Presión. Responsabilidad. Expectativas. Ilusión. Vértigo. Todas esas palabras acompañan a Garbiñe Muguruza antes de debutar este lunes en Wimbledon contra la italiana Giorgi (68 del mundo) en el segundo turno de la pista central. La número dos, bautizada como campeona de Grand Slam hace unas semanas en Roland Garros, se mueve con mil ojos pendientes de ella, condición ganada a pulso tras todos sus éxitos recientes. En Londres, además, Garbiñe inicia desde mañana mismo el camino hacia un interesante reto.
Muguruza busca convertirse en la primera jugadora desde Jennifer Capriati en el 2001 (Abierto de Australia y Roland Garros) que gana su segundo grande inmediatamente después de conseguir el primero. Ni Serena Williams lo logró y 15 más lo intentaron desde ese año sin éxito (Justin Henin, Anastasia Myskina, Maria Sharapova, Svetlana Kuznetsova, Kim Clijsters, Amelie Mauresmo, Ana Ivanovic, Francesca Schiavone, Li Na, Petra Kvitova, Samantha Stosur, Victoria Azarenka, Marion Bartoli, Flavia Pennetta y Angelique Kerber). Casi nada.
“Ojalá pudiese quitarme la espina del año pasado y ganar el torneo”, reconoció Muguruza, que se colocó una camiseta de la selección española de fútbol para acudir a su primer encuentro con los periodistas en Londres. “En el papel parece que soy favorita, pero tengo que jugar y demostrarlo”, prosiguió Garbiñe, derrotada a la primera en Mallorca (contra la belga Flipkens), su único torneo sobre hierba antes de Wimbledon.
“Estoy convencida de que por haber ganado en París no voy a venir aquí, hacer un milagro y ganar todos los partidos. Me tengo que olvidar de todo lo anterior. Es evidente que eso queda para mí, para mis rivales y para el resto de la gente, pero luego la raqueta tiene que hablar en el partido, no los hechos de hace dos semanas. O juego bien o el resultado anterior no va a servir de nada”, insistió. “Eso sí: soy una rival difícil, seguro”.
Regreso a donde empezó todo
Un año después de llegar a su primer final grande, Muguruza vuelve a Wimbledon convertida en una campeona de Grand Slam. Tras perder el título en Londres contra Serena Williams en 2015 y escuchar unas agradables palabras de la estadounidense (“No estés triste. Vas a tener este trofeo muy pronto. Confía en mí”, le dijo la número uno en la ceremonia de premios), la española afronta el torneo más prestigioso del mundo tras un importante proceso de aprendizaje.
“Lo del año pasado me sirvió mucho”, explicó la número dos, que tras perder el título el curso anterior sufrió al volver a la competición (no ganó un partido en Toronto y Cincinnati), rompió con su entrenador de toda la vida (Alejo Mancisidor), contrató a Sam Sumyk y se disparó en la segunda mitad del año, ganando Pekín y llegando a las semifinales de la Copa de Maestras de Singapur. “He aprendido, vengo con otra mentalidad”, aseguró, intentando aparcar su triunfo en Roland Garros para rebajar la euforia. “Cuando vienes ganando muchos partidos crees que vas a ganar. Cuando acabé aquí en 2015 después de llegar a la final fui a dos torneos y era una sensación extraña. Venía de estar tan contenta en Wimbledon que tener que jugar un torneo nuevo desde cero… fue complicado”.
Ahora, Garbiñe encara el tercer grande de la temporada preparada para todo. “¿Usted firmaría el mismo resultado del año pasado?”, le dijeron a la número dos. “Todo el mundo firmaría una final en un Grand Slam”, respondió sin dudar. “Muchas veces no valoramos que llegar a cuartos o semifinales es la bomba, pero siempre se recuerda a la que ganó el torneo”, desarrolló. “Vengo aquí como otro torneo más. No le doy especial importancia, no vale la pena. Por eso, tengo que salir a la pista a jugar. Si me sale, bien; si no me sale, a otro torneo”.