Confianza. Tras llegar a las semifinales del torneo de Doha, Carla Suárez (6-3 y 7-6 a Elena Vesnina) usó esa palabra para explicar cómo se dio la oportunidad de pelear el viernes por una plaza en la final del primer Premier 5 de la temporada. La española, que tiene garantizado aparecer el próximo lunes como número ocho del mundo (cuarta en la clasificación anual, que marca la carrera hacia la Copa de Maestras de Singapur), sumó un triunfo brillante ante una rival peligrosa y se abrazó a la sensación más valiosa de todas.
“La confianza es un proceso y yo estoy en un momento ahora mismo en el que me siento bien”, explicó la canaria, que no llegaba tan lejos en un Premier 5 desde Roma 2015 (donde alcanzó la final, que luego perdió frente a la rusa Sharapova). “La confianza es conseguir jugar muy suelta, haciendo algunas cosas de forma automática, sin tener que pensarlas”, prosiguió Suárez, que demostró ser capaz de competir con esa marcha extra durante algunos momentos del cruce frente a Vesnina, actuando por intuición para coronar el tramo inicial del duelo, obligada luego a bajar al barro para cerrar el partido cuando su rival le enseñó los dientes con golpes duros, buscando hacerse un hueco en el choque.
“Cuando vas ganando partidos, lógicamente vas cogiendo confianza si juegas bien”, apuntó Carla, que alcanzó los cuartos de final en Brisbane y en el Abierto de Australia, rompiendo su techo este año con las semifinales de Doha. “Aunque no solo el hecho de ganar partidos te da confianza, lo hace la forma en la que ganas esos encuentros”, matizó. “Eso es lo importante. Aquí me estoy sintiendo bien, pero ni mucho menos estamos con euforia. Sabemos que estoy trabajando bien y los resultados me están acompañando”.
En otra jornada de perros, con un vendaval desatado sobre la pista, Suárez supo sobreponerse una vez más (ya lo hizo ante la suiza Bacsinszky el día anterior), aunque sufrió de lo lindo. “Marc, hace un viento que me sopla en las orejas”, le dijo la canaria a su entrenador después de ganar la primera manga, con el aire haciendo imprevisible la trayectoria de la pelota. “¡Es que me duele hasta la cabeza!”, añadió la número 11, que por la mañana recortó el tiempo de su calentamiento a 10 minutos (normalmente suele ser de media hora) para evitar entrar al cruce con malas sensaciones.
“El viento soplaba de tal manera que tenía los oídos que no podía más”, recordó luego la canaria, después de ganar también su encuentro de dobles junto a Sara Errani (5-7, 6-4 y 10-5 a Bethanie Mattek-Sands y Yaroslava Shvedova) para llegar a semifinales. “La realidad es que jugar con viento me favorece un poco más que al resto de las jugadoras. Ellas están acostumbradas a jugar en pistas bajo techo desde pequeñas. Quizás, las españolas estamos más curtidas en este sentido y nos adaptamos mejor”, añadió. “En cualquier caso, es muy incómodo porque no sabes qué extraños puede hacerte la bola. Estoy feliz por haber sabido superarlo”.
¿CÓMO SE LE GANA A RADWANSKA?
Para alcanzar la final en Doha, Suárez deberá batir a Agnieszka Radwanska, con la que ha perdido tres de los cuatro duelos previos. Pasada la medianoche, la polaca remontó 3-6, 6-2 y 6-3 a Roberta Vinci y pidió paso, confirmando su buen arranque de año con una victoria llena de sutilezas y golpes de seda, el estilo de juego con el que se ha hecho un hueco entre las más grandes.
“Tengo muy reciente el último partido que jugué con ella en el Abierto de Australia”, afirmó la española, que cayó en cuartos del primer grande del curso frente a la número tres. “Tenemos las cosas muy claras. Debo seguir la línea que tomé ante ella en Miami el año pasado”, dijo, apuntando hacia la victoria que consiguió en Florida. “La intención es jugar agresiva y atacar, pero es complicado. Sabe defenderse muy bien y si te despistas un segundo te saca de la pista”.
Carla sabe que se enfrenta a una de las rivales más inteligentes del circuito, posiblemente la que tiene un abanico de recursos más amplios. En consecuencia, está obligada a llevar la voz cantante si no quiere acabar como hace unas semanas en Las Antípodas. “En Melbourne dije que tenía que ir a por el partido y no lo hice”, se lamentó la española, haciendo un ejercicio de autocrítica. “No encontré ni las sensaciones ni la frescura, aunque también me faltó competitividad. La teoría la tengo muy clara, lo complicado es hacerlo en la práctica”.
Mañana, en Catar, la prueba de fuego: Suárez mide hasta qué punto está cerca de su mejor versión, esa por la que lleva peleando a conciencia desde hace mucho tiempo.