Nadal, rumbo a otro imposible: ganar 11 veces Montecarlo
El español jugará la final en el tercer Masters 1000 del año tras derrotar 6-4 y 6-1 a Grigor Dimitrov.
21 abril, 2018 15:28Noticias relacionadas
- Nadal despelleja a Thiem
- Antes del desafío de Thiem, otro castigo de Nadal
- Nadal vuelve a la tierra como Nadal
- Tiempo de tierra, hora de Nadal
- Ferrer clasifica a España para semifinales de la Davis tras una victoria épica ante Kohlschreiber
- Alemania obliga a España a una gesta en la Copa Davis
- Nadal reanima a España
- Nadal está listo para España
- En 2018, Federer no sabe perder
- Djokovic está en crisis: sin confianza, sin ritmo y sin mordiente
“Necesitamos reservar una pista rápido. Voy a ir a pegar unos drives, directo. Lo más cerca posible”. Tras clasificarse para su duodécima final en el torneo de Montecarlo, derrotando sin la brillantez del día anterior a Grigor Dimitrov (6-4 y 6-1), Rafael Nadal sacó su iPhone de la bolsa y le mandó un mensaje a Carlos Moyà, su entrenador, avisándole de lo que haría a continuación, antes de pasar por el vestuario para cambiarse de ropa y acudir a su encuentro con la prensa. Un segundo después, y como su equipo estaba alucinando en la grada, el tenista confirmó a grito pelado que se marchaba a pegar derechas a una de las pistas de entrenamiento. Al campeón de 16 grandes, que jugará el domingo contra Kei Nishikori (3-6, 6-3 y 6-4 a Kei Nishikori) buscando su título número 11 en el tercer Masters 1000 de la temporada, no le bastó la victoria ante el búlgaro porque casi durante todo el partido jugó mal con su drive, con poco filo y sin la agresividad de los duelos anteriores. Hay gestos que lo dicen todo, y este del mallorquín es de los que no necesitan más explicación. [Narración y estadísticas]
“Es algo que no es nada nuevo”, explicó luego Nadal, que al vencer a Dimitrov encadenó 34 sets ganados de forma consecutiva en tierra, desde que cayó en los cuartos de Roma 2017 con Dominic Thiem. “Lo he hecho muchas veces en mi carrera. Solo quería golpear algunos ganadores de derecha que creo que necesito para mañana, eso es todo”, prosiguió el balear. “Llegar a 12 finales aquí es algo difícil de imaginar y ganar 10 también. En nuestro deporte no hay mucho tiempo para detenerse a pensar en las cosas que sucedieron o no sucedieron. Tienes que seguir adelante”.
Aunque el cara a cara esté totalmente controlado por el español (10-1 antes de hoy), los partidos entre Nadal y Dimitrov siempre han sido peleas a cara de perro. Por ejemplo, los tres enfrentamientos que ambos protagonizaron en 2017 acabaron decidiéndose en el parcial decisivo (quinto set en el Abierto de Australia y tercero en Pekín y Shanghái) y se quedaron grabados en la memoria de los aficionados por la calidad de esos cruces, bonitos de ver porque español y búlgaro son dos tenistas con buen gusto tratando la pelota, dos que prefieren masticar los intercambios y emplear la cabeza antes que romper la bola sin ton ni son.
Como en los días anteriores, Nadal abrió brecha pronto (3-0 de salida) y se fue rápidamente en el marcador, pero le costó bastante más hacerlo que en las rondas previas. Dimitrov le llevó al 40-40 en el primer juego del partido, se puso 15-30 cuando ya había cedido su saque (con 0-2) y acabó devolviéndole el break al mallorquín para empatar a continuación la semifinal con su servicio (3-3), restableciendo la igualdad a los 37 minutos.
Obligado a volver a empezar de nuevo, el número uno se encontró con una situación que radiografío las dificultades que estaba atravesando. Desde el fondo de la pista, de siempre su zona de confort, Dimitrov llegó a tener el mando en mitad de la primera manga (20 puntos ganados, por los 18 de Nadal). El búlgaro, que disfrutó de un rato donde abusó de la potencia sin perder puntería, se defendió sin problema de los tiros combados del balear sobre su revés a una mano, convirtiendo cada embestida de su rival en un contraataque bien esquinado que desequilibró al español.
Nadal se encontró atrapado por culpa de su derecha (muy blandita, sin profundidad para sacar a Dimtirov de lugares cómodos) y salió del laberinto por una autopista. Dos decisiones del balear destruyeron al búlgaro, que vio a su contrario irse muy atrás a restar para devolverle muchos más saques (lo consiguió) y que padeció su revés, con el que Nadal abrió la pista sobre la zona de la derecha rival con la intención de rematar el punto al otro lado (también lo consiguió).
En consecuencia, el español se hizo con la primera manga y Dimitrov se plantó en la segunda anímicamente hundido. Luego, lo de tantas otras veces: Nadal se echó encima del búlgaro hasta que se llevó el triunfo y en lugar de irse a descansar se arremangó. Durante 20 minutos, el número uno se refugió en la pista para abrazar las buenas sensaciones con su derecha, el golpe más importante de su juego.