La gimnasia sigue siendo ese mundo de dos caras que nos presentan sus deportistas. Por un lado, la luz de sus éxitos, de sus actuaciones, de sus acrobacias, pero por otro lado la penumbra y la oscuridad de sus turbias historias de acosos y abusos. Historias que terminan con las carreras profesionales y hasta con la vida de muchos deportistas que soñaban con llegar muy alto, pero no a cualquier precio.
Uno de los últimos ejemplos se ha podido conocer con la experiencia relatada por Amy Tinkler, gimnasta del Reino Unido que llegó a competir y triunfar en los Juegos Olímpicos de Río, y que todavía vive atemorizada por el infierno en el que se convirtió su vida por obra de la seleccionadora nacional, Amanda Reddin, en lo que es un nuevo escándalo de la gimnasia británica.
Tinkler ha roto su silencio y se ha roto ella misma para narrar cómo ha sido la pesadilla de acosos y explotaciones a las que se veía sometida por culpa de su entrenadora, que desde los 13 años instauró en su cerebro, como quien implanta un chip, un problema con la comida y con su peso, un hecho que ha tenido grandes consecuencias para su salud y que a día de hoy todavía no ha superado por completo. Así lo cuenta en una entrevista con el Daily Mail.
"Quiero mejorar, lo estoy intentando. Es sólo... es un desastre. Incluso ahora apenas puedo mirar una báscula, tuvimos que sacarlo de casa. Si me ofrecen una ensalada, me da un ataque de nervios porque mi cabeza está conectada a la idea de que me llaman gorda. Hace un año mis padres me preguntaron si quería una y me derrumbé". Este es el desgarrador testimonio de Amy Tinkler, que ya ha dejado la gimnasia, pero no sus problemas.
"Nada era lo suficientemente bueno para ella. Lo del peso empezó cuando yo tenía 13 años. Estaba obsesionada. Si perdías peso, ella quería que perdieras más. Entiendo que, como gimnastas, necesitamos controlar nuestro peso". Así era la vida instalada en una cultura del miedo y de la dominación por parte de su entrenadora, algo que denunció a James Thomas, director de rendimiento de la Federación Británica de Gimnasia, el cual hizo oídos sordos a sus lamentos, los cuales eran los de más deportistas que sufrían como ella.
Tinkler define Lilleshall, el centro de permanecían, como una cárcel. Y recuerda con odio los días en los que tocaba el control de peso: "No comía la noche anterior. Bebía jugo de limón antes de dormir cada noche porque leí que el ácido quema la grasa en tu estómago mientras duermes. Antes de pesarme, no comía ni almorzaba ni cenaba el día anterior". Esa obsesión ha terminado derivando en un grave problema mental que ha destrozado la carrera y la vida de Amy, que ahora intenta recuperarse.
Aquel miedo que pasaba y que le provocaba un sufrimiento tanto físico como mental ha derivado en problemas muy graves hoy en día. Tanto es así que ni siquiera haber ganado la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 le limita su dolor: "La medalla olímpica no valía la pena. Renunciaría a toda mi experiencia olímpica por no haber pasado nunca por esto, y porque no tuviera que hacerlo otra gimnasta. Nada vale la pena por lo que he pasado y por lo que todavía estoy pasando".
Amy Tinkler fue otro gran talento precoz de la gimnasia que desde muy pequeña se acostumbró a representar a su país en los campeonatos más prestigiosos y exigentes. Debido a su enorme trayectoria, fue seleccionada dentro del equipo participante en las olimpiadas de Brasil, siendo la integrante más joven de todo el conjunto y colándose de forma inesperada en la final de suelo, donde solo fue superada por Simon Biles y Aly Raisman. Aquel día, Tinkler se convirtió en la segunda gimnasta de toda la historia de su país en ganar una medalla después de Beth Tweddle.
El final de su calvario
Sin embargo, ni aquella enorme recompensa que le ha permitido pasar a la historia podía explicar la terrible experiencia que había vivido para llegar hasta allí: "En 2018 me intoxiqué con alimentos y estuve en el hospital. Cuando volví, Amanda dijo: 'Cualquier excusa para no entrenar', y luego Colin, otro entrenador nacional, dijo: 'Bueno, al menos habrás perdido peso y te verás más delgada ahora, sólo trata de mantener ese peso'. Me elogiaron por estar enferma".
Tras aquello, Amy empezó a sufrir graves lesiones en sus tobillos y en sus hombros, lo que provocó que tuviera que pasar por el quirófano, algo que no sirvió para que su entrenadora sintiera ni un mínimo de compasión por ella: "¿Cómo puede dolerte el hombro si no está haciendo nada? Empecé a llorar y ella me dijo: "Si vas a llorar, sal del gimnasio".
En mayo de 2019, Amy decidió escaparse de Lilleshall para no volver nunca más. Sus padres acudieron a su encuentro al conocer las intenciones de Tinkler, y puso así fin a un calvario que ni ella misma se atreve a decir cómo hubiera acabado, ya que las consecuencias de aquel maltrato y su evidente debilidad mental hacía prever algo muy grave.
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