Brisbane

Rafael Nadal llegará al Abierto de Australia (desde el próximo 16 de enero) con dos certezas bien claras: que tras estar casi tres meses lesionado su regreso a las pistas ha sido muy positivo y que todavía le falta para alcanzar su nivel más alto, aunque está cerca. En cuartos de final del torneo de Brisbane, Milos Raonic remontó 4-6, 6-3 y 6-4 al campeón de 14 grandes, que tuvo dos bolas de break en la segunda manga (6-4 y 2-2) para haberse acercado mucho a la victoria, con un tiro pasante que se va fuera de milagro. Sin embargo, será el canadiense el que busque este sábado una plaza en la final contra Grigor Dimitrov (6-3, 4-6 y 6-3 al austríaco Thiem) después de eliminar al español en un encuentro superlativo, que le confirma como candidato a todo esta temporada.

“He tenido 15 minutos muy malos”, recuerda luego Nadal ante los periodistas, señalando al final del segundo set y el inicio del tercero, cuando perdió dos veces seguidas su saque, la clave de la derrota. “Perder siempre es negativo, pero para mí es importante haberlo hecho por una pequeña diferencia. Significa que mi mente estaba lista para seguir luchando hasta el final”, añade. “Lo que no he hecho suficientemente bien durante esos 15 minutos es perder la agresividad. Él ha sido capaz de atacarme y yo no lo he contrarrestado con la misma agresividad. Él ha tenido la posición ganada demasiadas veces durante ese tiempo”, insiste. “En general, he hecho un torneo correcto y no nos engañemos: hoy no he hecho un mal partido”.

La noche antes, Nadal está preocupado. Ha jugado un partido impecable contra el alemán Zverev, rebosante de buenos tiros ganadores y poquísimos errores, pero su porcentaje de primeros saques (47%) no es suficiente si quiere afrontar el reto de Raonic con opciones de llegar a semifinales. El balear frunce el ceño cuando habla de eso. Contra el número tres, bien lo sabe Nadal, hay dos datos importantísimos por encima de todo: sacar con mordiente para herir al canadiense y esperar con paciencia una oportunidad al resto, estar acertado y concentrado porque lo habitual es que Raonic vaya sumando puntos al servicio tan rápido como el que pasa las hojas de un periódico viejo buscando la parte de los crucigramas (así esfuma al principio dos veces un 0-30), poniendo una presión descomunal al contrario. En consecuencia, Nadal vive cada turno de saque con el agua al cuello, consciente de que ceder un break es casi entregar un set. Y eso es exactamente lo que ocurre.

El servicio es el motor de Raonic, una fuente de confianza y también la forma de escapar si las cosas se ponen feas, como al perder la primera manga. En el arranque del partido y durante buena parte de los dos últimos parciales, Nadal es víctima de un fusilamiento, pena para leer el mejor golpe de su contrario y se exprime pensando si la próxima vez el canadiense le sacará al cuerpo, cortado o plano, porque Raonic domina todos los efectos y varía bastante las direcciones. Aunque supere constantemente la barrera de los 200 kilómetros por hora, su servicio es algo más que potencia, un arma en permanente mejora, posiblemente el mejor de todo el circuito.

En cualquier caso, el Raonic de 2017 no tiene nada que ver con el de 2010, cuando se enfrentó a Nadal por primera vez en Tokio. Del jugador que se presentó en el circuito con un saque descomunal y casi nada más se ha pasado a un tenista completísimo, preparado para jugar desde la línea de fondo sin que eso sea un drama. Trabajando su físico con insistencia hasta convertirse en un atleta, como el escultor que perfecciona su obra en la soledad del taller, el canadiense ha conseguido que su corpachón (1,96m y 98kg) no le impida jugar de tú a tú con los de arriba, defenderse decentemente o correr hacia los lados, lo que más le ha costado siempre.

Tras probarlo todo intentando restar el saque de Raonic, llega un momento donde la estrategia de Nadal se reduce a una sola cosa: la intuición. El número nueve lo fía todo a su habilidad para actuar sin razonar, porque en esos preciosos segundos donde la pelota sale disparada de la raqueta de su contrario al mallorquín solo le da tiempo a elegir a qué lado tirarse. En el primer set, las manos rápidas de Nadal hacen mucho. Sus reflejos también. Lev Yashin estaría orgulloso de esa capacidad de reacción, que es como echarle un pulso a un rayo. El mallorquín consigue el break (3-2) restando a manotazos. Varias veces se lanza al choque con la bola, fabricando algunos restos asombrosos. La mayoría se queda cinco metros detrás de la línea, casi en el vestuario. Es ahí donde se le escapan dos bolas de rotura en el segundo set, con el cruce todavía bajo control (6-4 y 2-2). Es ahí donde su rival le empata el encuentro. Es ahí donde empieza a despedirse, aunque luego sea capaz de seguir en la batalla durante un buen rato.

Después de perder la segunda manga, Nadal paga con un break un juego horrible en el comienzo de la tercera. Son dos roturas consecutivas y una desconexión impensable. El partido está en manos de Raonic, que ya nunca lo suelta, y eso que el mallorquín se fabrica una bola de break para volver al encuentro (1-2 y 30-40) que su rival le quita enseguida. El número tres cierra los ojos en cada cambio. Respira hondo. Intenta no pensar, solo seguir sacando y destrozando la bola. Así gana a Nadal, así celebra a la victoria, así explica por qué hoy es uno de los mejores jugadores del planeta.

“Debería haber parado ese momento y no lo he hecho”, se lamenta el mallorquín. “Lo positivo es que he resistido con mi servicio y me he creado una oportunidad al resto, pero él ha sacado bien, la he puesto en juego y ha pegado un golpe ganador de primeras. Mentalmente he estado todo el tiempo”, reitera. “Soy sincero. La semana pasada gané a tres jugadores que casi están entre los 10 mejores”, rememora Nadal sobre su título en la exhibición de Abu Dhabi. “Esta semana he hecho dos buenos partidos y el tercero no ha sido malo. He perdido contra un jugador que espero sea rival mío durante todo el año. Es la primera semana oficial de la temporada. Y tampoco nos vamos a engañar pensando que después de tanto tiempo sin competir vamos a empezar y todo va a ser un camino de rosas. Mi comienzo de 2017 ha sido muy positivo”.

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