El fútbol sala español ha vivido semanas de incertidumbre y de riesgos. La RFEF, igual que hizo con las competiciones de fútbol, envió un protocolo a los clubes y una ficha de inscripción para todos aquellos equipos que quisieran disputar el final de temporada. El documento, ya popular porque eximía de responsabilidad al organismo liderado por Luis Rubiales, había que rellenarlo casi a contracorriente.
Sin embargo, en él no se han tenido en cuenta ni las diferencias entre el fútbol y el fútbol sala, ni el abismo económico que se tiene entre cada categoría. Un aspecto que ha sido fundamental y que, al reanudar la competición, ha quedado completamente desbaratado. Los protocolos no se han cumplido y, tal y como publicó EL ESPAÑOL, la Federación actuó dudosamente con test cuyos resultados fueron no concluyentes.
Si eso se produjo en un playoff de nivel organizado en Málaga, y que contaba con equipos de Primera y Segunda División, la situación vivida en los playoffs de ascenso a Segunda y a Segunda B ha sido igual o peor. Menos capacidad económica, plantillas más olvidadas y un día a día muy diferente de los jugadores y entrenadores que están inscritos en estos equipos sin vivir del fútbol sala.
EL ESPAÑOL habla con uno de los protagonistas de esos playoffs de ascenso a Segunda y que, además, superó todas las barreras para consumar la promoción a la categoría de plata. Chema Sánchez, entrenador del Atlético Benavente, rompe el silencio que había en el deporte y pone nombre y apellidos a las críticas por los protocolos sanitarios y el formato de competición que se ha puesto en práctica.
Sánchez es bien reconocido en el fútbol sala. Reconoce tener amigos en Primera División y su historial es envidiable como el mismo cuenta. No quiere que se le represente como un técnico despechado ni nada por el estilo.
Ha ascendido, antes había ganado tres veces la liga y, por méritos deportivos, está entre los candidatos a mejor técnico de la categoría. Está orgulloso porque van "a ser la localidad más pequeñita de los equipos de Segunda División" y tiene claro que merecen "ese respeto".
Él, consciente de que el hecho de jugar era un gran riesgo, se puso en contacto con el resto de clubes campeones de grupo. Elaboró una especie de decálogo con el que se explicaba detalladamente por qué no se podía jugar el playoff. Lo enviaron a la RFEF, pero la respuesta fue escasa. "Echan balones fuera y dicen que la decisión última depende del CSD". Con esas, solo quedaba jugar el playoff y rezar para no caer en la trampa de la Covid-19.
Inseguridad sanitaria
Uno de los frentes que ha tenido la Federación a la hora de organizar los playoffs de fútbol sala ha sido el incumplimiento constante de sus protocolos sanitarios. Actuaciones muy peligrosas por parte del mismo organismo y avisos enviados desde los clubes que fueron completamente omitidos. Más allá de esos resultados no concluyentes que la organización no aisló, los test repartidos generaron una gran incertidumbre y más viendo que los protocolos se incumplían.
Tal y como relatan varias fuentes del fútbol sala a EL ESPAÑOL, los equipos solo fueron sometidos a dos test: uno antes de empezar los entrenamientos y otro antes de jugar el partido. En el caso del Atlético Benavente, fueron seis semanas y solo dos test. Y, en todo este tiempo, jugando hasta dos partidos para poder ascender sin ninguna prueba entremedias.
"Qué seguridad nos da que te hagan un test antes de empezar a entrenar y seis semanas después que te lo vuelvan a hacer. Hemos estado seis semanas sin ninguna información. Si cualquier jugador hubiera estar contagiado, todos nos hubiéramos contagiado. Y no se trata de un brote que pueda estar en Benavante". La vida privada de cada jugador, que en estas categorías tiene un empleo diferente, era una forma de expandir cualquier contagio. "El riesgo de propagarlo era real", reconoce.
