El Cultural

Jesús Pardo

"La mayor felicidad es no ser feliz, para ser feliz basta con ser tonto"

7 noviembre, 1999 01:00

Escritor, periodista y traductor, Jesús Pardo (Santander, 1927) acaba de reunir Las preguntas que movieron el mundo (Temas de hoy). No todas, claro, un puñado, sobre el que derrama su ácida e irónica mirada.

Pregunta: De todas las preguntas que movieron el mundo, ¿cuál es la esencial?
Respuesta: La esencial me parece, desde el punto de vista humano: ¿qué relación tengo yo con la tierra?
P: ¿Y de las que le han movido a usted?
R: Para mí, que yo recuerde ahora, la pregunta que más me ha desasosegado es, pura y simplemente: ¿qué soy yo?
P: ¿Para qué pregunta aún no tiene respuesta Jesús Pardo?
R: La pregunta más importante, sin respuesta posible, al menos en la medida en que hasta ahora yo no la he encontrado ni llevo camino de encontrarla, es: ¿qué sentido tiene mi residencia en la tierra?
P: Con el "¿Por qué?", escribe, nace el hombre moderno. ¿Por qué?
R: El hombre es el único mamífero que no se siente satisfecho con el mero funcionamiento, o negativa a funcionar, de las cosas: en el primer caso, su reacción es: ¿por qué funciona esto?, y en el segundo: ¿por qué no funciona?
P: También dice que cuando Lucifer pregunta "¿Por qué tengo que servir?", comienza la historia universal... Por cierto, ¿ante quién y por qué se ha inclinado Jesús Pardo?
R: Yo, en teoría, siempre me he rendido sin condiciones ante la razón ajena, y digo en teoría porque siempre he tendido a confundir la razón con la fuerza.
P: ¿Cree que 160 páginas son suficientes para contener todas las preguntas que movieron el mundo?
R: Ciertamente que 160 páginas serían insuficientes si yo hubiese sido tan idiota como para pensar que podía abarcar con mi ingenio todas las preguntas que movieron el mundo, pero en el título de mi libro sobra el artículo inicial. Debería ser Preguntas que movieron al mundo
P: Ya ha meditado sobre ellas, así que ¿quién es usted?
R: Yo soy una conjunción casual e irrepetible de átomos surtidos, y a veces pienso que lo que realmente soy es una contradicción.
P: ¿A dónde va?
R: Estoy convencido que a ninguna parte, ojalá me equivocase.
P: ¿Qué es la verdad? ¿Y su verdad?
R: La verdad se parece a la mentira en que tampoco es verdad, y en cuanto a mi verdad, es bien sencilla: cero e infinito son uno y lo mismo.
P: ¿Su mayor impostura?
R: Mi mayor impostura es creer en mí mismo.
P: ¿Qué es el tiempo?
R: Yo diría que el tiempo es la intangibilidad hecha vida.
P: ¿El amor?
R: El amor, nuestra única posibilidad de disfrutar de la soledad sin sentirnos solitarios.
P: La muerte...
R: La muerte no somos nosotros, de modo que hágale usted la pregunta a ella.
P: Recuerda en su libro las palabras de Confucio: "¿Cómo podemos conocer la muerte si no conocemos la vida?" Un amigo suele preguntarse si hay vida antes de la muerte...
R: La vida, diría yo, sólo se puede conocer de verdad desde más allá de ella: las cosas, después de todo, sólo pueden juzgarse desde fuera y penetrando en su interior. El primer paso para conocer la vida me parece que consiste en saber vivir hasta el momento mismo de muerte.
P: ¿Y el humor?
R: El humor es una secreción de la inteligencia. Unas inteligencias lo secretan y otras no; el mejor humor es el que se secreta en secreto.
P: ¿El trabajo nos hace libres?
R: El trabajo propio nos hace libres, el ajeno nos esclaviza.
P: Remedemos el anónimo medieval: Para Jesús Pardo ¿qué hay mejor que el oro?
R: ¿Mejor que el oro? El tiempo, porque da intereses mucho más altos si se invierte bien.
P: ¿Qué mejor que los sentidos?
R: Los sentidos en sí no son nada, simples máquinas de producir sensaciones físicas o mentales. Ergo: ¿mejor que los sentidos?, las sensaciones.
P: ¿Y qué mejor que la razón?
R: La razón humana está limitada por los límites del planeta que los produce. Por tanto, yo diría que lo único que hay mejor que la razón humana sería una razón capaz de abarcar la tierra y sus razones con criterios galácticos.
P: ¿Cree con Disraeli que los críticos son "gente que fracasó en la literatura y en las artes"? ¿Son tan malos y venales como se dice?
R: Para mí el dilema del crítico es trágico: el arte de la crítica consiste en ser rasero del arte, lo que significa que el arte condena al crítico a no ser artista. Esto, palpablemente, no es cierto: por ejemplo, Sainte-Beuve fue un gran crítico y gran artista. El crítico que toma en serio su arte vive en una zona ambigua que habitualmente acaba no conduciendo a nada.
P: Responda a Nietzsche: ¿qué dosis de verdad puede soportar el hombre? ¿Y usted?
R: El hombre puede soportar cuanta verdad quiera echársele, otra cosa es que las comprenda. Y, en cuanto a mí, me huelgan todas las verdades menos una: que me voy a morir.
P: Ahora, a Lenin: ¿Para qué la libertad?
R: Lenin era incapaz de comprender que la única utilidad de la libertad es disfrutar de la libertad.
P: Su Autorretrato sin retoques es una de las autobiografías más despiadadas que recuerdo: ¿tantos errores cometió? ¿cuál fue el más grave? ¿cuál no se ha perdonado aún?
R: Yo he cometido muchísimos más errores de los que menciono en mi autobiografía, y si los excluí de ella fue por falta de espacio. Ahora saldrá pronto el segundo y último tomo y en él hay algunos más. Lo que pasa es que a mí no me parecen errores. Mi error más grave ha sido no nacer en una familia aristocrática romana del siglo de Trajano, y el que sigo sin perdonarme es no haber empezado a escribir en serio hasta cumplidos los cincuenta años, porque ahora ya no me va a quedar tiempo para terminar mis obras completas.
P: Escribe Borges: "He cometido el peor de los pecados, no he sido feliz". ¿Y usted?
R: No estoy de acuerdo. Para mí la mayor felicidad es no ser feliz, para ser feliz basta con ser tonto.