El Cultural

Gala: "todos los mitos son actuales". Quintero: "Ya no hay mitos. ya no locos"

19 diciembre, 1999 01:00

Antonio Gala y Jesús Quintero mantuvieron, durante trece noches y ante las cámaras de televisión, unas conversaciones en torno al amor, el destino, la muerte... Ahora, "sin la gracia añadida de miradas, de gestos" (Gala), pero listas "para aquellos que saben lo que buscan" (Quintero) acaban de aparecer, publicadas por Planeta.

Pregunta: Explica Jesús Quintero en la presentación que la idea de Trece noches surge en un momento en el que la televisión "era una mina abandonada [...] Se hacía una programación para bobos" ¿La situación ha mejorado o se ha envilecido?
Respuesta (Antonio Gala): Basta asistir un par de horas, con el mando en la mano, a unas emisiones. La zafiedad es demasiado evidente. Quien hace televisión tiene el convencimiento de que los televidentes son imbéciles de unos diez años para abajo.
(Jesús Quintero): Podíamos decir aquello que dijo Groucho: "De la más absoluta pobreza hemos llegado a la más absoluta de las miserias".
P: La primera noche hablaron del amor: ¿alguna vez han amado a alguien más que a sí mismos?
A. G.: Hablar de amor a toro pasado es una bobada. Y además no es nunca exacto. Alguna vez amé y fui correspondido: ¿en qué medida? No sé. Los resultados son atroces y a la vez imprescindibles para sobrevivir.
J. Q.: Todo en mí fue naufragio.
P: La segunda noche fue el dinero: ¿todo tiene un precio? ¿cuáles son los suyos?
A. G.: No creo que todo tenga un precio: la felicidad, por ejemplo, no. Y el mío, si lo tengo, no lo sé: aún no me lo han ofrecido.
J. Q.: Debe ser muy alto, porque nadie me lo ha pagado.
P: El paso del tiempo: ¿cuál ha sido su derrota más hermosa y su victoria más triste?
A. G.: No pasa el tiempo, sino nosotros. Mi victoria y mi derrota coinciden: a mi edad, en Córdoba, he creado la Fundación que lleva mi nombre para jóvenes creadores: escritores, pintores, escultores, músicos... Y su lema es el recuerdo "Pone me ut signaculum super cor tuum".
J. Q. : Mi derrota más hermosa fue que no le dieran el Ondas al "Loco de la colina", a pesar de ser el programa más popular y prestigioso, y se lo dieran a "Tablero deportivo".
P: Los mitos: ¿tiene alguno en la actualidad? ¿por qué?
A. G.: Todos los mitos son actuales. El hombre sigue interpretando su alrededor y conociéndose él mismo mejor a través de ellos. Su corazón no ha cambiado esencialmente en 300 años.
J. Q.: Ya no hay mitos. Ya no hay locos. Se murió aquel estrafalario fantasma de La Mancha, y ya todo el mundo está cuerdo, horriblemente cuerdo".
P: La soledad: ¿cuál es más terrible, la del éxito o la del fracaso?
A. G.: La soledad es mi primera colaboradora. Los ingleses tienen dos términos: "loneliness" (la soledad forzada e impuesta) y la "solitude" (la requerida). Da igual cuál sea su procedencia. Para un creador el fracaso y el éxito son factores ajenos, sobrevenidos; cuando llegan él ya está en otra cosa.
J. Q.: Yo sé qué es el éxito y el fracaso. Pero sé que la soledad más terrible es la de dos que ya no tienen nada que decirse.
P: Los paraísos: ¿cuál ha sido su paraíso perdido? ¿Y el prohibido?
A. G.: Mi infancia no ha sido mi paraíso perdido. Conservo de ella lo único bueno: las capacidades de admiración, de sorpresa y de curiosidad. Y que se me haya prohibido algún paraíso, más o menos doméstico, no quiere decir que yo haya respetado la prohibición.
J. Q.: ¿Paraíso perdido? El pezón materno. ¿Paraíso prohibido? El pezón de Naomi.
P: La religión: ¿cómo es su Dios?
A. G.: Entre mi idea de Dios y yo existe una inmediatividad. Como el eslogan de un refresco: "Del naranjal a los labios". En cuanto a la religión, su "religare" -su reunión- se refiere más que al hombre y a Dios, a los hombres todos entre sí. Dios no necesita ni religiones ni teologías.
J. Q.: El único personaje al que no he conseguido arrancarle una respuesta. Es el ser que más pruebas me ha dado de que no existe, pero también de que existe.
P: ¿Qué tales actores son nuestros políticos?
A. G.: Los políticos no tienen por qué ser actores, sino gestores. Como actores son malos: se saben el papel pero lo dicen sin convicción alguna. Lo cual es comprensible.
J. Q.: Son actores de reparto.
P: La guerra y la paz: ¿Los patriotas son siempre quienes arrebatan a los contrarios su patria?
A. G.: No siempre se trata de arrebatar; a veces se trata de defender. En todo caso, los pacíficos no son quienes se oponen a la guerra, sino quienes "hacen" la paz: una actitud positiva y flamígera.
J. Q.: Yo no entiendo de eso. Mi patria es la humanidad.
P: ¿A qué le tiene más miedo, a la muerte, a la decadencia o a la vejez?
A. G.: La vejez y la muerte, desaparecido el tabú del sexo, son los únicos tabúes que quedan. Los dos son un proceso. Si se siguen bien no hay que temerlos. A las tristes enfermedades que pueden acompañarlos, sí.
J. Q.: A la pérdida de la razón y a los autobuses del INSERSO.
P: Los pecados capitales: ¿qué les envidian los que le envidian? ¿Tienen razón?
A. G.: No sé qué me envidian, pero lo hacen. No pertenezco a una familia, ni a una religión, ni a un club, ni al staff de un periódico... Estoy solo y soy un solidario: ¿qué pueden envidiarme?
J. Q.: Los de mi edad me envidian el pelo. Pero lo que me envidian los que me envidian es que diga "hola, buenas noches", y me escuchen.
P: El arte y la cultura: ¿En España se valora al creador o se le utiliza primero para intentar hundirlo después?
A. G.: No cabe generalizar. Un creador puede ser valorado, puede ser utilizado, y puede tratarse de hundirlo. Que se consiga es otra cosa. El creador de raza es fuerte.
J. Q.: Ya ni se utiliza. El creador en estos tiempos y en esta España estorba. Se le tacha de conflictivo, minoritario, elitista, caro, exigente. Parece que el trabajo bien hecho y las ideas molestan.