"Han hecho el paripé del test al principio. Además, un test cuya seguridad es la que es. Es jugarte la vida lo que nos han hecho. Nos han expuesto a jugarnos la vida. Esto parece un chiste pero la gente sigue muriendo. El bicho ataca a gente mayor pero también a jóvenes". Enfado e indignación que se repite en gran parte de los clubes.
Otro de los técnicos contactados por este periódico sostiene la misma versión. "Nosotros íbamos a entrenar y la vida social que hemos tenido era normal. No nos hemos encerrado en casa". Cuando tocaba jugar, les hacían un control de temperatura y les obligaban a ponerse la mascarilla.
"Hacernos jugar ha sido una locura. En 15 días vamos a tener que empezar otra temporada", subraya. Para minimizar los sustos, la técnica utilizada era igual que la de Málaga: "Nosotros hemos preguntado qué tal los test al resto". A partir de ahí, solo les quedaba jugar "pero con cuidado". "Aquí no se ha hecho nada público. Pensábamos que cada semana haríamos un test, que al pasar de partido nos harían otro test...", denuncia.
Un caso propio
Chema Sánchez relata a EL ESPAÑOL el miedo vivido por el desconocimiento de tener o no coronavirus. Él lo ha pasado. Ha sido asintomático, aunque en algún momento si sufrió cansancio y algún síntoma similar. Sin embargo, no sabe ni cuándo ni durante cuánto tiempo tuvo la Covid-19. La buena noticia es que ninguno de sus jugadores ni en su familia se han contagiado.
"Jugábamos el primer cruce el 22 de julio. El lunes 20 nos vuelven a pasar los test después de seis semanas". Durante ese tiempo han pasado seis semanas, con cuatro entrenamientos semanales. Ese lunes le llaman y le confirman que tiene anticuerpos, que ya lo ha pasado.
Según algunos estudios, se puede contagiar el virus si se tienen anticuerpos. La Federación, sin embargo, no tomó ninguna precaución. "No me hacen ninguna prueba más. El lunes me dicen que lo he pasado, que no lo tengo y que he generado anticuerpos. Cuando me dicen eso piensas: 'He infectado a mi mujer, mis hijos, mis jugadores...'. Algo habré hecho bien porque nadie estaba infectado".
El miércoles, ya sabiendo que ha pasado el coronavirus, juegan su partido. Lo ganan y afrontan una nueva cita el sábado. No habrá test, pese a que el contacto en el fútbol sala es evidente. "El test del lunes vale para el sábado", es lo que les transmiten.
Censura a las críticas
La situación vivida en el fútbol sala apenas ha sido comentada. Y es lo que más enfada al deporte, según ha podido comprobar este periódico. No se hacen públicos los errores en los protocolos, la falta de medios ni el incomprensible formato que ha organizado la RFEF.
Una de las razones por las que no se han conocido la mayoría de las críticas es la censura. Las federaciones territoriales, dependientes de la Federación liderada por Luis Rubiales, trasladó a los clubes que había que evitar criticar el formato de forma pública. Nadie quiere hablar y de ahí que el caso de Chema Sánchez, recién ascendido a Segunda, sea llamativo.
"¿Cómo esto no lo ha parado nadie?", repite constantemente. Al trasladarle la sorpresa de que quiera dar su identidad, responde tajante. "Esto ha sido un riesgo real, se tiene que saber. Hay que ser valiente". Y eso que no duda de que va a ser señalado. "A mí la Federación me va a sentenciar, pero en esta vida hay que ser honesto".
La alegría al conseguir el ascenso fue doble. Primero, por su plantilla y trabajo deportivo. La segunda, porque ya tenía un respaldo para que nadie le acusara de despechado por no haber conseguido la promoción. "Si yo pierdo el playoff y expreso esto, van a decir que soy un llorón, que quería que lo ascendieran directo". Cosas del destino y del trabajo, su equipo jugará en Segunda División siendo una pequeña localidad de Castilla y León.
