Un resto ganador de revés paralelo despide a Rafael Nadal del Masters 1000 de Indian Wells. Queda mucho partido por delante, porque el mallorquín sólo ha jugado cuatro juegos de su encuentro de octavos de final (1-3 pierde en la primera manga), pero ya sabe que para ganar a Roger Federer va a necesitar un milagro de los que se cuentan de generación en generación como algo imposible de creer.
El suizo, que hace unos meses le ganó la final del Abierto de Australia en el quinto set y levantó su grande número 18, le apabulla 6-2 y 6-3 en un parpadeo (1h07m), suma por primera vez tres victorias consecutivas ante su máximo rival (23-13 en el cara cara) y se cita con Nick Kyrgios (6-4 y 7-6 a Novak Djokovic) por una plaza en semifinales. El resultado, en cualquier caso, es una anécdota: lo que sucede sobre la pista es magia restringida para todos los demás jugadores del planeta.
Federer arranca decidido a protegerse de su aviso de la noche anterior: esta vez se trata de un sprint, no de un maratón. Con esa idea en la cabeza y teniendo la predisposición de luchar por sobreponerse a ella, el suizo juega muy rápido, incluso más que en el final del Abierto de Australia. Las pistolas nunca llegan a estar en las cartucheras porque Federer no las guarda jamás. El suizo dispara, dispara y dispara hasta que su cañón escupe un humo que lo envuelve todo. Con el saque, con la derecha y con el revés, cada bola que toca el número 10 lleva la marca de la muerte y deja a Nadal indefenso, sin el poder de la iniciativa y sin forma de defenderse en mitad de ese tiralíneas constante. Su rival no es un tenista con raqueta, es la excelencia vestida de verde con un arpa en las manos.
“En Australia fue un partido muy igualado y tuve buenas oportunidades de ganar, pero hoy no”, se lamenta Nadal tras la derrota. “Ha jugado mejor que yo y lo peor para mí ha sido estar en desventaja desde el principio, perdiendo el saque en el primer juego del encuentro y luego en el arranque del segundo set”, prosigue el mallorquín. “Es muy difícil jugar contra Federer de esta manera. He luchado, he tratado de encontrar soluciones, pero ha sido imposible. Estoy seguro de que en Miami volveré a jugar bien la próxima semana”.
Más vivo que en el torneo de Dubái, donde cayó inesperadamente con el ruso Donskoy (116 del mundo) en la segunda ronda, Federer se mueve a la velocidad que le exige un estilo de juego tan agresivo. La frescura se nota en su coordinación al servicio, que le ayuda a ir salvando las situaciones complicadas a las que se enfrenta (por ejemplo, una bola de break en el segundo juego del partido, nada más lograr romper el saque de Nadal o algún 0-30). Se nota en su derecha, un puñal en las defensas del mallorquín, continuamente obligado a devolver la pelota en posiciones imposibles, corriendo como loco sin recompensa alguna. Y se nota, por supuesto, en su revés, un tiro que ha cambiado la rivalidad más importante de la última década desde una renovada base a la vista de todos: Federer ya no le tiene miedo a ese golpe a una mano.
El mallorquín, claro, no ha olvidado que en sus dos últimas derrotas con el suizo se chocó con un revés distinto, que por esa zona ya no es tan fácil hacer sangre. Cerca de cumplir los 36 años, y tras una década sufriendo la icónica derecha alta del español, Federer le ha echado coraje para dejar de pegar el revés cortado intentando defenderse y atreverse con el plano, que bien pegado es un disparo al corazón de su contrario. Si en la final de Basilea 2015 ese cambio táctico fue una sorpresa que Nadal encajó con perplejidad, en la del Abierto de Australia le costó posiblemente la copa de campeón y en Indian Wells terminó dejándole mudo, sin poder decir otra cosa que felicidades, enhorabuena y suerte. ¿Qué más se puede añadir después de una exhibición para la que nadie tiene adjetivos?
Agarrado a su amor propio, lo único que le mantiene con vida en el cruce, Nadal intenta ser imprevisible, jugar al despiste, que su plan sea no tener un plan que Federer pueda reconocer. El español, sin embargo, nunca se acerca a Federer, varios escalones por encima y vencedor de un encuentro gobernado desde la decisión, el ataque (26 ganadores por 17 errores no forzados) y la inspiración. En marzo de 2017, con todo vivido en su deporte, la realidad es apabullante: el genio suizo está mejor que nunca.