alguna chica que habían jugado en la península venía de higas a brevas a entrenar con nosotros, pero acababan desilusionándose", recuerda.
La primera liga
En 1994 nació la primera liga territorial compuesta por seis equipos. El primer título fue para el Club de Rugby Las Palmas (CRLP), fundado en 1987. Los partidos se jugaban sobre una especie de superficie de gravilla volcánica llamada picón "en la que te dejabas el pellejo de mala manera" hasta que llegó la generación "hierba artificial" que era "una especie de estropajo donde la gente se dejaba metros cuadrados de piel pagados a la hierba".
Con el paso del tiempo la liga llegó a tener ocho equipos. Cinco en Tenerife formados en distintas facultades, entre ellas las de Bellas Artes, Aparejadores o Ciencias de la universidad de la Laguna y otros tres en Gran Canaria. Más tarde se unió al grupo el UCRA, "unos cachondos cuya filosofía era entrenar lo justo, ir a jugar los partidos y no perderse por nada del mundo los terceros tiempos", apunta Rodríguez.
José Perera Mendoza, presidente desde hace un año del CRLP, aún recuerda cómo en 1996 perdieron en la fase de ascenso a liga nacional frente al fray Luis de Granada, aunque el objetivo lo lograron un año más tarde. Les metieron en un grupo con equipos de Madrid, Sevilla y Andalucía hasta que descendieron en 2000 por problemas administrativos, esto es, porque la FER les obligaba a tener un equipo sub-20 o sub-18, algo que no pudieron conseguir aquel año.
Perera afirma que durante esas tres temporadas sufrieron "mucha presión" por parte de los equipos de la península porque el viaje a Canarias "les rompía los esquemas". Tan es así que algún equipo llegó a proponer "que nos fueran rotando por otros grupos para que jugáramos contra otros equipos del norte o de levante".
El comienzo de siglo alumbró el nacimiento de otros conjuntos en Fuerteventura y Lanzarote creados por gente que había estudiado en Las Palmas y se había vuelto a su casa. La isla que vio nacer al escultor César Manrique montó un equipo que arrasó la competición tres años seguidos. Contaban con tres jugadores de El Salvador y un internacional de seven por España que trabajaban como funcionarios de prisiones en la isla, un medio de melé francés "bohemio" que había jugado en PROD2 y que vivía en un barco en Arrecife, amén de varios argentinos, irlandeses y británicos.
Fue la época de oro del rugby en las Islas Canarias, con un equipo jugando en Primera Nacional varias temporadas, hasta que en 2008 llegó la crisis. Contaban con un ex puma, un segunda línea que había jugado con la selección de Mar de Plata, un segundo centro de la de Mendoza y un apertura de Tucumán que estaba de barman en el sur de la isla.
Hubo también dos ucranianos traídos de la mano del mítico apertura del XV de España Andriy Kovalenco. Ambos trabajaban en la construcción, y uno de ellos llegó a jugar con su país varios encuentros internacionales mientras estaba en la isla. Este año, por el contrario, solo ha habido en Tenerife y Las Palmas cuatro equipos en la liga senior.
Las complicaciones de la liga
"La crisis arrasó con todo y las islas menores se han quedado con menos extranjeros", señala Rodríguez. Eso, unido a que los chavales se van de su isla para estudiar "hace que como mucho solo puedan sacar equipos hasta juveniles".
En la actualidad el Club de Rugby Las Palmas cuenta con 44 fichas para sus dos equipos seniors y otro sub-18. Lo que pide Parera a la FER es una mayor "flexibilidad" por el tema de la insularidad. "Si este año hubiese habido fase de acenso no lo hubiéramos podido jugar", advierte.
El hecho es que a pesar de tener una liga con cuatro equipos senior solo hay tres conjuntos sub-18 "con lo cual no cumplimos las normas, y por mucho esfuerzo que hagamos jamás nos hubieran permitido la posibilidad de ascender en un terreno de juego". Hace tres lustros que no juegan en una liga nacional.
Su carácter isleño les sirve para luchar por existir o, si se prefiere, por sobrevivir porque, como dice Parera, "se tienen que alinear todos los planetas para que podamos volver a disputar otra fase de ascenso". Los dirigentes de la Federación Canaria de Rugby afirman que en las islas sí existe afición pero que la dificultad territorial "supone hoy en día un obstáculo insalvable".
Si se quiere hacer una concentración y traer a los chicos de cinco islas "no es que tengan que coger un autobús, es que tienen que coger un avión y a los mejor tardan dos meses en liquidarnos su importe por lo que si en ese periodo tienes que hacer tres desplazamientos supone un desembolso muy importante", recalca Rodríguez.
Esas dificultades geográficas han hecho que, por ejemplo, hayan tenido que enviar a una selección territorial a disputar una competición sin haber entrenado juntos ni una sola vez. "Así, esto es inviable, porque además de la pesadez y los gastos del viaje de un fin de semana completo te encuentras con jugadores con mucho mayor ritmo de competición y experiencia porque han jugado muchos más partidos que nosotros que, como mucho, disputamos doce partidos".
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