Caer y levantarse. Caer y levantarse. Caer y levantarse.
Cuando Rafael Nadal vence a Stefanos Tsitsipas en la final del Masters 1000 de Canadá (6-2 y 7-6), cuando el español celebra su trigésimo tercer título de la categoría y estira el récord que tiene en posesión, el número uno ha logrado mucho más que su primer trofeo en pista dura desde el pasado mes de octubre (Pekín). Nadal, derrotado agónicamente por Novak Djokovic hace unas semanas en las semifinales de Wimbledon (8-10 en el quinto set), se recompone ganando su siguiente torneo en Toronto y demuestra por qué su carrera es uno de los pilares sobre los que se sostiene la historia del deporte que le ha convertido en leyenda: nadie se repone de los golpes como el mallorquín. [Narración y estadísticas]
“Si me hubieran dicho esto hace dos semanas no me lo habría creído”, acierta a decir Nadal todavía sobre la pista al llegar a los 80 títulos. “Es importante ganar cuando no juegas bien, y yo he mejorado en cada partido que he jugado”, prosigue el balear. “Es una gran forma de empezar la gira estadounidense. Ganar un Masters 1000 no es algo que ocurra habitualmente, así que estoy muy feliz”.
El día de su cumpleaños (20), Tsitsipas juega el partido más importante de su vida subido a una ola de confianza. Para llegar a su primera final de Masters 1000, el griego necesita tumbar a cuatro top-10 consecutivamente, convirtiéndose en el más joven de siempre en encadenar ese número de victorias contra los mejores del mundo. En esa lista de víctimas hay nombres muy importantes porque están el último ganador y finalista de Wimbledon (Djokovic y Kevin Anderson), el subcampeón de Roland Garros (Dominic Thiem) y el defensor de la corona de Canadá (Alexander Zverev). Tsitsipas, sin embargo, no se impresiona ante nadie, evita el conformismo que suele llegar de la mano de un gran triunfo y va asombrando día tras día, asegurándose estar el lunes entre los 15 primeros de la clasificación.
El griego, que ya se ha medido una vez a Nadal (este año en la final del Conde de Godó, que pierde sumando solo tres juegos), sale a la central de Toronto con la cabeza muy alta, los ojos desafiantes, y se lanza a terminar su obra buscando el título ante el número uno del mundo. Muy pronto, quizás demasiado, Tsitsipas se da cuenta de que la victoria es un imposible bien grande, que su oponente no tiene grietas, que para ganarle un punto necesita que se alineen los planetas.
En menos de media hora, Nadal gana 5-1 y tiene el encuentro totalmente controlado, la copa a un palmo de su mano. Aunque nunca lo reconozca, el mallorquín ha jugado la final dos días antes contra Marin Cilic en cuartos. Sobrevivir a ese encuentro frente al croata, darle la vuelta al cruce tras encajar un 2-6 en la primera manga, es un trampolín para que el campeón de 17 grandes arrase al ruso Khachanov en semifinales y a Tsitsipas en la final.
De principio a fin, el balear hace lo que quiere con su contrario. A diferencia de sus primeros días en Toronto, Nadal asalta la final con agresividad, atacando la pelota a la más mínima y buscando las líneas . Pasa una hora de juego y el español domina 6-2, 5-4 y saque con una estadística de las que duelen: el número uno ha hecho suyos 32 de los 35 puntos que ha disputado hasta ese momento con su servicio. Lógicamente, parece claro que el título ya le pertenece.
Entonces, ocurre lo inesperado.
Nadal le entrega a Tsitsipas un break cuando saca por el partido. Por primera vez en toda la tarde, el balear está nervioso y encadena varios errores que le ponen en un aprieto. Es 5-5, una bolsa de oxígeno para el griego. De la nada, Tsitsipas tiene bola de set al resto para empatar el partido y poner la final patas arriba. Apretando los dientes, el español anula esa oportunidad, llega vivo al tie-break y allí se abraza al título.
“Aunque haya perdido hoy, siento que con mi juego puedo ganar a buenos jugadores”, avisa luego el griego, con motivos para sentirse orgulloso tras una semana inolvidable. “Pero Nadal te atrapa como un bulldog y siempre te hace sufrir en la pista. Así es cómo te sientes cuando juegas contra él. Por eso,necesito trabajar mucho más y espero poder alcanzar su nivel algún día como mejor tenista del mundo”.
En pleno verano de 2018, ese jugador sigue siendo Rafael Nadal Parera.