Arnuflo Castorena, tras ganar el oro en los 50 metros braza.

Arnuflo Castorena, tras ganar el oro en los 50 metros braza. REUTERS

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Arnulfo Castorena, el niño abandonado que vivió entre el fuego y encontró su salvación en la piscina

El nadador mexicano, que logró su segunda medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de París, tiene una vida llena de superación.

4 septiembre, 2024 19:50
Enviado especial en París

Se lanzó al agua como si no hubiera un mañana. 50 metros por delante y el codiciado premio de la medalla de oro en el horizonte. Arnulfo Castorena (México, 1978) no dudó y nadó con firmeza para recorrer la distancia a la gloria en menos de un minuto. Paró el crono en 59.41 y se proclamó campeón de 50 braza de los Juegos Paralímpicos

La de París fue la segunda presea dorada en estos Juegos y la enésima tanto a nivel de paralimpiadas o de cualquier otro tipo de competición de máximo nivel. Hoy es una estrella de la natación, pero para lograrlo ha tenido que superar numerosos obstáculos. Nadie le ha regalado nada en estos 46 años de vida. Mucho sufrimiento e innumerables vivencias que le han forjado hasta ser un campeón.

Arnulfo Castorena nació sin tener desarrollado el pulmón, el brazo izquierdo y las extremidades inferiores a causa de una enfermedad congénita. Además, su madre falleció durante el parto. Una desgracia que se acrecentó cuando su padre se desentendió de él. "Mi papá me dejó cuando nací, dijo que él no se podía hacer cargo de alguien como yo, tuve que vivir con algunos tíos y primos por muchos años de mi vida", afirmó Castorena en una entrevista.

Vivió sus primeros años, pero con 6 fue trasladado a Ciudad de México para rehabilitación dentro de un internado del gobierno para gentes con bajos recursos. Fue cuidado con "amor y paciencia" por unas monjas y allí aprendió a nadar. En esa época no sabía que la piscina iba a ser su salvoconducto. 

Pasó allí seis años y con 12 regresó en busca de su familia. Sin embargo, se encontró con un panorama desagradable ya que todos sus familiares vivían en un ambiente de violencia generado por el excesivo consumo de drogas. "Muchos han perdido la vida por las drogas, estaban muy enganchados. De hecho, hoy dos de mis hermanos están encerrados rehabilitándose", apuntó Castorena en una entrevista.

Cambio de rumbo

El mal ambiente que vivía cada día Arnulfo Castorena le hizo pensar en el suicidio en alguna ocasión. "Muchas veces pensé en suicidarme, siempre me decían que no servía para nada, las pocas veces que vi a mi papá sentía que me aborrecía", reconoció. Fue fuerte, aguantó todo y más y salió adelante.

Se alejó de su familia y comenzó a subsistir lavando coches, vendiendo chicles y pidiendo limosna. Para comer, se acercaba a un comedor social. Su situación era crítica, pero acabó siendo la natación quien le sacó del agujero en el que se encontraba.

Un día, el presidente de la Asociación del DIF Jalisco sobre Silla de Ruedas, José Pulido, habló con él interesándose en si competía en algún deporte. Le dijo que sabía nadar y comenzó ahí el inicio de su exitosa carrera. Tras superar algunas pruebas compitió en los campeonatos nacionales. Ganó dos medallas de oro y le invitaron a participar en el mundial de Nueva Zelanda. Brilló también y obtuvo el mayor premio para un deportista: disputar unos Juegos.

Arnulfo Castorena, junto a su mujer.

Arnulfo Castorena, junto a su mujer. REUTERS

Ganó una invitación para participar en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000. Se llevó el oro, algo que convirtió en rutina durante los siguientes años. Fue oro, plata y bronce en Atenas, plata en Londres 2012 y oro en Tokio 2021. Todo ello sumado a una gran colección de preseas en campeonatos mundiales.

En París 2024 ha vuelto a escribir con letras de oro un nuevo capítulo de su historia. Ha sumado dos oros más a su palmarés, siempre acompañado por la fuerza de su mujer, con la que mantiene una relación de 20 años, y sus siete hijos, "el motor que me impulsa a salir adelante".

Arnulfo Castorena disfruta del momento. "Viví entre fuego y nunca me quemé", dijo una vez. Su perseverancia, su fuerza, su familia y la piscina le han salvado. Ahora, braceando en las aguas del mundo apaga las llamas que le rodearon cuando era niño. Un campeón paralímpico y una persona ejemplar.