Es una imagen habitual en la NBA, pero totalmente inédita en tenis. Rafael Nadal acaba de aterrizar dentro de la grada de la pista central de Wimbledon persiguiendo una pelota de Juan Martín del Potro durante el quinto set de su partido de cuartos de final. El número uno está sentado en el pequeño escalón verde que separa al público de la hierba, agarrándole la mano a un hombre que ha evitado el impacto del tenista contra la gente. Una señora de pelo corto, que lleva puesto un sombrero clásico de paja, todavía conserva la cara de susto porque ha visto cómo el jugador se abalanzaba sobre ella sin control, y posiblemente sigue dando gracias por estar de una pieza. El resto de los espectadores de las primeras finales están de pie con los móviles en alto, intentando fotografiar la escena que resume una batalla tremenda y un problema inminente: en la victoria, Nadal consume 4h47m de enorme desgaste y solo tiene un día por delante para recuperarse del esfuerzo antes de enfrentarse a Novak Djokovic por el pase a la final.
“Vengo de estar en agua fría, y ahora tengo que descansar y hacer la recuperación pertinente”, explicó el campeón de 17 grandes al entrar en la sala de prensa de Wimbledon pasadas las 10 de la noche del miércoles. “Cuando vaya a dormir debo intentar coger buenas posturas y recuperarme todo lo que pueda”, añadió. “Es importante que mi entrenamiento de mañana [por el jueves] sea suave, pero con una movilidad adecuada para que el cuerpo no se quede duro”.
Nadal llegó a la casa que tiene alquilada a pocos metros del torneo cerca de las 11 de la noche, se preparó una ensalada, cocinó pescado y se sentó junto a los suyos para charlar y relajarse de la tremenda tensión del encuentro. A la mañana siguiente, tras dormir más de ocho horas, el español se levantó un poco cansado y se marchó a entrenarse en la pista número 9 de Wimbledon acompañado por Francis Roig, uno de sus entrenadores.
Durante una hora, de una a dos de la tarde, el campeón de 17 grandes cumplió con lo que había avisado al ganar a del Potro. En consecuencia, realizó una sesión tranquila para soltarse un poco, pero sin exigirle nada a sus músculos, y luego se marchó a darse un baño de hielo acompañado de Rafael Maymò, su fisioterapeuta y mano derecha. Sobre Titín, como le llaman cariñosamente en el equipo de jugador, y el doctor Ángel Ruiz Cotorro recayó de nuevo la responsabilidad del tratamiento que siguió Nadal para intentar llegar a punto al trascendental cruce del viernes contra Djokovic.
“Después de un esfuerzo tan exigente como es un partido de casi cinco horas, y en una superficie como la hierba, la recuperación tras la competición tiene una importancia vital para poder rendir de forma óptima en el siguiente encuentro”, recordó Blanca Bernal, una de las pocas fisioterapeutas españolas que ha trabajado en el circuito femenino. “El mecanismo de recuperación más efectivo es la crioterapia para ayudar a lidiar con la inflamación articular y conseguir limpiar las sustancias de desecho a nivel muscular, a través de un aumento del flujo sanguíneo por proceso de vasoconstricción y vasodilatación”, añadió. “Además, usar técnicas de fisioterapia, como el masaje, y de movilidad articular, consiguen minimizar las malas sensaciones musculares y articulares”, siguió. “También hay que centrar la atención en una correcta hidratación y un descanso óptimo. En el caso del sueño, cuanto más mejor, ya que es un potente regenerador”.
A los 32 años, Nadal ha jugado 37 partidos esta temporada (35 victorias y dos derrotas). Solo en Wimbledon, el español ha empleado casi 13 horas (12h56m) en clasificarse para las semifinales por las 10h19m de Djokovic, que para vencer Kei Nishikori en los cuartos necesitó sudar bastante menos que el número uno (2h35m). Por eso, la paliza del mallorquín ante del Potro (4h47m) le obligó a redoblar todos los cuidados habituales: dormir mucho, enfrentarse al barreño de agua helada, entrenar suave, comer bien y confiar en que todo eso sea suficiente para no perder las energías en su intento de volver a la final de Wimbledon.
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