Cinco meses después de jugar su último partido (Washington 2021), Rafael Nadal tendrá la oportunidad de ganar el título en el primer torneo que disputa tras enfrentarse de nuevo a la enfermedad de Müller-Weiss, una displasia del escafoides tarsiano, la deformidad de uno de los huesos situados en el medio pie, esencial para la movilidad del mismo. El español, citado con Maxime Cressy, llega al encuentro decisivo en el Melbourne Summer Set, una cita de categoría 250, con dos victorias (Tallon Griekspoor se retiró en cuartos de final) que le permiten empezar a sacar conclusiones antes del Abierto de Australia, que comenzará el próximo 17 de enero: aunque tiene mucho camino por recorrer, bastante por mejorar, la base es sólida.
"Estar de vuelta en una final es genial", aseguró Nadal tras deshacerse el sábado de Emil Ruusuvuori. "Por supuesto, necesito hacer muchas cosas mejor en la pista, pero lo único que no me falta es la actitud positiva: no me he frustrado cuando las cosas no han ido como yo quería", prosiguió el número seis mundial. "Es normal que cometa errores y que me sienta un poco más lento de lo habitual. Es un proceso, y siempre he creído en los procesos durante toda mi carrera. Las victorias ayudan tanto como pasar horas en la pista. Estoy feliz por eso, y mañana tengo otra oportunidad".
"Hemos vivido muchos momentos de incertidumbre porque el pie de Rafa no mejoraba", reconoció Carlos Moyà, uno de los entrenadores del campeón de 20 grandes. "Decir adiós a la temporada pasada no fue fácil, y menos para alguien como él, al que le gusta tanto la competición", siguió. "No teníamos claro cómo respondería, pero en el último mes ha dado un paso adelante. Ha habido momentos bastante duros, pero su fuerza de voluntad es impresionante. Aquí estamos, contentos de verle jugar en Melbourne. Está más que preparado para que le vaya bien".
Buenas sensaciones
En los dos encuentros que ha jugado en Australia, ante Ricardas Berankis y contra Ruusuvuori, Nadal ha demostrado señales interesantes. Con el pie aguantando las primeras cargas de la competición, el mallorquín se ha abierto paso ante rivales poco exigentes (no se medirá a ningún cabeza de serie en todo el torneo) dejando destellos de lo que debería ser su juego cuando inicie el asalto de la corona del Abierto de Australia, donde tiene la oportunidad de convertirse en el jugador con más grandes de todos los tiempos (ahora mismo está empatado a 20 con Roger Federer y Novak Djokovic).
“Es difícil porque después de mucho tiempo fuera del circuito, y con un solo partido en las piernas…”, reflexionó Nadal. “Necesito volver a las rutinas, a los golpes que hago de manera automática cuando llevo mucho tiempo compitiendo. He intentado hacer lo mío, manteniéndome positivo todo el tiempo y tratando de encontrar soluciones. Creo que cometí errores. Jugué algunos buenos puntos, pero necesito ser más consistente. Eso es obvio. Mi saque ha funcionado bien y eso me ayuda mucho, dadas las circunstancias. La victoria, por supuesto, también. Mañana tengo otra ocasión para hacerlo mejor”.
“Ha habido muchos entrenamientos en los que no podíamos hacer prácticamente nada, golpear la pelota y fuera”, confesó Moyà. “Desde que acabó en Washington, Rafa estuvo casi dos meses sin jugar. Es mucho tiempo parado. Arrancar el motor de nuevo no se hace en dos días. Incluso tras el tratamiento siguió teniendo dolores y problemas”, incidió. “Por eso, muchas sesiones han sido de media hora o 40 minutos, jugando sin moverse. Incluso jornadas libres, días en los que después de llegar a Manacor no hemos podido entrenar. Hemos tratado de recuperar lo que estaba haciendo bien y… en eso estamos”.
Solo el tiempo, y el aumento de la exigencia, podrán medir dónde se encuentra Nadal tras casi medio año en blanco.
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