La presión estaba extendida entre los clubes. Otra de las fuentes traslada a EL ESPAÑOL que "hay miedo a denunciarlo" porque "aquí nadie quiere que haya represalias, ni que vayan contra el club ni contra ti". De hecho, nos confirma que "se ha censurado bastante en las redes sociales y han llamado la atención sobre lo que se hablaba". Matiza que no son "amenazas", sino "avisos" donde advertían que "esto -criticar- no está bien".
Un formato injusto
En medio de este desastre organizativo en términos sanitarios, muchas veces se olvida la importancia del ámbito deportivo. Y este playoff no era del todo justo ni respetaba los méritos deportivos de cada equipo.
Se parte de la base de que cualquiera podía renunciar. Hubo equipos bien situados en sus respectivos grupos que decidieron no jugar el playoff por la inseguridad que les transmitía. Por ello, en algunos de los grupos territoriales hubo clubes clasificados para el playoff por la renuncia del resto. Una situación que reducía notablemente los partidos de estos equipos y que dejaba en una situación de desventaja a otros.
Un ejemplo real son los casos del grupo canario y el grupo catalán. Estos solo tenían que ganar un partido para ascender. El Atlético Benavente de Chema Sánchez tenía que ganar dos. Pese a terminar líder de su grupo, si hubieran perdido el primer encuentro su temporada habría sido un fracaso deportivo. Y, todo ello, sin test entre cada partido.
"Las normas reguladoras eran totalmente diferentes. Ahora se van a aprobar unas normas reguladoras totalmente diferentes y dando ya por hecho que, si hay una liga regular y se cumple el 50%, el campeón de la liga regular sería campeón y no se jugarían los playoffs. Y esta vez no se ha cumplido así. La Federación ha querido evitar que los que están en contra de la Federación les puedan denunciar", explica otra de las fuentes.
"Nos hemos tirado dos meses enteros entrenando para competir una semana, después de un parón de cuatro meses. No hemos tenido ningún tipo de lesión, pero las condiciones no han sido las mejores bajo ningún concepto", recalca.
Además del formato del playoff, se suman muchas otras críticas. Hay equipos que han competido después de perder a grandes jugadores que les habían fichado. Otros jugadores decidieron centrarse en su trabajo en vez de en el fútbol sala. Y, en lo que respecta a los entrenamientos, las diferentes fases de cada comunidad ha restado tiempo a algunos equipos.
"No todos hemos podido empezar a entrenar a la vez. Había equipos que no tenían pabellón", afirma Chema Sánchez. El técnico va más allá: "Imagínate jugar en julio en El Ejido o en Benavente. Esto no era una pretemporada, aquí te jugabas la temporada. Y a los jugadores se les ha expuesto a un máximo nivel de exigencia después de algo como la Covid-19".
Tercera vivió lo mismo
EL ESPAÑOL, en contacto con uno de los clubes que ascendieron a Segunda B, critica que "se ha hecho una especie de normativa para todo el fútbol sala, pero con una diferencia muy grande". Al igual que en el caso de los ascensos a Segunda, las plantillas se dedican a otros sectores: "Mis jugadores tenían que trabajar, los de Primera estaban casi en una burbuja. Lo que no se puede hacer es el mismo tipo de protocolo para todos".
La información que este directivo fue recibiendo le gustó menos aún. "Ha sido un trato desigual en el tema económico. Poco a poco los jugadores, que "recomendaban no jugar", iban teniendo más razón: De qué te vale hacer un test antes de entrenar un mes antes cuando son chavales que están trabajando. Lo hacen el jueves, pero el viernes todo el mundo a su trabajo".
La Federación, que "tienen una creencia de que el fútbol sala y el fútbol es lo mismo", transmitió a las autonómicas todas las órdenes. "Viene todo de la española, no puedo hacer más que explicártelo", le llegaron a asegurar a este directivo. "Él no tenía poder de decisión. Si quieres exigir una serie de protocolos, tendrás que financiarlos tú".
[Más información - El fútbol sala, en pie de guerra: los clubes LNFS recurren al CSD por el calendario de la RFEF]