A los 20 años, Felix Auger-Aliassime jugará este miércoles en Wimbledon los primeros cuartos de final de Grand Slam de su carrera. Para llegar hasta ahí, sin embargo, el canadiense ha tenido que emprender una subida al Everest que todavía no ha terminado, ni mucho menos: Auger-Alissime ha perdido las ocho finales que ha jugado en el circuito (¡ocho!), posiblemente encadenado a las expectativas que generó desde los 14 años, cuando era un crío que se merendaba a rivales mucho mayores que él. El salto a la élite, claro, frenó la fulgurante progresión del tenista, que no ha tenido más remedio que aceptarlo y trabajar con ahínco para colocarse en la posición que buscaba.
"Es la mejor victoria de mi carrera", acertó a decir el canadiense el lunes tras tumbar a Alexander Zverev en cinco sets, para lo que necesitó 4h02m. "Es un gran logro en mi carrera. Uno quiere hacerlo bien en los torneos grandes, y más en Wimbledon", prosiguió Auger-Aliassime, que se encontrará con Matteo Berrettini por una plaza en semifinales. "Es genial porque tengo mucho apoyo detrás y he recibido bastantes mensajes de personas que me han ayudado a llegar hasta aquí. Eso significa mucho. Siento que les estoy devolviendo parte de su ayuda".
Antes de iniciar la gira europea de tierra batida, Auger-Aliassime anunció que empezaba a trabajar con Toni Nadal, tío y extécnico de Rafael Nadal. La relación nació durante la pretemporada de 2021, cuando el canadiense pasó algunos días entrenando en la Rafa Nadal Academy.
Allí se sentaron las bases para una colaboración que devolvió al mallorquín al circuito, pero en un banquillo distinto al que había ocupado toda la vida. Así, Nadal adaptó la posición de asesor, viajando a algunos torneos para intentar aportar la experiencia acumulada tras viajar durante toda una vida con uno de los mejores jugadores de la historia.
Aunque Auger-Aliassime vivió esa gira de tierra batida de mal trago en mal trago (cuatro derrotas a la primera en Montecarlo, Madrid, Lyon y Roland Garros; los cuartos de final de Barcelona como mejor resultado), el canadiense se transformó al pisar la hierba y cambiar de superficie. En consecuencia, llegó a la final en Stuttgart (perdió con Marin Cilic), derrotó a Roger Federer en Halle para terminar alcanzando las semifinales del torneo y arrancó Wimbledon rebosando confianza.
Ahora asalta los cuartos de final consciente de que es su primera gran ocasión de dejar huella, pero tranquilo porque si nada se tuerce deberían llegar muchísimas más.
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