El Cultural

En la residencia

El primer Buñuel

13 febrero, 2000 01:00

Buñuel 100 años

Me gusta recordar a mis amigos, hoy convertidos en grandes personajes de nuestra cultura, con la sencillez, el anonimato, y la frescura de aquellos lejanos momentos. A Buñuel siempre le he querido mucho. Aunque era cuatro años mayor que yo, él tendría veinte entonces, nuestra relación fue de simpatía inmediata, aunque a mí me tocara mirarle de abajo arriba, porque cuatro años de diferencia a esas edades se notan.

Le recuerdo entrenando, como boxeador, en la esquina de los jardines de la Residencia de Estudiantes donde el doctor Negrín tenía los perros y conejos de sus experimentos. Con buen humor, siempre irracional, sin vocación artística ninguna, volcado en la vida. En ocasiones, entrenaba con él. Algunos saltos y cosas sin importancia. Por eso cuando participó en un campeonatillo de aficionados por el título de Castilla, o algo así, yo fui su "manager". Le acompañé hasta el campo de La Gimnástica Española (el primer equipo de fútbol de Madrid) donde se había improvisado un ring. Le tocó en suerte pelear con un chico llamado Hernández Coronado que pertenecía a una familia muy deportista de Madrid. El combate fue a seis rounds y se tuvieron tal miedo el uno al otro que no llegaron a tocarse. Como el Jurado no tenía datos para dar un ganador o un perdedor les propuso prolongar la pelea. Luis dijo que muy bien, que se prolongara pero... !otros diez asaltos! Y, claro, ante tal irracionalidad, el Jurado le concedió el combate a Hernández Coronado. A Luis le dio exactamente lo mismo. Nos cambiamos y salimos de allí tan contentos, directos al cine Royalty que estaba en la calle Génova.

Le recuerdo en las intrincadas calles de Toledo, por la noche, recitando pasajes de Don Juan Tenorio, que le encantaba. él, de esto quedan hasta fotos, lo interpretó en la Residencia, en una función de la que fue apuntador don Américo Castro. También en las tabernas ilustradas de aquel Madrid gastamos mucho tiempo tomando nuestros "dieces de vino", hablando de mujeres, de las novias que siempre tuvo y que no nos presentaba a nadie. Le veo con Federico y Dalí compartiendo una alegre camaradería siempre, aunque él no asistiera nunca a las lecturas que organizábamos en las habitaciones de Federico o de Juanito Vicens.

Creo que desde que regresó de París en el año 35 hasta que estalló la guerra Luis vivió uno de los años más felices de su vida. Trabajó para Filmófono, la empresa de Urgoiti, realizando películas como Centinela alerta, ¿Quién me quiere a mí? o Don Quintín el amargao. Ganaba buen dinero por unas películas que se negó a firmar y Urgoiti estaba encantado porque Luis era un gran cumplidor. Entonces nos veíamos todos los días. él, siempre huraño, disfrutó mucho con aquel trabajo casi anónimo pero que le tenía absorbido. Se compró un coche con el que hacíamos excursiones de fin de semana a Las batuecas, Toledo, Las Hurdes...

Cuando estalló la guerra, a los cinco o seis días, me dijo horrorizado: "No le digas nada a nadie. Me voy mañana a París". Entregó su coche en la célula del Partido Comunista más cercana a su casa. Y se fue. Ahí, dramáticamente, como tantas otras, concluye mi primera imagen de Luis Buñuel, un querido amigo de la juventud. Nada más, ni menos.

José BELLO