Roger Federer podría haber jugado su último partido en Wimbledon. A sus casi 40 años, que cumplirá el próximo 8 de agosto, al tenista suizo le tocó vivir este miércoles uno de los momentos más dolorosos de toda su carrera deportiva: su mayor derrota en Wimbledon que se recuerde. Una derrota que da pie a muchas preguntas sobre el futuro de uno de los mejores de la historia.
"One more year", le repetía a gritos y en pie el público del All England Club a Federer cuando se iba de la pista tras caer en tres sets (3-6, 6-7 y 0-6) contra el polaco Hubert Hurkacz. Un momento duro a la par que emotivo. Luego en rueda de prensa se bombardeó al suizo a preguntas sobre si esta era su despedida definitiva de Wimbledon, su Grand Slam fetiche, e incluso si su adiós al tenis era inminente.
"Solo se trata de tener perspectiva", respondió. "Sabes que necesitas una meta cuando estás pasando por una rehabilitación como la que hice. No se puede pensar en escalar toda la montaña de una vez. Tienes que ir por pasos. Wimbledon fue el primer súper paso inicial. Espero que eso no suceda -una retirada cercana-. El objetivo es jugar, por supuesto", añadió.
Roger Federer (Basilea, Suiza; 1981) hace tiempo que está en el Olimpo del tenis. Con 39 años todavía se mantiene como el tenista con más Grand Slams de la historia -el último fue el Abierto de Australia en 2018-, aunque desde el año pasado está empatado a 20 con Rafa Nadal. Novak Djokovic, todavía con vida en Wimbledon, puede firmar un triple empate esta misma semana. Parece cuestión de tiempo que alguno rebase al 'Maestro Suizo', pero este se resiste a colgar la raqueta.
Su año más difícil
El 2021, con permiso del 2020, probablemente sea uno de los años más difíciles para Federer. Se propuso volver tras pasar un año lesionado y lo consiguió, que no es poco, pero su balance muestra la cruda realidad: ha ganado nueve partidos y caído en cinco. En Ginebra, en su país, cayó a la primera de cambios; en Halle, uno de sus torneos preferidos, perdió en segunda ronda y ahora el palo de Wimbledon, donde nunca había perdido un set en blanco y no caía en tres sets desde 2002.
Las dudas asolan la cabeza de Federer, quien reconoció que no tiene claro siquiera si competirá en los Juegos de Tokio. Un camino similar al de Rafa Nadal, que también sufrió el varapalo de caer en su 'plaza' favorita, Roland Garros, y después renunció a la cita olímpica.
Federer no se retirará todavía. Si se tomó la molestia en pasar por quirófano, entrenar y organizarse un calendario, no era para dejarlo a la mitad de año. Pero algo hay que tocar. "¿Qué tengo que hacer para estar en mejor forma y ser más competitivo?", se preguntaba en la rueda de prensa de Wimbledon y seguramente se lo haya repetido en bastantes ocasiones a lo largo de las últimas horas. "Necesito ser un mejor jugador si quiero ser más competitivo en el más alto de los niveles", añadía.
La caída de Agassi
Tiene en su mano varias posibilidades. Desde 'tocar' su equipo a dar un cambio tanto mental como de actitud fuera y dentro de la pista. Aprender a conocerse después del bache que ha tenido que pasar y a lo que hay que sumar la edad que no perdona a nadie. Incluso, recordando a uno de sus grandes rivales, Andre Agassi, empezar de cero.
En 1997, Agassi tocó fondo por un cúmulo de problemas que le llevaron a sufrir una grave depresión y consumir metanfetamina. Tocó fondo. Se colocó en la posición 141 del ranking mundial después de haber ganado cuatro Grand Slams, ser número 1 del mundo y ganar una medalla olímpica. Y junto a su entrenador Brad Gilbert decidió empezar de cero, a lo brusco. ¿Qué hizo? Bajar al 'barro', disputar dos Challengers y escalar hasta volver a un nivel que correspondía a su figura.
Es cierto que hay muchas diferencias entre aquel Agassi y el actual Federer. Uno tenía 27 años y el otro está a punto de cumplir los 40. El físico le pesa al suizo. Aún así, es un gran ejemplo para Roger, que se enfrenta a un momento crítico en el que debe dar un giro que le lleve a recuperar un buen nivel para que, al menos, se pueda despedir del tenis cuando él decida y dejando su sello hasta el último partido.
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