Con una sonrisa, Novak Djokovic intentó disimular que casi se le salen los ojos de las órbitas. Sentado al lado de Angelique Kerber durante el sorteo de los cuadros del Abierto de Australia, el serbio vio cómo su nombre quedaba emparejado al de Fernando Verdasco en una primera ronda desagradable y peligrosa. De entrada, porque el español alimentó su fama de matagigantes en 2016 al dejar fuera a Rafael Nadal a la primera en este mismo torneo. Segundo, porque le ha vencido en cuatro de los 13 duelos que han disputado entre ambos. Y tercero, porque hace tan sólo unos días, en las semifinales de Doha, Verdasco tuvo cinco puntos de partido (¡cinco!) para eliminar al campeón de 12 grandes, que sobrevivió de milagro y terminó ganándole el título a Andy Murray.
“Al final, creo que hay que mirar la parte positiva”, explicó el madrileño a este periódico justo después de una sesión de fotos para la ATP, vestido con la ropa que llevará en el torneo. “Posiblemente es la primera ronda más dura que me podía tocar, pero cuando vienes sin ser cabeza de serie sabes perfectamente que te puede pasar esto. El año pasado me tocó Nadal y ahora Djokovic”, prosiguió. “Está claro que después de las semifinales de Doha es una posible revancha bastante rápida. Tengo que intentar verlo por ese lado, dar el mismo nivel de ese partido”, continuó. “Estoy preparado”.
Aunque por momentos arrasó al serbio, Verdasco perdió la semifinal en Doha y se marchó lamentándose por lo cerca que había estado de domar al indomable, cinco veces a un sólo punto de distancia. Un torneo después, y con un formato distinto (al mejor de cinco mangas), el número 40 del mundo tiene en su mano la oportunidad de hacer algo más importante: destrozar todos los propósitos de su rival de un plumazo.
Djokovic llega a Melbourne herido tras perder el número uno a manos de Murray y quiere recuperarlo. Djokovic está con ganas de demostrarle al mundo que sigue siendo el mejor, que la mitad de 2016 no refleja la realidad, que su juego brilla de nuevo y la cabeza ya no le lleva a descarrilar.
Djokovic, que acabó con lágrimas en los ojos tras caer a la primera en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y siguió el resto del año a tirones, inicia una etapa nueva e interesante: sin Boris Becker en el banquillo, su entrenador de los últimos tres años con el que cortó tras terminar la temporada, el serbio juega ahora como cazador, cuando casi había olvidado lo que se sentía en esa posición.
“Estoy feliz de volver aquí”, reconoció el serbio, que tiene un récord de 57 victorias por seis derrotas en el torneo. “El hecho de jugar muy bien durante toda mi carrera en Melbourne me da mucha confianza”, prosiguió, consciente de lo que necesita hacer en el torneo para salir sentado en el trono de la clasificación.
“Murray se merece el número uno por los últimos meses que hizo, pero yo tengo muchas ganas de hacerlo bien en este torneo. Ya veremos, porque no depende sólo de mis resultados”, añadió el serbio, que no tendrá opciones de volver a la cúspide del tenis mundial si el británico alcanza las semifinales, incluso aunque él levante de nuevo la copa de campeón. “Está claro que voy a intentar poner todo lo que esté en mi mano, con mi tenis y mi mejor juego”, avisó.
“Jugué contra él en su primer año como profesional en el Abierto de los Estados Unidos, en 2005, y conseguí la victoria en cinco sets”, recordó Verdasco. “Le he ganado cuatro veces en total. Quizás, el hecho de ser zurdo le molesta, también puede ser que como mi estilo de juego se basa en tirar muy largo… En cuanto juegas corto se mete muy bien y aprovecha los espacios. Si consigues dominarle, o tu velocidad de bola sin fallar es igual a la suya, al menos no le pones las cosas fáciles”, desgranó el español. "Debo jugar de la misma manera que en Doha. Si juego a ese nivel puedo tener opciones de ganar".
El partido se jugará el martes en la Rod Laver Arena, la central del Abierto de Australia. Verdasco se crece en escenarios grandes, multiplicando su capacidad de rendir al máximo nivel, como bien demostró ante Nadal hace un año. Djokovic lo sabe, pero también tiene algo clarísimo: la pelea es contra sí mismo y contra nadie más. En su mano está encontrar el equilibrio que le llevó a mantenerse tanto tiempo en lo más alto. La misión de Verdasco es demostrarle que está muy equivocado.