El movimiento quieto de Juan Genovés
Galería Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 24 de junio
Hacía falta establecer una mirada retrospectiva nueva, globalizadora y abierta, sobre el desarrollo del proceso pictórico de Juan Genovés (Valencia, 1930), uno de los artistas fundamentales de la vanguardia española de posguerra. Urgía esta mirada atrás que, sin olvidarse del presente, ahora le dedica quien es su marchante desde 1966, Marlbourough, porque el proceso de la pintura de Genovés no ha tenido verdaderamente un seguimiento crítico, sino que la opinión general sobre su obra está fijada sobre su producción de los años sesenta, desarrollada dentro de la neofiguración-expresionista, rebelde, crítica, ejercida desde el compromiso social y político en favor de las libertades. Todo ello arranca del asombro e impacto social formidable que produjo una de sus exposiciones primeras: la que le dedicó en 1965 la Dirección General de Bellas Artes en sus salas de la Biblioteca Nacional. Organizada por sorpresa y como una provocación "desde dentro" de la misma Dirección General (lo que le costó el puesto oficial a su comisario, Pepe Escasi -según él mismo había previsto-, fue, sin embargo asumida por el ministerio correspondiente, en una hábil coartada de autojustificación del propio sistema represivo, que llevaría al año siguiente a Genovés a la Bienal de Venecia. Desde entonces su pintura ha venido siendo valorada desde aquella relevancia política, inclusive desde parámetros de la estética del "realismo real" socialista.
Así, el primer mérito de esta retrospectiva breve e intensa es el de mostrar las mutaciones de estilo que se han venido produciendo en la práctica pictórica de este artista singular, iniciado entre 19601963, dentro del Grupo Hondo, en una poética neofigurativa de lenguaje expresionista que aceptaba aportaciones de materia y de procedimiento propias del informalismo, y que se mostraba conceptualmente próxima a criterios existencialistas, para desembocar hacia 1965 en el realismo crítico-social, que mantenía el propósito declarado de problematizar a un mismo tiempo la representación ¡cónica y la realidad representada". Lo testifican los primeros lienzos de esta exposición, divididos en dos formas de trabajo: "hombres solos" (figuras compuestas como "encolados" de trajes, ropas viejas y pintura) y "multitudes" (sus famosas imágenes, prácticamente monocromas, de muchedumbres que corren por el espacio del cuadro, vistas desde la distancia, desde el círculo frío de un objetivo fotográfico o de un telémetro, y que se ordenan con procedimientos tomados de los medios cinematográficos: secuencia, lenguaje paralelo y alternancia de planos).
El Genovés de los setenta fue mucho más colorista y cada vez se preocupó más de los problemas plásticos y expresivos del espacio pictórico que se produce entre figura y figura. Ese espacio unas veces se ordena en franjas verticales diferenciadas por el color, y otras veces -en la Serie negra se inspira en los tonos grises y en la plasmación espacial cinematográfica. Produjo también entonces alguna serie hiperrealista, sobre fondos blancos, a la que pertenece El abrazo, el célebre acrílico de 1976 cuya imagen sirvió de bandera a las solicitudes de amnistía. Ya en los ochenta, realizó una inquietante y un punto "metafísica" serie de Paisajes urbanos despoblados, desiertos en la noche, a los que pronto se añadieron nuevas Escenas urbanas, de gran desolación sentimental (la pintura como arte de crear sentimientos).
Y en los noventa, tras una suite de Panoramas o paisajes urbanos "vistos muy desde arriba, en picado" y otra serie de pinturas abstraídas y ricas en textura -de recordatorio informalista-, la obra de Genovés asombra al sintetizarse de manera progresiva muy acusada. Fondos amplios, espacios blancos, puntos y ráfagas de colores primarios y reaparición de pequeñas figuras (pintadas como sombras, con gran efecto de realce óptico) y, de nuevo, "multitudes" que se ordenan en círculos o que se desplazan en líneas rítmicas. El espacio blanco -llevado a "la nada"-, el movimiento quieto -detenido para siempre-, la estructura geométrica, la secuencia elemental, la narrativa abstraída...; ésas son las características de la etapa actual del arte de este pintor, que (de temperamento valenciano) comenzó siendo acusadamente barroco, y que ahora trabaja en una pintura "minimizada" -dice él-, un arte que se pinta reduciendo elementos, y cuyo fuerte argumento narrativo tiene la magia no de empezar o de terminar en el cuadro, sino de "estar', es decir, de ser y existir fundamentalmente, de manera trascendente, como pintura.