Bienvenido al infierno. Buscando el pase a las semifinales del Mutua Madrid Open, Rafael Nadal recibió la llegada de la lluvia asustado, como el niño que tiene pesadillas con fantasmas y se los encuentra de repente en la vida real, aunque sea en una fiesta de disfraces. El mallorquín, que ganaba con comodidad su partido ante Joao Sousa (6-0, 3-2 y bola de rotura) se encontró obligado a gobernar 6-0, 4-6 y 6-3 un encuentro que empezó al aire libre y acabó bajo techo, al abrigo de un día desagradable que nació torcido por la lluvia.
“Al comienzo todo iba muy fluido”, explicó Nadal tras culminar la victoria. “El segundo set ha empezado igualado y parar por la lluvia no me ha venido muy bien”, prosiguió el mallorquín, al que espera Andy Murray el sábado (6-3 y 6-2 al checo Berdych). “Las pelotas se han quedado más mojadas y mi bola ya no saltaba tanto. Me he ido perdiendo un poco”, continuó el español. “Al haberse mojado la pista, la pelota se ha puesto más grande y todo ha sido más complicado. He aguantado en el tercero y el cambio de bolas me ha ido bien. Estoy feliz por estar en otra semifinal”, se despidió el campeón de 14 grandes, que salió ovacionado por el público.
Lo que era un partido de una sola dirección acabó convertido en una incógnita. Al principio, fue visto y no visto, casi un suspiro. Incluso hubo aficionados que no llegaron a calentar el asiento. El mallorquín atropelló a Sousa como el tren que se lleva por delante cualquier obstáculo que se encuentra por el camino. En 25 minutos, Nadal había ganado la primera manga sin ceder ni un solo juego (6-0), su parcial más rápido de toda la temporada.
El portugués, que necesitó casi más de media hora para decir algo en el encuentro (6-0 y 1-1), no supo cómo hacerle daño a su oponente. Con un ritmo de bola claramente inferior, el número 35 mundial se encontró peleando un puñado de intercambios de los que no salió con vida ni encadenando varios milagros.
A diferencia del día anterior, donde el estadounidense Querrey le obligó a poner los cinco sentidos al resto, Nadal vivió un arranque cómodo porque el portugués no es un sacador ni tampoco un pegador y además carece de un golpe decisivo. Falto de una marcha más para discutir desde el fondo de la pista, Sousa pagó con un break tempranero su frío arranque de partido y estuvo encadenado a esa desventaja durante buena parte del cruce, perdiendo en blanco la primera manga. Luego, lo increíble.
“Tenemos un problema”, dijo Toni Nadal en los micrófonos de Teledeporte minutos antes de que Sousa confirmase la rotura que había logrado para ganar el segundo set (5-4) y empatar el encuentro. “Estaba bastante controlado, pero se nos ha escapado una derecha para conseguir el break y ponernos 4-2. El rival se ha puesto a jugar bien, Rafael ha estado impreciso y ese es el reflejo del marcador ahora mismo”.
Las palabras del tío y entrenador del número cinco reflejaron la situación con el detalle de un espejo. Antes de que el diluvio descargase sobre la pista obligando a detener el duelo en un momento crítico (6-0, 3-2 y bola de rotura para Nadal), Sousa ya había enseñado la bandera blanca. El portugués, un jugador destinado a morir sin resistencia, vino a decir con su reacción que resucitar es posible. Tras el chaparrón, y ya con el techo desplegado, nació un encuentro nuevo que impulsó a Sousa a ganar el segundo set, espoleándole para discutir con rabia el parcial decisivo.
¿Cómo se llegó a ese punto? La llegada de la lluvia transformó el encuentro. Se pasó a jugar en una pista cubierta, en una tierra húmeda y con una pelota pesadísima. Nadal sufrió de lo lindo para mover la bola y Sousa se soltó, atreviéndose a ir a por su oponente. Por primera vez en toda la semana, el mallorquín se encontró ante una crisis.
“¡Vamos!”, aulló el balear, disparando ese grito por todas las paredes de la central después de salvar un delicado 30-30. “¡Vamos”, le respondió Sousa con cara de pocos amigos tras sorprenderle con una derecha paralela en el siguiente juego. El portugués, claro, pagó con una doble falta su menor experiencia en momentos de la máxima exigencia. Cometió una doble falta, cedió su saque (3-5) y dijo adiós al sueño de tumbar al campeón de 14 grandes.
En consecuencia, Nadal está en semifinales por tercer torneo consecutivo. Para llegar ahí, no obstante, se ha cruzado con rivales de poca envergadura (el ruso Kuznetsov, Querrey y Sousa). Este sábado, y de sopetón, el español tiene un buen termómetro: Murray, vigente campeón del torneo, le separa de una nueva final. Otro paso más en una recuperación que ya empieza a ser increíble.