Image: Gary Hume

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El Cultural

Gary Hume

Juego y ambigöedad

19 abril, 2000 02:00

"Mirlo", 1998. Pintura satinada sobre papel de aluminio, 234 * 164

Fundación "la Caixa". Paseo de San Juan, 108.

Gary Hume (Kent, 1962) se dio a conocer a finales de los ochenta en aquellas exposiciones colectivas que marcaron la eclosión del grupo Jóvenes Artistas Británicos (entre otros, Angela Bulloch, Simon Patterson, Fiona Rae). Estos aportaron una arte frío, escéptico e irónico que recuperaba elementos conceptuales. A grandes rasgos, dieron una respuesta generacional contra el neoexpresionismo dominante en aquel momento. La exposición que se presenta en "la Caixa", primera individual del artista en España, más que una antológica es una retrospectiva muy completa que amplía el conjunto que expuso, como artista invitado en el pabellón inglés de la 48ª. Bienal de Arte de Venecia.

La primera impresión al contemplar la pintura de Gary Hume es de una pintura próxima al pop art: grandes formatos, colores industriales, superficies brillantes y planas, siluetas bien definidas y precisas, una pintura de un gran impacto y efecto visual; igualmente la temática remite al pop, se trata de una imaginería extraída de revistas ilustradas, completamente banal y sin voluntad narrativa. Gary Hume, como el pop, se manifiesta en una estética fría y antisubjetiva en que el artista no pretende autoexpresarse, de ahí aquellos procedimientos y temática impersonales. De ahí también que se le haya asociado a comportamientos conceptuales y minimalistas.

Sin embargo hay algo más. Ya en sus primeras pinturas realizadas sobre plafones de aluminio, jugaba con la capacidad reflectante del metal, de manera que el espectador se integraba en las obras como una sombra. Es decir, contrapuesta a aquella estética de la frialdad, existe en Gary Hume otra actitud: la de implicar al espectador, de hacerle participar, de jugar, de hacerle guiños, una actitud que ha sido una constante en toda su obra. Vamos a poner otros ejemplos. En un primer momento, quien mire la pieza Primer plano (Marrón rojizo) (1999) observará una composición abstracta hasta que... se percate que es el fragmento de un cuerpo (masculino o femenino ¿?) y que la forma blanca central viene a ser un slip. Y más, la serie de obras con el título genérico de Nido consiste en unas marañas de líneas sobre fondo neutro muy complejas; hace falta mucho tiempo y paciencia para descubrir que se trata de la superposición de la silueta de una figura, un pájaro, al que hace referencia el título. Y podríamos seguir con esta enumeración de ejemplos con variaciones del juego de los primeros planos que presentan una falsa imagen abstracta, o la superposición de imágenes que se enredan, pero es suficiente para percatarnos de la ambigöedad de Gary Hume. Porque si hay algo que define al artista es la ambigöedad.

¿Pero adónde lleva este juego? ¿Se basa -como se ha dicho en alguna ocasión- en la formación conceptual del artista, que atribuye otra apariencia a su pintura, más allá de los modelos tradicionales? ¿Es un gusto por la subversión o el mestizaje de códigos? ¿Es una reflexión sobre las posibilidades o limitaciones de la pintura? O, más bien, ¿es el artista como un niño malo y ocioso que se divierte invirtiendo las cosas?

Ya sabemos que prácticamente todos los comentaristas de la obra de Gary Hume han aludido a una serie denominada Puertas. Se ha dicho que de haber alguna luz interpretativa en su obra tenía que encontrarse en este punto. Esta serie ha dado lugar a una larga argumentación: que si estaban relacionadas con el objeto encontrado de Duchamp, que si se trataba de una reflexión sobre la pintura, etcétera. En la muestra de Barcelona se presenta una especie de instalación al final de la sala de exposiciones que a modo de conclusión podría aportar nuevos elementos. Gary Hume, que trabaja en muy variados registros, plantea una estructura de tela, perforada por aberturas rectangulares. El montaje de la exposición, con obras flotando o suspendidas en medio de la sala, sugiere que las pinturas provienen de esta estructura. Nosotros opinamos que las puertas sujetas contra el muro de Gary Hume no llevan a ningún lugar y que las hipotéticas ventanas no se abren a ninguna perspectiva en la lejanía a menos que sea el enredo del laberinto creado por la propia estructura de tela. Su obra, como la de Andy Warhol, se desenvuelve en el divertimento -o la decoración- y la ausencia de metafísica. Lo que pasa es que hoy en día, la ausencia de metafísica se ha transformado en una metafísica: ésta es la gran ambigöedad y virtud (o defecto) de la obra de Gary Hume.