Simona Halep espera su turno para entrenar apoyada en uno de los relojes de la Rod Laver Arena. Es jueves, hace calor y el sol está en su punto más alto, llenando de luz el cemento azul cielo de la pista. Faltan cinco minutos para que llegue la una del mediodía, cinco minutos para que se cumplan dos horas desde que Rafael Nadal empezó a practicar sobre la central del Abierto de Australia. El mallorquín, que juega otra vez con Guido Pella (también lo hace el miércoles por la tarde), apura el tiempo que le sobra realizando unos ejercicios con Carlos Moyà cuando su pareja de entreno se marcha al vestuario y se queda solo.
El ex número uno del mundo saca y Nadal resta un ganador, intentando acertar en un punto concreto de la pista. Primero lo hace con su revés y luego con el drive. “¡Buena! ¡Eso es! ¡Vamos!”, le anima Moyà mientras Toni Nadal rectifica gestos con la raqueta en la mano, pendiente de cómo finaliza los golpes su sobrino.
“¡Nos quedan dos minutos todavía! ¡Cambia de lado!”, le dice el campeón de un grande al número nueve, que por supuesto se cambia y acaba el entrenamiento con tres derechas que vuelan echando chispas. Como otros días, Moyà dirige la sesión al otro lado de la red y Toni Nadal la supervisa. Luego, Francis Roig (en España) se entera de cómo ha ido. No es algo casual, está todo más que hablado y coordinado. Este año, siendo un equipo técnico tan amplio, no queda otro remedio. El nuevo G-3 necesita mucho diálogo.
“La comunicación es algo fundamental cuando estamos en un equipo tan grande como este”, reconoce Moyà a este periódico. “Toni y yo hablamos bastante. Antes de un entrenamiento, por ejemplo. Y con Francis igual, estamos en permanente contacto”, asegura el mallorquín.
“Hay que filtrar bastante la información que se le manda a Rafa. Si Toni dice una cosa, Francis otra y yo otra distinta puede haber un poco de lío”, añade. “Hay que aprovechar ahora. Creo que el hecho de dar el paso y aceptar a alguien de fuera significa que está muy abierto de cabeza, receptivo a escuchar. Quizás, cuando llevas tanto tiempo con alguien oyes lo mismo de esa persona. Igual en unos años le pasa lo mismo conmigo y está cansado de escucharme”, anticipa Moyà.
“Es importante oír cosas dichas por otra persona, aunque sea lo mismo”, coincide Roig por teléfono desde Barcelona, donde seguirá el torneo por televisión. “Toni lleva toda la vida con Rafa, yo llevo 12 años, es mucho tiempo”, recuerda. “Los resultados últimamente no han sido los deseados. Es normal que entrase otra persona, existía esa posibilidad desde hace tiempo. Y es una buena noticia”, celebra. “Moyà es alguien muy cercano. Eso es básico porque la convivencia es importantísima para Nadal. Tiene mucha confianza, son amigos desde siempre y le ayudará seguro”, apunta el entrenador catalán.
“Hay que conocer a Rafa para saber que era prácticamente imposible que hubiese incorporado a alguien al que no conocía”, le sigue el ex número uno mundial. “Creo que nunca traería a alguien tipo McEnroe, tampoco lo sé seguro, pero sabiendo cómo funciona, cómo es su equipo… Me parecía imposible”, continúa el campeón de un grande. “Es mejor que hayamos tenido amistad porque es la única opción de que yo sea hoy su entrenador, aunque quizás me equivoco”.
Moyà no se equivoca. Por la tarde, después de almorzar, el campeón de 14 grandes se sienta a jugar al parchís en el restaurante de jugadores. Le acompañan Toni Nadal, Rafael Maymò (su fisioterapeuta) y por supuesto Moyà, que no necesita integrarse porque lleva toda la vida conviviendo con ellos en el circuito, primero como jugador y después como entrenador de Milos Raonic.
“Aunque somos lo suficientemente maduros como para diferenciar los roles”, argumenta después el mallorquín, despachando la idea de que la amistad lleve a la relajación. “Tras la llamada de Toni para que me incorporase al equipo, llamé a Rafa. Desde ese momento, él sabe que le voy a apretar. Yo quería saber si estaba dispuesto a aceptar que le apretase, a aceptar según qué cambios que pueda hacer, tanto dentro como fuera de la pista”, confiesa. “Son cosas que él ya sabe porque las hablé con él”, cierra el campeón de Roland Garros en 1998.
“El mensaje lo tenemos claro los tres”, reconoce Roig. “Atacar cuanto le toca, sin perder sus valores de ser aguerrido. Jugar con lógica. En definitiva, si la pelota queda corta, hay que atacar y eso es indudable”, añade. “Rafa es un jugador muy hecho y tiene clarísima su forma de jugar. Aunque varios entrenadores tengan el mismo mensaje, lo dirán de una forma diferente, intentando llegar al objetivo con sus palabras. Lo importante es lo que se quiere conseguir. Uno va cambiando y no siempre se lo explica de la misma manera”.
La llegada del mallorquín al equipo no provoca cambios drásticos, pero sí garantiza que Nadal estará casi siempre arropado por dos entrenadores durante la mayoría de la temporada. Moyà le acompañará en el Abierto de Australia, Acapulco, Miami, Montecarlo, Madrid y Roland Garros y el Abierto de los Estados Unidos, a falta de definir los últimos meses de la temporada. Roig estará en Indian Wells, Acapulco, Barcelona, Queen's, Wimbledon, Montreal, Cincinnati, Pekín y Shanghái. Toni Nadal hará el resto (Rotterdam, Roma…), compaginando la mayoría de los otros torneos con Roig o Moyà. Ahora, el banco de Nadal tiene tres patas