La fotografía es perfecta para resumir por qué Rafael Nadal ya casi no tiene parches. En la tercera ronda del Abierto de los Estados Unidos, el mallorquín no se aleja radicalmente del centro de la pista para sacar desde el lado de la ventaja, movimiento habitual en sus últimos partidos. En el pase a los octavos de final (6-1, 6-4 y 6-2 al ruso Kuznetsov), donde se cruzará con Lucas Pouille (3-6, 7-5, 2-6, 7-5 y 6-1 a Roberto Bautista) por una plaza en los cuartos de final, el campeón de 14 grandes vuelve a poner la bola en juego desde su posición habitual, sin intentar escorarse por precaución a pegar con el drive. Eso tiene un significado cristalino: Nadal está cada vez más cerca de su mejor versión.
En Río de Janeiro, tras volver a la competición después de más dos meses parado como consecuencia de una lesión en la vaina cubital posterior de la muñeca izquierda, Nadal varió algunos metros su posición para sacar desde la izquierda de la pista, la zona de la ventaja. Aunque en 2016 apostó por poner en práctica esa idea, en los Juegos lo llevó al extremo. El mallorquín se pegó al pasillo de dobles descaradamente y así consiguió lo que quería: tener más de tres cuartos de pista para golpear con su revés cuando su contrario le devolviese la pelota. Como los problemas en la muñeca le obligaron a tener la mano inmovilizada, como perdió el ritmo de crucero que había adquirido con la derecha, Nadal llegó a Río con ese tiro en pañales y buscó soluciones desde el saque para dar protagonismo a su revés.
“Ahora no lo estoy haciendo cada vez, lo estoy haciendo a momentos”, dijo el balear después de vencer a Kuznetsov. “Este año año lo he cambiado y estoy sacando más hacia la izquierda en el sitio de la ventaja más veces”, siguió, reflejando algo que lleva meses haciendo, aunque sin llegar a los límites de Río de Janeiro y Cincinnati. “Son cosas que uno va probando. A veces van mejor y otras peor. Son cambios que uno prueba para intentar mejorar y darse más alternativas, nada más”, se despidió el español.
“En los Juegos Olímpicos lo hicimos porque nos faltaba confianza con el drive después de tanto tiempo sin poder golpearlo”, explicó Toni Nadal, tío y entrenador del campeón de 14 grandes. “En la ventaja, Rafael se desplazó mucho a la izquierda para sacar, buscando que la pelota le volviese a su revés”, prosiguió el técnico balear, uno de los promotores de la idea. “Aquí cada vez lo está haciendo menos. La muñeca está mejor y no tiene necesidad de cubrirse tanto para pegar la derecha”, cerró el preparador.
“Además”, le siguió Francis Roig, el otro entrenador del número cinco, “eso le permite coger más ángulo cuando lo hace y de revés se siente mejor. No tiene ningún miedo por el lado del revés, le está pegando muy bien a la pelota por esa zona, como hace tres años”, apuntó, recordando al verano de 2013, cuando Nadal conquistó los Masters 1000 de Canadá, Cincinnati y el Abierto de los Estados Unidos en una de las mejores versiones de su carrera. “La bola gira, bota y sale por la línea, no pierde pista… está muy bien”.
Más allá de que el español haya regulado su posición, el saque siempre ha sido un barómetro de Nadal en pista rápida. Por ejemplo, el mallorquín conquistó el Abierto de Estados Unidos en 2010 cediendo solo cinco servicios en todo el torneo (igualando el récord de 2003, en manos de Andy Roddick) y sumando un 66% de primeros servicios en la final ante Novak Djokovic. El próximo domingo, Nadal jugará los octavos de final tras una progresión que va en esa línea: consiguió un 58% de primeros en su estreno, bajó hasta un 56% en el segundo partido y se elevó al 65% contra Kuznetsov.
Seis años atrás, Toni Nadal lo resumió con sinceridad. “Es la primera vez que hemos sacado bien durante 15 días seguidos”, dijo el entrenador del mallorquín después de que Nadal se coronase campeón en el Abierto de los Estados Unidos, convirtiéndose con 24 años en el hombre más joven en ganar los cuatro torneos del Grand Slam.
Ahora, y en la pelea por otro objetivo distinto (llegar a 15 grandes, en plena lucha por la historia), Nadal está por ese camino. Sin parches, con el dolor en la muñeca extinguiéndose a cada partido, debería ser más fácil.