Dubái

La confianza no hace milagros, pero casi. A los 22 años, Elina Svitolina le ganó la final del torneo de Dubái a Caroline Wozniacki (6-4 y 6-2) golpeando pelotas de tenis, pero podrían haber sido canicas y posiblemente el resultado sería el mismo. La ucraniana, que con la victoria consiguió el título más importante de su carrera (Premier 5) y accedió al top-10 por primera vez (la segunda más joven tras Madison Keys, número nueve), descompuso a la danesa con un impecable juego de tiralíneas que nació en la nube de seguridad a la que vive enganchada ahora mismo.

“Es un gran alivio haber ganado este partido”, reconoció Svitolina, todavía vestida con la ropa que llevó durante la final. “Sabía que ganar significaba entrar en el top-10. Lógicamente, había presión extra”, prosiguió. “Cuando estaba calentando lo recordaron por los altavoces, así que eso no ayudó demasiado”, añadió entre risas. “Estoy feliz por cómo jugué el partido. He jugado de la forma en la que he entrenado, así que estoy contenta de haber podido desarrollar mi juego, como durante el resto de los otros encuentros”, insistió. “En resumen, una semana increíble para mí”.

Elina Svitolina posa sonriente tras su victoria. Dubai Duty Free Tennis Championships

Aparcando la final ante Wozniacki, los últimos seis meses de Svitolina han sido para enmarcar. La ucraniana eliminó a Serena Williams en la tercera ronda de los Juegos de Río de Janeiro, alcanzó la final en New Haven (perdió con Agnieszka Radwanska) y cerró 2016 con tres semifinales (Tokio, Pekín y Moscú) y una nueva final (Zhuhai). En 2017, y tras llegar a semifinales en Brisbane (venciendo a Angelique Kerber por el camino), Svitolina inició una racha de triunfos a la que todavía no ha puesto fin (12 encuentros ganados de forma consecutiva), celebrando los trofeos en Taipéi y Dubái, además de abrochando sus dos encuentros en la eliminatoria de Copa Federación contra Australia.

La ucraniana, que este domingo por la noche se marchará a Kuala Lumpur para jugar la próxima semana, se montará en un coche a mediodía y disfrutará de un almuerzo con su equipo en alguno de los mágicos rincones que esconde Dubái, que son muchos. Esa será su recompensa al título y al top-10 antes de ponerse a pensar en un torneo en el que defiende el trofeo de campeona (ganó a Eugenie Bouchard en 2016) y algunos puntos (280) importantes para su nuevo ránking.

Así es la realidad del circuito. Nadie, ni las que están subidas en la nube agradable y dulce de la confianza, escapan a la exigente rueda de la competición. Es el precio que la mayoría debe pagar por estar entre las mejores del mundo.

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