Intocable Kyrgios, esperanzador Ferrer
De la mano de su saque, el australiano llega a su primera final de Masters 1000 en Cincinnati tras dejar fuera a la mejor versión del español (7-6 y 7-6) en casi dos años.
20 agosto, 2017 04:20Noticias relacionadas
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El dato no es cualquier cosa. Por primera vez desde París-Bercy 2012, dos jugadores fuera del Big-4 (el grupo que forman Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray) jugarán la final de un Masters 1000, 44 ediciones después de que eso ocurriese en la prueba que cierra el curso, justo antes de la Copa de Maestros. Las victorias de Grigor Dimitrov (7-6 y 7-6 a John Isner) y Nick Kyrgios (7-6 y 7-6 a David Ferrer) construyeron la final del torneo de Cincinnati y garantizaron que habrá nuevo campeón en un evento de la segunda categoría más importante del circuito, solo por debajo de los cuatro grandes. El domingo, el búlgaro o el australiano pasarán a formar parte de la pequeña lista de elegidos que se entrometieron en el dominio de la generación más dominadora de toda la historia.
“He jugado muy buen partido y estoy contento”, analizó Ferrer tras la derrota a este periódico. “Kyrgios saca muy fuerte y la diferencia ha estado ahí, en su servicio. De fondo quizás era mejor, físicamente también, pero él ha sacado muy bien. Me ha sorprendido mucho cómo ha variado la dirección de sus servicios. Además, en momentos importantes no bajaba la velocidad”, prosiguió el español, que se encontró intentando restar bombas a más de 200 kilómetros por hora, una vez tras otra, sin un momento de duda, sin una mínima tregua. “Al final, vas todo el tiempo al límite y en los desempates siempre tiene más ventaja el que saca mejor. No puedo reprocharme nada”.
A diferencia de Nadal el día anterior en cuartos de final, Ferrer mantuvo igualado el partido desde dos premisas básicas: poner la vida en cada uno de sus turnos de saques y obligar a Kyrgios a jugar todas las pelotas, sin regalarle nada con la bola en juego, sin fallar tiros sencillos, sin cometer errores infantiles. El australiano, que venía de un encuentro plácido en el que hizo lo que quiso con un rival desconocido, se encontró en tensión desde el primer momento contra Ferrer, que vio a Kyrgios insultarse a sí mismo, tirar la raqueta al suelo y negar con la cabeza.
La rabia del número 23, que tantas derrotas le ha costado, no le quitó la concentración ni le sacó del partido. Martilleando un saque tras otro (14 aces y un asombroso 90% de puntos sumados con su primer servicio), Kyrgios ganó invulnerabilidad y convirtió los colmillos afilados de Ferrer al resto en inofensivos dientes de leche. El español, que perdió el tie-break de la primera manga sin opción a hacer más, tuvo tres bolas de rotura en la segunda, que se fueron igual de rápido que llegaron (con tres saquetazos de Kyrgios) para volver a otro desempate, que de nuevo acabó perdiendo, sufriendo un martirio para que los intercambios se discutiesen a golpes y no desde el servicio.
La derrota en semifinales, por supuesto, no ensombrece una semana excepcional para el español. A los 35 años, Ferrer demostró que todavía tiene mucha vida: en el peor año de su carrera, cuando la retirada empezó a rondarle por la cabeza, el alicantino llegó a la pelea por la final después de arrollar a Dominic Thiem, cortando una racha de 14 derrotas seguidas contra rivales del top-10, y jugó igual de bien con Kyrgios, aunque la victoria se le escapó en tres puntos. Un trampolín para seguir adelante.