El martes por la mañana, en el corazón del Rafa Nadal Sports Centre de Manacor, Toni Nadal se siente a hablar con Sebastià Nadal y Rafael Nadal para aclarar todo lo que ha pasado en los últimos cuatro días. La conversación confirma lo anunciado durante una entrevista en Budaspet el pasado sábado: el preparador dejará de pilotar la carrera del campeón de 14 grandes cuando acabe esta temporada. Tras la charla, con toda la normalidad del mundo, tío y sobrino se marchan a practicar, porque el 27 de febrero el mallorquín disputará el torneo de Acapulco y luego pondrá rumbo a Indian Wells y Miami, los dos primeros Masters 1000 de la temporada. La decisión de abandonar el banquillo del jugador al que que creó desde cero no ha cambiado nada, al menos por ahora, aunque irremediablemente anticipa un vacío difícil de ocupar tras tanto tiempo sentado en la grada.
“Cuando viajo a Australia ya tenía decidido dejarlo”, confiesa el técnico a este periódico el martes por la tarde a través de una conversación telefónica. “Llevo años pensando lo que me cuesta, diciéndoselo a mi mujer. Precisamente, le conté a ella mi decisión. Tengo la posibilidad de estar en la academia, que me hace ilusión. Rafael está perfectamente atendido por Carlos Moyà. Cuando me voy de Melbourne no se lo digo a Rafael, pero me despido de toda la gente porque sabía que sería la última vez que iría allí: del conductor, de la persona que nos atiende, del director del torneo…”, afirma con voz firme y pausada, mientras de fondo se escucha el murmullo de los alumnos de la academia jugando en las pistas del centro.
“Voy meditando las cosas y entiendo que es buen momento”, asegura el entrenador del balear. “Sé la edad que tengo, los años que llevo dando vueltas por el mundo y la tensión que me produce la competición”, reconoce. “Y me hace mucha ilusión estar en la academia. Me voy, pero no le hago ninguna trastada a mi sobrino. Está bien, en buenas manos. Y me voy a dar el gustazo de estar un año más viajando por el circuito”, celebra. “No hay que buscarle lecturas ocultas. Son muchas temporadas. Si en lugar de haber sido mi sobrino hubiese estado con otro, probablemente se habría terminado mucho antes. He llevado a mi familia a algunos torneos, pero se hace difícil. Me ha ido muy bien, me ha encantado hacer lo que he hecho, pero también me he perdido algunas cosas importantes”.
La decisión, conocida por el padre del jugador y también por Carlos Moyà (no por el tenista, centrando en la final del Abierto de Australia), se desarrolla en una ambiente de naturalidad y no cierra la puerta a que tío y sobrino vuelvan a trabajar juntos el próximo año, aunque sea de manera esporádica. Toni se va, pero puede volver en cualquier momento porque la relación sigue siendo fantástica.
“Vamos a imaginar un escenario posible”, dice el entrenador mallorquín. “En 2018, Moyà tiene un percance, el que sea, que puede pasar. Y mi sobrino me dice que si le acompaño a Montecarlo o a Roland Garros. Allí que voy de cabeza y me lo paso genial”, reconoce. “O me invita a ir a otro torneo, pues venga, vamos a hacer un poco de ambiente si el vuelo no es muy lejos”, insiste. “De verdad, ojalá me diga para ir a dos torneos. Mi intención e trabajar en la academia, llevar la dirección, y si me necesitan en lo que sea allí estaré”, sigue. “Es tan simple como eso: si el año que viene Moyà me dijese que no viaja o que Francis Roig tampoco puede, y me lo piden, allí estoy encantado de la vida”.
LA BOMBA DE BUDAPEST
Tras 15 años de relación profesional, el sábado se conoció de forma repentina que Toni Nadal dejaría de entrenar a Rafael Nadal al final de 2017. Ocurrió mediante una entrevista en un medio italiano durante un foro de la Asociación Mundial de Entrenadores Profesionales de Tenis (GPTCA, por sus siglas en inglés) celebrado en Budapest. Días después, el técnico mallorquín explica en primera persona en este periódico cómo sucedió todo y por qué se han malinterpretado sus palabras sobre la perdida de poder en la toma de decisiones dentro del equipo del tenista.
“Son dos cosas distintas, una la entrevista y otra la parte sobre las decisiones, no tienen nada que ver. Me fui a hacer una charla para entrenadores en Budapest. Cuando llego allí por la mañana me pidieron atender a un medio italiano. Hablamos del curso de técnicos, de la academia y viendo que cada vez voy a estar más involucrado en el proyecto le digo al periodista que el próximo año me voy a dedicar por completo a eso. Le digo que dejaré de viajar y no hablo más del tema.
Luego, por la tarde, los entrenadores del curso nos hacen unas preguntas a Magnus Norman y a mí. Una de las preguntas es: ‘¿Quién decide el tema de equipo en los jugadores?’ Y Norman responde que el jugador, en su caso Wawrinka. Me toca responder a mí y digo: ‘Cuando Rafael es pequeño decidía yo, que es lo normal. Con 12 o 13 años no va a tener alrededor una parafernalia de gente’. Yo decido si jugamos en este torneo o en otro. No lo va a hacer su padre o el agente que no está.
Y sigo: ‘A medida que Rafael se va a haciendo grande paso a decidir menos y empiezan a decidir más el mánager y su padre’. Hay un tema económico detrás, lógicamente. ¿Lo voy a decidir yo? Pues no. En cambio, cuando Rafael es pequeño yo sí puedo decidir todo lo que está alrededor de tenis. Termino diciendo que el tiene la última palabra es Rafael, que es lo que toca. Dejo bien claro siempre que cuando decido menos es porque debe ser así.
Por la mañana había dicho que nuestro trabajo no tiene mucho valor. Quería estimular a los técnicos que están ahí en Budapest. Les digo que el trabajo importante es el que hacen ellos, el de la formación. Y luego nosotros nos llevamos el mérito en el circuito ATP.
¿Cuál ha sido mi error? Mi error es cuando digo que el año que viene no voy a entrenar más a Rafael para centrarme en la academia porque no medito que eso sea trascendente. Si tuviera un problema, le diría a mi sobrino que dejo de entrenarle hoy mismo, pero no es así”.
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