—¿Estás jugando sin dolores en este momento? Obviamente, tuviste problemas físicos el año pasado.
—¿Qué quieres decir con jugar sin dolores?
—Sin lesiones.
—Lesiones no tengo, pero hace mucho tiempo que no juego sin dolores.
Nada más sentarse por primera vez en la sala de prensa del Abierto de Australia, Rafael Nadal provocó las risas de los periodistas después de cerrar ese diálogo con una realidad compartida por todos los deportistas de élite. Como dijo LeBron James hace algunos días, jugar sin dolores es imposible para alguien que trabaja con su cuerpo, llevándolo al límite día tras día, forzándolo a ir por el camino del sufrimiento, abriéndole heridas que permanecerán abiertas para siempre. Al mallorquín, que se estrenará en el torneo contra Florian Mayer el próximo martes en el tercer turno de la Rod Laver Arena, no le preocupa eso en absoluto. Sin lesiones que le maniaten, Nadal está a otras cosas.
“Como dije hace unos días, si no me viese competitivo probablemente estaría jugando al golf o pecando en mi casa”, se arrancó con contundencia el campeón de 14 grandes. “Soy honesto con esto: si no creyese que puedo ser competitivo, y cuando digo competitivo me refiero a luchar por las cosas que he luchado en los últimos 10 años, no estaría aquí”, prosiguió el número nueve mundial. “No sé si será en el Abierto de Australia, en Rotterdam, en Acapulco, en Indian Wells, en Miami, en Roland Garros… no lo sé. Pero creo que voy a poder luchar por las que cosas que realmente me motivan”.
El discurso de Nadal está cargado de un convencimiento granítico. A los 30 años, y después de más de dos temporadas sin ganar un Grand Slam (Roland Garros 2014), el mallorquín se siente preparado para intentarlo y sabe que puede conseguirlo, aunque quizás todavía tenga que pasar algún tiempo hasta que ocurra. En consecuencia, lo que Nadal viene a decir con sus palabras es también un aviso para todos sus rivales: aunque nadie se ha atrevido a borrarle de la lista de los candidatos, faltaría más, cuidado porque este jugador nunca ha perdido el hambre y con el motor de la convicción no existen imposibles.
Así, y desde que llegó el lunes a Melbourne, Nadal se ha entrenado con una intensidad asombrosa, casi siempre en doble sesión. Guido Pella, Marin Cilic, Karen Khachanov o Roberto Bautista han jugado con el mallorquín en esas largas practicas, donde Nadal se esforzó por asentar sus objetivos de los últimos tiempos, que principalmente pasan por ser más agresivo, por atacar la pelota, por ir a buscarla en lugar de esperarla para no perder pista y facilitar así que sus contrarios puedan echársele encima. Fuera de la pista, donde también se ganan los torneos más importantes del mundo, el español ha incidido precisamente en mentalizarse para dar el paso, el único camino hacia el gran objetivo.
La pretemporada del número nueve ha sido extraordinaria. El comienzo de año, también. Ahora llega la hora de la verdad. Nadal debuta en el Abierto de Australia con la prudencia del que ha estado mucho tiempo jugando a tirones, y bastante parado por la lesión en la muñeca, pero sabiendo que igualmente se siente listo para pelear por cosas importantes. Eso se traduce en una palabra mágica acompañada de un número bien alto: el Grand Slam número 15 de su carrera. Como LeBron en las pasadas Finales de la NBA (ayudó a los Cavaliers a remontar un 1-3 ante los Warriors para ganar el anillo, algo inédito en la historia), Nadal también cuenta con el convencimiento de que todo es posible.
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