Londres

Novak Djokovic levantó el pulgar y asintió con gesto serio para encajar una derrota que no esperaba, pese a las idóneas condiciones de su rival para jugar en una pista de hierba. De sopetón, como un guantazo por la espalda, la victoria del estadounidense Querrey en la tercera ronda de Wimbledon (7-6, 6-1, 3-6 y 7-6) destronó al número uno y le dejó sin la posibilidad de ganar los cuatro grandes en una temporada, opción tan difícil como real después de ver cómo el serbio había dominado el circuito con puño de hierro en los primeros seis meses de 2016, apartando contrarios como mosquitos en una noche de verano.

Nole, que aterrizaba en el encuentro a lomos de una racha de 30 victorias consecutivas en torneos de la máxima categoría (cuatro títulos seguidos), había llegado al menos a cuartos de final en Grand Slam en sus últimos 28 torneos (Roland Garros 2009), una barbaridad que se rompió en Londres.

“Creo en las cosas positivas de la vida”, reflexionó Djokovic ante los periodistas, apenas 20 minutos después de la derrota. “Me las he arreglado para ganar cuatro torneos del Grand Slam consecutivos, aunque en dos temporadas diferentes”, recordó. “No es la primera vez que pierdo un partido en un grande. Sé lo que tengo que hacer. Lo primero es lo primero: relajarme y pensar en algo diferente. Por suerte, tengo una familia y una vida fuera del tenis. Ha sido un año lleno de éxitos hasta ahora, pero muy largo y agotador en todo el sentido de la palabra. Necesito un poco de descanso”.

Ese descanso lo pide a gritos un cuerpo triturado por la competición (50 partidos en 2016) y una cabeza llena de emociones (como la de completar el Grand Slam hace unas semanas en Roland Garros), sometida constantemente a la presión de ganar, ganar y ganar. Al campeón de 11 grandes, que completó un calentamiento romo a primera hora de la mañana, le faltó un punto de chispa física y claridad de ideas para afrontar con tranquilidad las situaciones delicadas del cruce, como los dos desempates que perdió o la ventaja que dejó escapar en la cuarta manga, cuando sacaba con 5-4 para haber llevado el encuentro al quinto set.

“Ser el vigente campeón de los cuatro grandes es una sensación increíble”, celebró el número uno, que por primera vez desde el Abierto de los Estados Unidos de 2014 no estará en la pelea por el título de un grande. “Obviamente, al llegar a Wimbledon sabía que no sería fácil volver a motivarme a mí mismo, pero la importancia de este torneo es tan grande que siempre intentas encontrar la forma de estar inspirado. Está claro que este año no ha sido suficiente. Espero volver más fuerte”.

Nadie mejor que Rafael Nadal para explicar esas palabras del serbio tras vivir una situación similar durante mucho tiempo. “Las cosas tienen un principio y un final”, dijo el mallorquín hace dos años en Roma, antes de empezar a perder la dinámica ganadora que había mantenido casi una década. “Son muchos años seguidos prácticamente sin fallar nunca. Es la realidad. Mentalmente y físicamente es un desgaste muy grande. Aunque siempre digo que es mucho mejor ganar, que cansa menos ganar, también hay algo claro: ganar te desgasta mucho más que perder”.

Así, y después de una incómoda rueda de prensa en la que el número uno se llevó continuamente la mano al hombro izquierdo sin querer explicar si tenía alguna lesión que hubiese condicionado su rendimiento, Djokovic fue el encargado de poner fin a las cuestiones de los periodistas. “¿Podemos pasar al turno de preguntas en serbio, por favor?”, dijo Nole, que no jugará la Copa Davis ante Gran Bretaña y podría renunciar al Masters 1000 de Canadá para llegar recuperado a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, su otro gran objetivo de la temporada.

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