Gloria Lomana: “Mucha vanidad debería tener alguien para reconocerse en 'Juegos de Poder'”
La periodista publica su primera novela retratando a un empresario de los medios que trafica con información, chantajea a políticos y utiliza a periodistas.
18 noviembre, 2017 03:10Noticias relacionadas
Juegos de Poder (Esfera de los Libros) describe el ascenso de Marcelo Russo, un empresario que decide hacerse rico y poderoso con la información y, para ello, se sirve de contactos en la Policía para acceder a informes confidenciales que luego utiliza para extorsionar, controlar a políticos y empresarios y para mantenerse en la cima de la escala de poder.
Por la primera novela de la Gloria Lomana desfilan policías, políticos, periodistas, empresarios, dueños de canales de televisión y de periódicos con la España de los últimos 25 años como telón de fondo. Una situación que inevitablemente lleva al lector a buscar similitudes con personajes reales.
Marcelo Russo nació tras el encargo de la editorial de hacer un House of Cards español, aunque en entrevista con EL ESPAÑOL, la autora reconoce que su Frank Underwood no llega a los niveles de maldad suprema del protagonista de la serie. Aunque asusta. Y mucho.
¿En qué se parecen Frank Underwood de House of cards y Marcelo Russo de Juegos de Poder? (Ojo, esta respuesta contiene spoilers de la primera temporada de la serie que protagonizaba Kevin Spacey)
El protagonista de House of cards es el perfecto malvado, aquel que todo el tiempo está beneficiándose a sí mismo y causando daño a los demás. Por lo tanto, es un personaje que suma para restar. En la primera temporada de la serie Frank Underwood se cansa de la periodista y la tira a las vías del metro. En el caso de Juegos de Poder no llegamos a tanto.
Marcelo Russo es también un empresario de medios de comunicación sin escrúpulos en la línea del Ciudadano Kane de Orson Welles.
El libro recrea 25 años de la historia de España, 25 años en los que el personaje va creciendo y va ambicionando. Digamos, por tanto, que es un Ciudadano Kane en versión avanzada llegando a la era digital con todas las turbulencias que esto nos ha traído. Vemos una evolución en la que el protagonista se convierte en un Ciudadano Kane elevado a varias potencias. Pero frente a lo que vemos hoy, Ciudadano Kane sería un pardillo.
¿Por qué Marcelo Russo tiene ese interés por el mundo del periodismo y la información?
La Esfera de los Libros me encargó hacer esta novela pidiéndome algo similar a House of Cards, pero en España. En este planteamiento tengo que crear un personaje que extravíe sus pasos fuera de la corrección del periodismo y que además quiera jugar con la información. Pero jugar con el poder es muy peligroso, porque la ambición es ilimitada. Las prácticas que se salen de carril del periodismo en en este caso también se salen del carril de la ley.
¿Existen similitudes entre personas reales y Marcelo Russo, sus víctimas y secuaces?
El libro recoge una ficción con personajes también ficcionados, que son una mezcla y que están inspirados en vivencias, en situaciones, en conocimientos, en cosas que he vivido. Como decía Ryszard Kapuściński es un error escribir sobre personajes y situaciones con los que no hayas compartido un buen trecho de tu vida.
En situaciones también reales.
Está inspirado en situaciones y en muchas realidades que uno ha visto y que ha conocido y el personaje principal es lo más adaptado que pude hacer al encargo que se me pidió. Hablo de un tipo que quiere aprovecharse de la información, y que, por lo tanto, unas veces la vende como favor y otras veces como extorsión con una ambición ilimitada y perniciosa.
Entonces nadie que lea la novela se verá reflejado en ella.
No lo creo porque no está señalando a nadie. Ningún personaje está señalando a nadie que exista en la realidad. Son personajes mezclados y que surgen de estas experiencias. Mucha vanidad debe tener alguien para verse reconocido en el libro. No creo que nadie piense que yo me he podido entretener durante medio año en una persona.
Marcelo Russo crece al calor de la crisis de los medios de comunicación.
El protagonista va escalando. Al inicio no quiere aparecer como una persona ambiciosa y, por tanto, no está en esa primera fila. Solo ejerce su influencia y su poder con una parte minoritaria, pero luego luego, a conveniencia, ya se hace con todo el control de los medios y va jugando. Lo que se deduce es que se mueve por sus propios intereses y ninguna otra cuestión, hasta el punto que utiliza a los periodistas para sus fines.
Lo que sí es cierto es que hay acontecimientos relatados que perfectamente podría ilustrar un telediario real.
Está inspirado en mucha realidad. No tenemos que pensar que los periodistas y los medios de comunicación somos diferentes a las otras profesiones donde hay buenos y malos profesionales. El problema es que en los medios de comunicación, cuando hay alguien que descarrila, el impacto es brutal si además de utilizar un medio hay además una cadena de medios. Hoy en el día el riesgo es éste, un riesgo que impacta en millones de personas, en millones de ciudadanos.
