20 minutos después de debutar con victoria en el Masters 1000 de Montecarlo, y mientras el gentío abandona en masa la grada buscando algo de comer tras permanecer un buen rato en tensión, Pablo Carreño utiliza una de las escaleras de piedra de la pista central del torneo para estirar y descargar las piernas, sobre las que va alternando el peso de su cuerpo. La paliza ha dejado agarrotado al español, que al vencer 7-6, 6-7 y 6-3 a Fabio Fognini ha dado el paso más importante para culminar con éxito lo que estos días persiguen todos los jugadores del vestuario: realizar la complicada transición de pista dura a tierra batida, en la mayoría de los casos tras estar casi un año sin pisar la arcilla.
“Físicamente es más duro”, analiza el gijonés. “Los movimientos son muy diferentes a los que haces en dura. Los aductores sufren mucho más al resbalar tantas veces y correr para recuperar bolas que en pista rápida sería inalcanzables”, sigue el número 19 mundial. “A mí me cuesta un poquito, pero estoy acostumbrado a jugar en tierra. Además, estuve en la gira de Sudamérica, así que llevo un mes sin pisar esta superficie y no casi un año como algunos otros”, recuerda Carreño, que en febrero disputó los torneos de Buenos Aires, Río de Janeiro y Sao Paulo. “He sobrevivido, que es lo importante. Era mi primer partido en tierra tras Indian Wells, Miami y la Copa Davis. Hice un esfuerzo para estar con España en una pista cubierta, totalmente diferente a estas condiciones. Apenas he tenido cuatro días para preparar el partido, pero por suerte he podido ganar”, celebra el español, citado ahora con el ganador del Karen Khachanov-Nicolas Mahut.
“Cuesta mucho, sobre todo para el cuerpo”, le sigue Roberto Bautista, que de entrada consumió más de dos horas para batir 1-6, 6-3 y 7-5 a Nikoloz Basilashvili. “Al principio, tienes muchos dolores por el cambio de superficie. La pelota pesa más y en consecuencia hay que generar también más, los músculos de las piernas no están acostumbrados a resbalar, te estiras más de la cuenta, vuelven más pelotas, los intercambios son más largos… Aunque como español cuesta un poco menos, eso es cierto”, cierra el castellonense, que llevaba sin pisar la superficie más lenta del circuito desde el pasado mes de mayo, cuando cayó con Novak Djokovic en los octavos de Roland Garros.
“El cambio es difícil y lo notas, pero al final todo lleva su tiempo”, razona Nicolás Almagro, que también necesitó jugar el set decisivo para vencer 4-6, 6-3 y 6-1 a Martin Klizan. “No es lo mismo entrenar que competir. Por eso, el primer partido es fundamental”, avisa el murciano. “Yo llevo una semana jugando, pero hay que cambiar los efectos de la pelota y sobre todo preparar al cuerpo para sufrir. Los puntos son más largos”, añade. “A mí me está costando encontrar las sensaciones en tierra, pero lo importante es que lo he sacado adelante. Poco a poco, con el paso de los días, espero encontrarme mejor y soltarme las cadenas que me tienen atenazado para jugar de nuevo alegre”, se despidió Almagro, que este martes tendrá una buena prueba con el belga Goffin.
“Evidentemente es mi superficie y es más fácil para mí adaptarme”, reconoce Albert Ramos (6-2 y 6-3 al argentino Olivo), que tras jugar la Davis con España compitió en Marrakech, ya sobre tierra. “La pista en Serbia no botaba nada y en Marrakech había altura, como en Madrid. Gané el primer partido muy justo y con Coric perdí justo también. No fueron muy buenas sensaciones. He intentado entrenarme dos días en Montecarlo y llegar preparado”, continúa el número 24 del mundo. “Este partido me va a venir muy bien para coger ritmo para toda la gira”.
La tierra, claro, no tiene nada que ver con el cemento. Primero, porque la forma desplazarse en albero va en dirección opuesta a la de hacerlo en dura y los movimientos son totalmente diferentes. Segundo, porque la cabeza toma partido: al ser una superficie lenta, los jugadores pueden usar la táctica para plantear los intercambios, algo que casi no existe en cemento. Y tercero, porque el saque pierde muchísimo protagonismo, el resto gana importancia y un break no es decisivo.
“En mi caso, creo que tengo una movilidad más natural para jugar en este tipo de pistas y no lo noto tanto físicamente”, argumenta Pablo Cuevas, que superó con comodidad a Viktor Troicki (6-3 y 6-0) para llegar a la segunda ronda del torneo. “Es diferente, hay que resbalar, pero no es nada que no sepa hacer. Hay que tener más paciencia. El saque hace menos daño y vuelven muchas más pelotas, pero por otro lado eso me da tranquilidad porque los segundos servicios no te los atacan como en otras pistas, por mucho que se metan dentro de la pista”, explica el uruguayo. “He tenido algunos resultados que me han hecho pensar que puedo jugar también en cemento, pero lógicamente prefiero hacerlo en arcilla. Naturalmente, tengo más armas aquí, pero no sé si me consideraría un especialista”.
Así, y mientras los primeros debutantes en el torneo buscaban entenderse con la superficie sobre la que discurrirán las próximas semanas tres Masters 1000 (Montecarlo, Madrid y Roma) y un Grand Slam (Roland Garros), los grandes candidatos seguían apurando la preparación contando las horas para mancharse los pies de tierra: Novak Djokovic debuta este martes contra Gilles Simon y Rafael Nadal el miércoles contra Kyle Edmund en una superficie que habitualmente exige sangre y sudor como tributo del triunfo. La hora de los fuertes ya está aquí.
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