Antes de las nueve de la mañana del domingo, Garbiñe Muguruza (Caracas, Venezuela; 1993) aparece en la recepción del hotel Mercure Boulogne con cara de haber dormido poco. Después de ganar Roland Garros, la española dedicó más de cuatro horas a atender a los medios de comunicación y luego se marchó a celebrar la victoria cenando en el encantador Café de l’homme, con unas espectaculares vistas de la Torre Eiffel.
Tras el día más importante de su carrera, y con una sonrisa radiante, la nueva número dos del mundo se sienta con EL ESPAÑOL para analizar su entrada en la historia del deporte y las consecuencias que ese paso al frente tendrá en el futuro. Antes de que la conversación arranque, Garbiñe revela algo mágico. Su imagen ha sido la misma al despertarse y al acostarse: la del trofeo de campeona descansando en la mesita de noche de su habitación.
“Humildad sí, tontería no”. Es una frase que Rafael Nadal repite habitualmente. ¿Usted es consciente de la dimensión real de su victoria?
En dos días voy a ser realmente consciente de lo que he conseguido. Ahora mismo estoy un poco en una nube; voy a intentar no perderme. La victoria está muy reciente. Necesito digerir mi primer Grand Slam, saber lo que significa y por supuesto descubrir lo que va a conllevar a partir de ahora.
Su temporada había sido discreta hasta Roma, donde alcanzó las semifinales. ¿Pensaba en el título al llegar a París?
He estado entrenando muy fuerte desde que empezó el año. No me han acompañado los resultados al principio, es cierto, pero eso no quiere decir que no estuviese preparada. El año pasado en Wimbledon, y anteriormente aquí en Roland Garros, ya me había demostrado que tengo mis oportunidades de ganar siempre. Está claro que al empezar el torneo tenía la ilusión de levantar el título, pero era difícil imaginarlo. No pensaba que podía ganar Roland Garros, no lo afrontas así. Me lo he creído y he salido a la pista con una mentalidad de campeona.
¿Se gana con la cabeza?
Por muy bien que estés mentalmente, por muy bien que tengas la cabeza, si juegas mal no ganas un Grand Slam. Eso es imposible. Yo he conseguido encontrar un buen equilibrio durante estas dos semanas. He jugado a un buen nivel y mentalmente he estado muy constante. No es algo fácil porque son muchos partidos. Aunque seas favorita, como me ha pasado en fases del torneo, las rivales han llegado ahí jugando bien. Todos los encuentros han tenido alguna particularidad, pero sobre todo la final. Mentalmente ha sido uno de los mejores partidos de toda mi carrera.
Durante la final se enfrentó a momentos de la máxima exigencia, como cuando perdió su servicio sacando por la victoria. ¿Qué se decía?
Intenté pensar que no tenía el partido ganado en ningún momento. Aunque tengas dos bolas de break, Serena puede hacerte dos saques directos y adiós. Me decía: ‘Garbiñe, tranquilízate por favor porque puede pegarte tres golpes ganadores como fallarte siete bolas seguidas’. Y la realidad es que lo conseguí. Tuve espacio para aceptar todo eso en el partido. No me frustré nunca, y mira que hubo momentos para frustrarme. Lo tenía muy claro y me lo repetía todo el rato: ‘Si quieres ganar el título, vas a tener que ganártelo tú porque yo no lo pienso perder’.
Es evidente que se ha ganado el respeto de Serena desde hace tiempo. ¿Cómo lo ha conseguido?
Es difícil decirlo. Yo no le temo a nada. Salgo a la pista a ganar. No le tengo miedo a grandes nombres, tengo respeto por ellos, eso siempre. He admirado a Serena y me he fijado en ella, pero eso no quiere decir que tenga miedo de ganarle.
Como avisó, jugó de tú a tú contra la número uno, queriendo llevar el peso del partido ante una tenista dominante como pocas. Eso como poner la mano en el fuego y pretender que no queme.
Las dos tenemos un juego muy potente. En la final jugó mejor que en otros partidos del torneo. Yo sabía que la que dominase antes sería la que tendría el poder del partido. Ya que mi juego es así… no me podía traicionar a mí misma. El partido no estaba en manos de Serena. Yo quiero depender de mí, ir a por el partido. Quiero que pase todo por mi raqueta: 'Si gano, gano yo; si pierdo, pierdo yo también'. No me gusta estar pendiente de lo que haga la otra, yo quiero ser siempre protagonista. Antes de eso, que me saquen en ambulancia si hace falta.
Pero su juego no fue siempre así.
Es cierto. Me costó cambiarlo porque tenía un estilo de juego diferente, mucho más defensivo. Parece increíble ahora, ¿verdad? Por mi estatura y por mis condiciones no podía jugar de esa forma. Fue un proceso muy complicado. Tenía que aceptar que muchas veces perdía partidos por ese tipo de juego, aunque podía haberlos ganado de otra manera.
Que haya conseguido su primer Grand Slam en tierra batida, teóricamente la superficie más desfavorable para esa percha moderna, habla de usted como una jugadora todoterreno.
Juego bien en todas las superficies, como demuestran los resultados. He pasado muchas horas de mi vida jugando en tierra batida, aunque tenga un estilo directo como las jugadoras rusas o las checas. Estoy más familiarizada con la arcilla que una jugadora de esos países. Me siento muy cómoda.
En 2013, durante los seis meses que pasó apartada de la competición por una operación en el tobillo derecho, hizo algo sorprendente: plantar una silla en mitad de la pista y ponerse a pegar derechazos.
Eso demuestra las ganas que tengo. No podía andar, de acuerdo. Tampoco apoyar en el pie en el suelo, vale. Estaba en un proceso de rehabilitación, entendido. Pero perfectamente podía sentarme en una silla y pegarle a la pelota. Pensé que algo me iba a ayudar, que así estaría activa. Hice todo lo que estaba en mi mano, aunque no pudiese andar. Al final, es determinación. Al ganar aquí, al conseguir mi primer Grand Slam, me he dado cuenta de que valió la pena el esfuerzo por conseguir mi sueño.
¿Cuál es el peligro ahora?
El peligro es no saber mantenerme. Debo tener los pies en la tierra aunque haya ganado Roland Garros. La victoria ha llegado como recompensa a todo lo que he trabajado desde principios de temporada, aunque haya tenido altibajos. No me puedo olvidar de eso en ningún momento. Tiene que estar siempre presente en mi cabeza.
¿Cómo se mantienen los pies en la tierra?
Acordándome de lo que hice mal el año pasado. 2015 me ha ayudado a hacerlo mejor en 2016. Tengo que tener algo muy presente: haber ganado Roland Garros no significa que esto vaya a ser siempre así. No es fácil, igual me cuesta mucho. He aprendido a escuchar mucho. Espero que eso me ayude.
En Doha, usted dijo que a la alemana Kerber le costaría mucho seguir ganando después de celebrar su primer grande semanas antes en el Abierto de Australia. Y así ha sido. ¿Teme que le suceda lo mismo?
Me puede pasar perfectamente. Los únicos a los que no les pasa son Federer, Serena, Djokovic… El resto debemos aceptar que siempre hay un momento en el que nos cuesta. Y sobre todo, después de hacer algo tan grande como esto, algo tan importante como ganar un Grand Slam. Ahora tengo que volver a jugar un torneo desde cero y me parece increíble. Pero todo es lógico: al que no le pasa es un superdotado.