Desde luego se refleja que la credibilidad del periodismo está en juego.
La gente está recibiendo una información que no es la rigurosa y que no se ciñe a los hechos, por tanto conforma una opinión pública distorsionada, manipulada, mal informada y que pone en jaque a los poderes del Estado. Esta manipulación debilita y daña enormemente la democracia. Esta es la reflexión que nos tiene que quedar del libro.
Con las redes sociales de trasfondo.
Este personaje comienza en unos años analógicos, pero acaba entrometiéndose en las redes sociales. Es al final un ciclo perverso, el que mueves, agitas y creas oleadas en las redes sociales parapetadas tras movimientos que no se conoce su origen. Y después, con lo que tú estás agitando, al día siguiente elaboras una portada, con esa portada el personaje desencadena tertulias, debates en televisión. Se llega al Parlamento y la política, se genera la respuesta y comenzamos otra vez con la rueda: el tema vuelve a las portadas, a las televisiones, a las redes… y otra vez todo incendiado.
¿Cómo combatir este ciclo perverso?
Esto no es una tarea de los medios de comunicación, es una tarea de la sociedad. Debemos limpiar la información de manipulación y mentiras, porque hoy en día la información es un torrente, es una marea negra -incluso la podríamos llamar un chapapote- por donde circula la verdad, circula la mentira y las falsas verdades con las mentiras a medias. Los periodistas tenemos la obligación de no hacer seguidismo de las redes de manera automática. Hay que sentarse y reflexionar.
Un escenario donde la posverdad y las 'fake news' campan a sus anchas.
Tenemos la obligación de escarbar entre ese chapapote y encontrar la buena información aislando la manipulación y la mentira que ahora eufemísticamente hemos preferido llamarle posverdad y fake news porque suena mucho mejor. Pero es la manipulación de toda la vida, los bulos de toda la vida que se han puesto a circular para hacer un daño psicológico. A veces a individuos, a veces a empresas, a veces a instituciones o a toda la sociedad.
Ese daño psicológico genera un daño reputacional. Quien maneja la información con ese objetivo al final saca tajada, porque muchas veces -lo ves en el libro- el coaccionado cede. Porque es más fácil callar y pagar una extorsión que irse a los tribunales, solo porque los tribunales representan una solución más larga.
¿Dónde lo ves?
En los medios públicos en Cataluña, que están haciendo un periodismo que es la vergüenza de la historia periodística de los últimos tiempos en España. Son periodistas que no son tales. Son agitadores de causas que no son legales y que se dedican de un manera palmariamente sectaria, a hacer apología y pseudo política, en vez de hacer noblemente lo que siempre se ha llamado periodismo.
Un concepto muy vapuleado.
Yo al periodismo no le pondría etiquetas, el periodismo no puede ser ni bueno ni malo, el periodismo es periodismo o no es. Tiene una función social y tiene que tener una ética que sirva a los hechos. Se deben recuperar estos valores, si no el futuro del periodismo está en riesgo. El problema no es que las redes sean una oportunidad o una amenaza, o si tenemos que hacer papel o digital. Yo estoy segura que esto se canalizará porque al final el periodista es indispensable en las democracias.
Mi duda no es que si el periodismo podrá sobrevivir a toda esta catarsis tecnológica de esta era digital. El riesgo del periodismo es que se ciña a los principios que les tienen que guiar, a contar los hechos, no lo que a uno le apetezca. Por tanto, debe ajustarse a la verdad o el periodismo no tendrá futuro.
Por tus palabras parece que está todo perdido
Yo creo que no. Hay esperanza. La mayoría de los compañeros y los medios de comunicación son honrados, con buenas prácticas. Lo que ha cambiado es la manera de comunicarnos entre los seres humanos. Estamos en una era de la comunicación global, instantánea, que circula por unos canales hasta hace unos años desconocidos.
Nos creímos que esto podía ser una democracia digital y una oportunidad, pero hay que ordenar este tráfico porque si no lamentaremos no haber corregido a tiempo esta marea negra de porquería que nos invade.
No eres muy tuitera, a diferencia de algunos de tus compañeros que son sumamente activos y que utilizan las redes sociales para trabajar.
Yo sigo las redes porque me gusta la información, pero lo que no quiero es participar en una guerra de mentiras y manipulación donde me cuesta encontrar la verdad. Europa y las instituciones deben intervenir, y muy rápido, para ordenar este tráfico que ahora es perverso. En este caso, y cuando se regule, yo disfrutaré subiéndome a este carro.
El periodismo he aplicado una norma: lo importante no era llegar antes sino llegar bien. No puede ser que muchos intelectuales y personas respetabilísimas tengan que abandonar su participación en las redes porque solo reciben insultos. Como mi máxima es vive y deja vivir, la practico incluso con las redes. Procuro dejar vivir y también intento que me dejen en paz.