¿Se han imaginado alguna vez ganando un oro olímpico en el deporte que más les guste? Tiene que ser lo máximo. Imaginen ahora que lo ganan después de los dos años más complicados que ha vivido la humanidad en mucho tiempo. Que lo hacen después de una pandemia y después de haber estado preparando su actuación un día tras otro durante los últimos cinco años.
Imaginen, una vez más, que no solo ganan un oro olímpico, sino que ganan hasta cinco. Y añadan a ese brillante palmarés dos récords del mundo. Pues eso es lo que consiguió Caeleb Dressel, el rey de la natación mundial, en los pasados Juegos de Tokio 2020 después de ver como se aplazaban hasta 2021.
Ahora piensen que después de haber logrado semejante hazaña, no es suficiente, nada les vale. Y que se hunden sin encontrar explicación ni consuelo. Que odian ese deporte que les acaba de dar la gloria y que lo que hay después de tantas y tantas horas de esfuerzo y entrenamiento es eso, la nada. O más que la nada, los fantasmas de una depresión que les persiguen sin dejarles rincón en el que esconderse.
Esto es lo que ha denunciado ahora públicamente la estrella de las piscinas. El nadador estadounidense hizo historia a lo grande en la cita olímpica celebrada en Japón. Sin embargo, con sus cinco oros colgados del cuello, empezó a sentir, por pura autoexigencia, que eso no había sido suficiente, que no había nadado lo suficientemente rápido y que lo podría haber hecho mejor. En definitiva, que se siente decepcionado a pesar de haber sido el mejor entre miles de deportistas.
Los fantasmas de Dressel
Caeleb Dressel se convirtió en Tokio en el deportista más laureado de los últimos Juegos Olímpicos. Se llevó cinco medallas de oro en las pruebas de 50 y 100 metros libres, en los 100 mariposa y en los 4x100 libres y estilos. Un dominio absoluto de las pruebas de velocidad que le auparon al Olimpo de la natación mundial para la posteridad.
Además de eso consiguió dos récords del mundo y lo que parecía más increíble. Había cumplido a la perfección con las expectativas de coger el testigo de Michael Phelps como el gran icono de la natación estadounidense. El americano lo había hecho con una superioridad aplastante, algo que daba miedo. Parecía una máquina perfectamente programada para ganar y arrasar. Ni siquiera la sombra de Phelps le había hecho desfallecer en el acontecimiento más grande del mundo.
O eso es lo que a todos nos había hecho creer. Lo cierto es que después de su participación en los Juegos Olímpicos, después de haber recibido decenas de homenajes, después de haber sido el centro de atención, le llegó la calma. Sin embargo, para él fue la oscuridad. Se quedó sin el calor de los focos y eso le hizo perder la motivación y entrar en una espiral de depresión que terminó por convertirse en una caída libre sin escapatoria.
Ahora, durante su participación en los Trials de Estados Unidos, ha confesado en una entrevista con el medio USA Today cómo se sintió durante sus momentos más complicados: "Me sentía perdido. Necesitaba ayuda, hablar de ello con la gente porque quería dejar el agua, que era el único sitio donde me encuentro a gusto. Fueron unos meses desagradables". Durante una semana tras otra, en la cabeza de Caeleb Dressel solo una idea tenía sentido: dejar la natación.
Sin embargo, su entorno peleó con fuerza para que no lo hiciera ya que tiene una enorme carrera por delante. Dressel va camino de hacer historia, más de lo que ya lo ha hecho, y ha estado muy cerca de mandarlo todo a paseo por culpa de una autoexigencia exacerbada y por la responsabilidad de tener a muchas altas expectativas sobre sus espaldas, presionándole como un yugo que casi no le dejaba respirar.
El poder de la autoexigencia
La autoexigencia para muchos deportistas se convierte en un motor para alcanzar sus éxitos. Sin embargo, en el caso de Dressel, esa presión desmedida se terminó convirtiendo en su mayor pesadilla, en su peor enemigo. Algo así como una tortura de la que no podía desprenderse: "No era justo conmigo. Gané cinco medallas en la competición más importante, pero me fui con la sensación de que debía haber sido más rápido en ciertas pruebas".
A su llegada a Estados Unidos después de la gesta que había conseguido, se dio cuenta de que estaba insatisfecho en su fuero interno con su actuación. Sentía que podía haber dado más a pesar de rozar la excelencia. Por eso comenzó a ver cómo la bola de nieve que corría persiguiéndole se hacía más y más grande.
Se borró de la International Swimming League y también de los Mundiales de piscina corta: "Fueron un par de meses bastante miserables". Para escapar de esa pesadilla, confiesa que había días que se encerraba en una habitación sin salir y por eso intentó hacer cambios en su entorno. Uno de ellos fue probar suerte con un nuevo entrenador. Dejó al legendario Gregg Troy y se unió al equipo de Anthony Nesty y Steve Jungbluth, técnicos de la Universidad de Florida.
"Quería poder mirar al niño de primer y segundo año a mi lado y decir, 'oye, prueba esto. Buen trabajo en eso'. Realmente me siento como un entrenador en el agua, y es increíble". Dressel cree haber superado ahora sus problemas y afirma estar dentro de un buen ambiente y con estabilidad emocional. Ya se ha clasificado para tres pruebas del Mundial de Budapest de junio y podría conseguir cinco plazas más con los relevos. Está todavía lejos del nivel mostrado en Tokio, pero le ha servido para ser el mejor de su país y conseguir varias mejores marcas mundiales del año.
Lo que un día pudo ser una losa para él, ahora se ha convertido en una ayuda y es que Dressel afirma que una de las cosas que le sirvió para pedir ayuda a tiempo fue el caso de Michael Phelps. El genio estadounidense sufrió una situación similar tras los JJOO de Londres 2012, pero su situación terminó en un proceso de adicción al alcohol y en conductas suicidas. Caeleb, por suerte, atajó su problema a tiempo y ahora busca resurgir de sus cenizas para seguir haciendo historia.
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