Agresivo. Agresivo. Agresivo.
La palabra se incrusta en la mente de Rafael Nadal como el clavo que atraviesa la madera. Ocurre en 2005, pero también en 2006 y 2007. Y en 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012. Y en 2013, 2014, 2015 y 2016. Y hasta en 2017 y 2018. El español, que este domingo se enfrenta a Novak Djokovic en la final del Abierto de Australia (25-27 en el cara a cara), lleva toda la vida escuchando cómo desde fuera le cuelgan etiquetas opuestas de las que distinguen a los tenistas ofensivos (defensivo, conservador, especulador…) mientras sus entrenadores le empujan a dar pasos para seguir esa línea agresiva, clave para triunfar en pista rápida, vital en el objetivo de alargar la carrera deportiva evitando el desgaste. Ahora, cerca de cumplir los 33 años, el debate se ha terminado, está muerto y sentenciado: el Nadal que peleará por el título en Melbourne ante el número uno del mundo es un jugador salvaje.
"He sido agresivo porque estoy jugando bien", explicó Nadal el jueves por la noche tras conseguir el pase a la final. "El problema conmigo es que he tenido mucho éxito en tierra batida y la gente cree que no soy agresivo, pero creo que la gente que piensa eso está completamente equivocada", prosiguió el mallorquín. "No estoy haciendo saque y volea ni pegando golpes ganadores en cada bola, pero juego todos los tiros con un objetivo. Y no hay mejor manera de ser agresivo que golpear la pelota con el objetivo de crear daño al oponente", reiteró. "Aquí estoy teniendo la posibilidad de hacer ese daño un poco antes porque durante este torneo he estado sacando muy bien, y cuando se saca bien la primera bola es un poco más fácil. Probablemente, esa es la única razón".
El cambio en la mecánica de servicio que el español estrenó hace unos días al comienzo del Abierto de Australia ha tenido un impacto decisivo en el Nadal más ofensivo en años, quizás al nivel del que conquistó en 2013 los títulos en Canadá, Cincinnati y en el Abierto de los Estados Unidos de forma consecutiva, arrasando como nunca antes sobre cemento.
Esta vez, sin embargo, un dato lo dice todo.
En su camino hasta la final en Melbourne, en el que ha cedido solo dos veces su saque, enlazando los últimos cinco partidos sin conceder un solo break, el español ha jugado un 71% de los peloteos en menos de cinco golpes (0-4), un 9% más que en 2017 en el mismo torneo (62%). En consecuencia, Nadal se ha olvidado de los intercambios largos (solo un 8% de nueve tiros o más en la edición de 2019), lanzándose a por el punto desde el primer tiro gracias al respaldo del servicio, un trampolín estratégico que le permite arrancar con ventaja tras cada saque, atacando la pelota siguiente al resto del rival.
"Estoy sacando muy bien, pero también siguiendo las jugadas después del saque, la primera bola está siendo muy buena", celebró el campeón de 17 grandes. "A partir de ahí, tengo muchas opciones de cerrar el punto con un golpe ganador o en la red", dijo Nadal, que hasta ahora se ha hecho con el 81% de los puntos disputados con su primer servicio. "Es verdad que no puedo jugar como Roger [Federer] cuando no tengo el saque de Roger", añadió. "Roger tiene muchos puntos gratis, muchas veces que comienza sirviendo y luego tiene una derecha fácil", prosiguió. "No ha sido mi caso porque durante mi carrera nunca he tenido ese saque, pero ahora estoy sirviendo mejor y por eso puedo crear más ganadores desde la primera bola", insistió. "Siempre he tratado de ser agresivo, pero tengo mi mentalidad y no puedes ir en contra de la forma en la que entiendes el deporte. No puedo jugar tratando de golpear ganadores en cada bola si no entiendo el deporte de esa manera", aseguró el tenista. "No puedes lidiar con la presión porque la parte mental tiene que ir por delante del juego".
"Al final", valoró Carlos Moyà, uno de los entrenadores del número dos, "no buscamos que gane solo los partidos, estar fresco es casi igual de importante", remarcó el ex número uno del mundo, consciente de que Nadal solo ha empleado 12h11m hasta la final, a la que llega sin perder un set. "Esto es una maratón. Cuanto menos tiempo pase en pista, mucho mejor. La confianza que le da el saque le permite tener más descanso. Está sirviendo muy bien, y eso se está viendo y notando".
La historia dice que Nadal ha ganado 57 de sus 80 títulos en tierra. Su legendario dominio en Roland Garros (11 veces campeón) ha contribuido a crear la imagen de un tenista más partidario de masticar que de morder, pese a que en su currículo hay conquistas de todos los colores.Si antes eso era mentira, ahora es casi una calumnia.
En Melbourne, Nadal no solo juega puntos más cortos, es que también los gana.
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